“Para que los creyentes de las diversas religiones, con el testimonio de sus vidas y mediante el diálogo fraterno, ofrezcan una demostración clara de que el Nombre de Dios es portador de paz” - Comentario a la Intención Misionera indicada por el Santo Padre para el mes de noviembre 2009

jueves, 29 octubre 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – La paz es uno de los valores mas necesitados en nuestro mundo. Los conflictos bélicos se han sucedido durante el último siglo como en ninguna época anterior de la historia. Muerte, destrucción, división, odio son los frutos terribles de esa plaga. La violencia engendra violencia y los hombres se destruyen unos a otros. El hombre contemporáneo ansía la paz, la necesita para reconstruirse interiormente.
Los creyentes deben ser portadores de paz porque Dios es el Dios de la paz. No podrá existir esa paz si cada cual se preocupa de sus propios intereses, y no trabaja por el bien común. En su visita a Tierra Santa en mayo del presente año, Benedicto XVI recordó que la paz es, ante todo, un don divino que hay que buscar con todo el corazón. De esa afirmación se sigue que la paz debe ser implorada, pedida, en cuanto que es don divino, pero al mismo tiempo, debe ser también buscada, porque exige el esfuerzo de los hombres. Jesús llama “bienaventurados” y verdaderos hijos de Dios a los que trabajan por la paz.
El Concilio Vaticano II, hablando de las otras religiones, en la Declaración “Nostra Aetate” afirma: “La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es « Camino, Verdad y Vida » (Jn. 14,6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas”. (NA, n.2)
En el diálogo con las otras religiones, la Iglesia no pretende relativizar las verdades definitivas de la revelación divina que ha recibido. No pretende presentar a Cristo como un camino de salvación entre otros. No se nos ha dado bajo el cielo otro nombre en el que podamos ser salvos. Manteniendo esta unicidad de la mediación salvadora de Cristo, la Iglesia “exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos existen” (NA, n.2).
Para el Papa Benedicto XVI “La contribución particular de las religiones en la búsqueda de la paz se funda primariamente sobre la búsqueda apasionada y concorde de Dios” (Visita de cortesía al Presidente del Estado de Israel, 11 de mayo de 2009), en cuanto es la presencia dinámica de Dios la que reúne los corazones y asegura la unidad.
Al regreso de su peregrinación en Tierra Santa, encontrando a los periodistas en el avión, el Santo Padre afirmó: “he encontrado siempre, en todos los ambientes, musulmanes, cristianos, judíos, una decidida disponibilidad al diálogo interreligioso, al encuentro, a la colaboración entre las religiones. Y es importante que todos lo consideren, no solo como una acción - por decir así – inspirada en motivos políticos de una determinada situación, sino como fruto del mismo núcleo de fe, porqué creer en un sólo Dios que nos ha creado, Padre de todos nosotros, creer en este Dios que ha creado a la humanidad como a una familia, creer que Dios es amor y quiere que el amor sea la fuerza dominante en el mundo, implica este encuentro, esta necesidad de encontrarse, de dialogar, de colaborar, como una exigencia de la misma fe” (Vuelo Papal, 15 de mayo de 2009).
En el orden social, la paz implica la búsqueda de la justicia, de la integridad y de la seguridad. Para promover estos valores, solo existe un camino posible: vivirlos. El Papa afirmaba que para construir la paz es necesario “mirar al otro a los ojos y saber reconocer en él a un hermano o hermana” (Visita de cortesía al Presidente del Estado de Israel, 11 de mayo de 2009). Si los creyentes viven la paz y procuran la paz, la sociedad se irá transformando.
Un valor fundamental para construir la paz es el perdón. Solo quien tiene la fortaleza y la humildad para perdonar puede llegar a ser heraldo de paz. El rencor engendra división interior y violencia. El perdón genera la paz interior, reconstruye al hombre, y lo hace fuerte participando en la omnipotencia de Dios, que es misericordia y perdón.
En nuestra oración de este mes pidamos a Santa María, Madre de todos los hombres, Reina de la paz, que interceda por sus hijos, para que la sincera búsqueda “de todo lo que es bueno, justo, amable y laudable” haga que “el Dios de la paz” esté siempre con nosotros (cf Fil 4,8-9). (Agencia Fides 29/10/2009)


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