VATICANO - Benedicto XVI en el Ángelus recuerda que el inmigrado “es una persona que hay que respetar, con derechos y deberes” y que “no puede haber violencia en el nombre de Dios”

lunes, 11 enero 2010

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – En la fiesta del Bautismo del Señor, el domingo 10 de enero, el Santo Padre Benedicto XVI administró el sacramento del Bautismo a un grupo de niños en la Capilla Sixtina, luego, a mediodía recitó el Ángelus con los fieles reunidos en Plaza San Pedro. “El Bautismo expresa muy bien el sentido global de las festividades navideñas – dijo el Papa en el discurso antes del Ángelus –, en las que el tema de convertirse en hijos de Dios gracias a la venida del Hijo unigénito en nuestra humanidad constituye un elemento dominante. Él se hizo hombre para que podamos convertirnos en Hijos de Dios. Dios nació para que podamos renacer”.
Mediante el sacramento del Bautismo “el hombre se convierte realmente en hijo, hijo de Dios”, generado a una vida nueva, “inicia su camino de crecimiento en la fe que le llevará a invocar conscientemente a Dios como ‘Abbá – Padre’, a dirigirse a Él con gratitud y a vivir la alegría de ser su hijo. Del Bautismo se deriva también un modelo de sociedad: la de los hermanos – prosiguió el Papa –. La fraternidad no se puede establecer a través de una ideología y mucho menos por el decreto de un poder constituido. Nos reconocemos hermanos a partir de la humilde y profunda conciencia del ser hijos del único Padre celestial. Como cristianos, gracias al Espíritu Santo, recibido en el Bautismo, se nos ha dado el don y el compromiso de vivir como hijos de Dios y como hermanos, para ser como ‘levadura’ de una humanidad nueva, solidaria y llena de paz y esperanza”.
Después de la oración mariana, el Santo Padre siguió con estas palabras: “Dos hechos me han llamado particularmente la atención en estos últimos días: el caso de la condición de los migrantes, que buscan una vida mejor en países que tienen necesidad, por diferentes motivos de su presencia, y las situaciones de conflicto, en varias partes del mundo, en las que los cristianos son objeto de ataques, incluso violentos. ¡Hay que comenzar de nuevo desde el corazón del problema! ¡Hay que comenzar de nuevo desde el significado de la persona! Un inmigrado es un ser humano, diferente por su proveniencia, cultura y tradiciones, pero es una persona que hay que respetar y con derechos y deberes, en particular en el ámbito laboral, donde es más fácil la tentación del abuso, así como en el ámbito de las condiciones concretas de vida. La violencia no debe ser nunca para nadie el camino para resolver las dificultades. ¡El problema es ante todo humano! Invito a contemplar el rostro del otro y a descubrir que tiene un alma, una historia y una vida: es una persona y Dios le ama como me ama a mí. Quisiera hacer consideraciones similares en lo que se refiere al hombre en su diversidad religiosa. La violencia contra los cristianos en algunos países ha suscitado el desdén de muchos, en parte porque se ha manifestado en los días más sagrados para la tradición cristiana. Es necesario que las instituciones, tanto políticas como religiosas, no desfallezcan – lo reafirmo – en sus propias responsabilidades. No puede haber violencia en el nombre de Dios, ni se puede pensar en honrarle ofendiendo a la dignidad y a la libertad de los semejantes”. (SL) (Agencia Fides 11/01/2010; líneas 33 palabras 547)


Compartir: