Diciembre 2005: "Para que sobre la tierra, la búsqueda de Dios y la sed de la Verdad guíen a todo ser humano al encuentro con el Señor" Comentario a la intención misionera indicada por el Santo Padre a cargo de Su Eminencia el Card. Juan Luis Cipriani , Arzobispo de Lima (Perú)

lunes, 28 noviembre 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "Padre, ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo" (Jn 17,3). Jesucristo pronuncia estas palabras, dirigiéndose a Dios Padre, cuando da las últimas instrucciones a sus discípulos. Conocer a Dios. Conocer a Jesucristo. En un mundo a la vez global y fragmentado, es muy importante movilizar las energías para que se reconozcan los derechos del hombre a la educación y a la cultura, especialmente en los países más pobres.
La búsqueda de Dios siempre está presente en lo más profundo del corazón de todo hombre, en cualquier situación en la que se encuentre. Podemos decir que con la creación Dios sella y deja como una huella en la naturaleza humana que nos atrae a buscar a nuestro Creador. Aquella experiencia maravillosa de San Agustín que él mismo relata, «Nos has hecho Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti" (Conf., 1.1.1), es muy actual. Ante un panorama cambiante y complejo, la virtud de la esperanza está sometida a dura prueba. Por eso hemos de ser todos "misioneros" que confiamos con alegría en las promesas de Dios. Nuestro Dios nunca abandona a su pueblo, sino que lo llama a la conversión para que su Reino se haga realidad. Reino de Dios quiere decir no sólo que Dios existe y vive, sino que está presente y actúa en el mundo.
"El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14). El hombre y la mujer contemporáneos tienen sed de verdad en las relaciones humanas, en las relaciones entre países y en general en toda relación en la que trasmitimos nuestras ideas y valores. Esta verdad se intuye en el testimonio auténtico de quienes expresan la participación en el "Verbo". La unidad con Cristo, en el Pan y en la Palabra, en la oración y en el sacramento de la Reconciliación, fortalece nuestra participación en la Verdad. La acción misionera de la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, puede hacer de este mundo un jardín maravilloso en donde la belleza de nuestro Dios expresada en su Hijo Jesucristo, se vea reflejada en la participación a la vida divina por la gracia bautismal. Ser hijos en el Hijo. ¡Qué panorama tan atrayente para los hombres y mujeres de hoy!
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti... y a tu enviado. ¿Quién es Jesucristo? Es el Verbo encarnado, el Hijo unigénito del Padre: es Dios y Hombre verdadero. Cristo es la verdad: es el Hombre perfecto, y por eso enseña al hombre quién es el hombre. En Cristo la persona humana descubre cuál es su identidad: la de un hijo o una hija de Dios. Éste es el misterio de nuestra fe: que Dios tomó cuerpo humano, que Dios quiso hacerse hombre, con un corazón de carne como el nuestro, para salvarnos: para amarnos y para ser amado. San Juan dice que la vida para siempre está en conocer a Cristo, y dice también que "Dios es amor" (1 Jn 4, 16). Jesús nos enseñó que el mandamiento más grande, que resume todos los mandamientos, es amar a Dios y amar al prójimo. Conocer es amar y hacer amar: éste es el desafío del espíritu misionero. No se trata sólo de conocer y de hacer conocer, sino de mucho más: amar y hacer amar. En otras palabras, conocer a Dios y hacerle conocer es, como decía san Josemaría Escrivá, "vivir esa entrega al servicio de los demás que es esencial a los cristianos". Así, los cristianos nos debemos esforzar por "dar un verdadero y auténtico testimonio de Cristo, para que todos aprendan a conocer y a amar al Señor, a descubrir que la vida normal en el mundo, el trabajo de todos los días, puede ser un encuentro con Dios". (Conversaciones, n. 70)
Con profunda emoción levantamos nuestro corazón a Dios en la oración para dar gracias por la entrega generosa de tantos misioneros y misioneras en todo el mundo que han hecho de su vida una verdadera "misión". Si la vida cristiana es la presencia de la vida de Cristo en el bautizado, se comprende que todo cristiano esté asociado a la misión de Jesús. Quien mejor que la Madre de Dios y madre nuestra, la Virgen María, para llevamos siempre con Pedro a su Hijo Jesús. (Juan Luis Cipriani) (Agencia Fides 28/11/2005 Líneas: 44 palabras: 730)


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