ALGUNOS TESTIMONIOS

sábado, 20 marzo 2004

El Arzobispo Michael Courtney se sacrificó por el pueblo de Burundi, donde el Papa le había enviado como apóstol de paz
De la homilía pronunciad por el Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado, durante la Misa celebrada en San Pedro, en sufragio del Arzobispo Aidan Coutney, Nuncio Apostólico en Burundi asesinado el 29 de diciembre del 2003
“Nuestro querido nuncio apostólico nos enseñó este arte del vivir cristiano. Hijo de la noble tierra irlandesa, por los caminos del mundo dio el testimonio de su fe inquebrantable. Siguiendo el ejemplo de Cristo, buen Pastor, se sacrificó por el pueblo de Burundi, al que el Papa lo había enviado como apóstol de paz. En todos los lugares de aquel atormentado país, monseñor Michael hizo resonar las palabras que el Papa había pronunciado con gran fuerza en su histórico viaje a Burundi en septiembre de 1990: "¡Paz, paz! ¡Perdón y amor!". Y el nuncio apostólico siempre dio ejemplo de amor a esas queridas poblaciones”.
Recordando los trágicos sucesos del 29 de diciembre, cuando una mano homicida atentó contra la vida del Nuncio apostólico en Burundi (¡Una vez más Caín mató a Abel!), el Card. Sodano recordó que “conmocionada por ese trágico acontecimiento, la comunidad católica de Burundi se congregó inmediatamente en oración, a fin de implorar del Señor el premio de los justos para quien había dado un luminoso testimonio de compromiso apostólico en los tres años de servicio prestado en esa Nunciatura. El funeral que tuvo lugar el pasado miércoles día 31 de diciembre en la catedral de Bujumbura manifestó de una forma aún más elocuente la veneración con que era considerado monseñor Michael en ese atormentado país”.
El mensaje de los Obispos de Burundi, que hicieron público con ocasión de esa dolorosa circunstancia, recuerda el heroico testimonio ofrecido por el Nuncio: "Día y noche, sin descanso, monseñor Michael Courtney ayudó a los burundeses a restablecer entre sí el entendimiento y la concordia mediante el diálogo...No escatimó ningún esfuerzo para fomentar la armonía entre todos los burundeses, sin excluir a nadie. De ese modo, quiso mostrar que no existe otro camino para salvar a nuestro país fuera del diálogo, de la concertación y del rechazo definitivo del homicidio y de los asesinatos como medio político”.
El Card. Sodano subrayó después que la muerte de Mons. Courtney “no es más que un puente entre dos vidas, la terrena y la celestial; no es más que un puente entre las dos riberas de la existencia humana” y debe ser motivo de reflexión: “Es una advertencia a considerar nuestra vida como una misión que tenemos que cumplir, un camino que debemos recorrer, siguiendo el itinerario que la Providencia nos ha trazado, teniendo siempre ceñidos los lomos y en las manos las lámparas encendidas”. (Agencia Fides 20/3/2004 Líneas: 34 Palabras: 458)


Padre Mario Mantovani, Comboniano, muerto por un joven al que había bautizado
El P. Mario cayó ante los disparos de fusil en la vigilia de la solemnidad de la Asunción de la Virgen, mientras pasaba por Lobel, una localidad a cuarenta km de la misión de Kanawat, junto al hermano Godfrey Kiruowa, ugandés. Los dos Combonianos habían salido de Kanawat y se dirigían a Kapedo, para administrar los sacramentos y celebrar la liturgia de la fiesta de la Asunción, pero por el camino fueron asesinos por guerrilleros karimojong. El coche en el que viajaban, que conducía el hermano Godgrey, topó con una banda de guerrilleros Dototh y una de guerrilleros Jie. El religioso ugandés, fue el primero en recibir un disparo en la cabeza y posteriormente fue alcanzado por otros dos proyectiles. El P. Mario cuando vio que no se podía hacer nada por el hermano, salió del conche todavía incólume y consiguió esconderse entre la hierba alta. El asesino, temeroso de ser reconocido por el P. Mario, lo siguió y lo mató sin piedad. Después le cogió los zapatos y otros pequeños objetos personales y se los llevó consigo. Precisamente gracias a estos objetos la policía identificó al presunto asesino, que estuvo apunto de ser linchado al principio por los fieles del P. Mario, dado que por su larga permanencia en la región, era conocido y amado por todos. El asesino era cristiano, y bautizado precisamente por el P. Mantovi y había trabajado como mecánico en la misión.
El P. Mario pasó sus 46 años de misión en el mismo territorio, en Uganda, amplio como una región italiana, la más dura, la más áspera, la más peligrosa entre las misiones de los Combonianos en el mundo. El P. Mantovani no tenía ningún reparo en acercarse a los enfermos de lepra. Entraba en sus tiendas, curaba sus heridas (sin guantes), les llevaba algo de alimento, alguna manta, jabón, un poco de tabaco, incluso fumaba con ellos, rompiendo así toda barrera y se entretenía en hablar afablemente como si estuvieran sanos.
Otro grupo predilecto del padre eran los ancianos. A veces sucedía que cuando un anciano ya no se valía por si mismo, si el clan se encontraba en un momento de carestía, era abandonado solo en el desierto para morir. Las hienas serían su tumba. El P. Mario creo una organización de cristianos que le avisaban cuando algún anciano era abandonado. El se iba inmediatamente y lo cogía, se lo llevaba a la misión y lo cuidaba con amor. Estas cosas gustaban mucho a la gente y constituían un testimonio fundamental en favor de los misioneros y de la religión que predicaban.
“Durante años - escribió - estuve en varias misiones donde nunca administré ni un bautismo ni la primera comunión, porque los padres no sabían nada y los chicos desde los 4 hasta los 15 años debían cuidar las ovejas, cabras y vacas todos los días. Fueron los años dolorosos de la siembra. Durante estos años, intenté abrir pequeñas escuelas, pero permanecían vacías. Después de 10 años, con la ayuda de los catequistas, se invitó a los pastorcillos a venir por la tarde a la misión para aprender el catecismo y después comer un poco de polenta. Poco a poco, comenzaron a frecuentar la misión. Después de 20 años había jóvenes de 16-17 años que comenzaban frecuentar la primaría elemental. Después de tres años de instrucción recibían el bautismo y la primera comunión. Ahora los jóvenes reciben la confirmación a los 18-20 años de edad. Después ya no se van nunca. Muchas veces cuando paso con el coche para visitar las capillas, me ven y corren a mi encuentro para saludarme. Son todos mis hermanos que me encuentro por las calles, en el campo, en la misión, en los pastos. Y así la Iglesia crece y se consolida con los fieles y catequistas y también con los sacerdotes, todos de esta tierra donde parecía que tan solo crecían espinas, arena y piedras”. (Agencia Fides 20/3/2004 Líneas: 41 Palabras: 661)

Hermano Anton Probst, Claretiano, conocido con el sobrenombre africano de “Mbuta”, el gran hermano
El Hermano Anton era muy activo y comprometido en su actividad misionera. Vivió en la República Democrática del Congo durante 23 años desde 1968 a 1991. Con su talento práctico se ocupaba de todos los servicios técnicos: mecánica, carpintería, fontanería etc... dejó también una valiosa documentación de datos sobre la lluvia y el clima que son muy importantes para el país.
Según recuerda el P. Kihunga Nzungu Zénon CMF, su solicitud por integrarse en la población hizo que participase en algunos ritos tradicionales de iniciación. Durante toda su vida terrena llevó el brazalete de ramas en el que estaba inscrito su nombre africano “Gamudondu” que significa “pequeño árbol, que reina: cabeza de familia, cabeza del poblado”. El hermano Anton era un misionero del espíritu de Claret, atravesó montes, valles y explanadas en búsqueda de almas congoleñas y por tanto, africanas.
Además no podemos dejar de mencionar sus cualidades como religioso: estaba pronto al servicio y siempre disponible. Como Maria, se distinguía por la humildad y la sencillez. Quería siempre despertar en sus hermanos el gusto por la vida religiosa, lo que explica el sobrenombre de “Mbuta” que significa “gran hermanos, guía, confidente, iniciador de los jóvenes hermanos”.
Amó África, trabajo por África, murió en y por África. Le pedimos que interceda por nosotros para que la sangre que ha derramado en tierra africana sea semilla de nuevas vocaciones que se dediquen plenamente a Cristo y a la Iglesia universal.
Los novicios de Akono, en Camerún, avisan: “Quien quiera hablar del hermano Anton, se encontrará con una dificultad: la de tener que describir a una personalidad muy compleja. De hecho, todos los que han pasado por la comunidad de Claretianos de Akono o que han entrado en contacto con los Claretianos, han oído hablar al mentos una vez de “Mtuba” o el “Gran Hermano” , pero ¿quién de los que han oído hablar de el puede afirmar que ha podido comprender el misterio de su personalidad? ¡esta es sin duda una pregunta difícil! Nosotros novicios claretianos conocimos al hermano Anton el 20 de septiembre del 2003 cuando nos acompañó a la parroquia de Nkolbisson al noviciado de Akono. Lo que más nos impresionó antes que nada fue su tranquilidad y su prudencia hasta sorprendernos verdaderamente. Durante el tiempo que pasamos con el, nos quedaron impresos algunos rasgos de su personalidad. El hermano Anton era un trabajador incansable. Llegaba hasta el punto de suprimir todo el tiempo de sueño previsto en la jornada. Todos los días retomaba el mismo trabajo con la misma persistencia y con el mismo animo, la misma diligencia y el mismo cuidado. Cuando tenia que hablar a los estudiantes no comenzaba nunca si no estábamos todos en la sala y a veces iba a llamar personalmente a los retrasados. No era un hombre de desordenes especulativos sino un pedagogo práctico y no sería equivocado decir que su conocimiento era enciclopédico. Se ha ido un sabio; su muerte nos deja un gran dolor y un enorme vacío”. (Agencia Fides 20/3/2004 Líneas: 36 palabras: 512)

Sor Czeslawa Lorek: “¿Qué puedo hacer por el Papa? ¿Cómo puedo ayudarlo? Ya se, ¡iré a misiones!”
Sor Czeslawa Lorek, nació en 1938 en Binczyce Gorne, en Polonia, en una familia donde se respiraba la sencillez de la vida cristiana. Su párroco, el P. Stanislaw Pieprznikm fue su primer guía religiosos, la siguió en su discernimiento vocacional y la inició a la vida religiosa. Un día, durante la adoración ante el Santísimo Sacramento, la joven sintió una voz interior que le decía: “Hija, dame tu corazón”. Después de aquella experiencia, todo se sucedió rápidamente.
Entró en la Congregación del Sagrado Corazón (RSCJ) en 1960 y durante su primer periodo de formación se preparó para trabajar con niños como catequistas y como maestra de guardería. En 1978 participó en la audiencia con el nuevo Papa recién elegido, Juan Pablo II. Dentro de su corazón sintió de nuevo una voz que decía: “¿Qué puedo hacer por el Papa? ¿Cómo puedo ayudarlo?. Ya se, ¡iré a misiones!”.
En diciembre de 1978 pidió permiso a sus superioras para ir a Zaire, ofreciendo esta razón: “Las palabras del Papa han aumentado mi fe en la Providencia de Dios. Me pongo en sus manos, que me han elegido, y me han llamado a seguirlo, y ahora me invitan a ofrecer mi vida e ir a la tierra que me indique. Mi único deseo es cumplir su voluntad y decir: ¡Heme aquí, Señor, mándame! Soy pobre, no tengo dinero ni talentos, pero quiero renunciar a todo para dar testimonio de que Dios es amor. Yo he experimentado el amor de Jesús y me he visto impulsada a dar testimonio del amor en la vida diaria. Quiero rezar y agradecer al Señor porque ha hecho grandes cosas en mi. Quiero hacer su voluntad para que se realice la Misión de la Iglesia”.
En 1984 después de un largo periodo de preaparición, partió para Zaire. Su propósito era el de hacer todo lo posible por el Reino de Dios y ser un instrumento de su amor y de su paz. La realidad de la vida en la nación en esa momento estaba llena de retos. Sor Czeslawa trabajó con los niños, con presos y con mujeres.
Después de la guerra fue trasladad a Kinshasa. En 1995 tuvo un cáncer, pero después de la operación y la convalecencia volvió a la misión. En el 2001 paso el último periodo de vacaciones en su patria. El 11 de mayo del 2003 fue agredida en la Iglesia en Kinshasa donde estaba trabajando. Murió el 21 de mayo del 2003 poniendo su vida en manos de Dios. Sus hermanas y quienes la conocieron la recuerdan como un apersona que irradiaba el amor de Dios, serenidad, paz, sensible y completamente dedicada a África. (Agencia Fides 20/3/2004 Líneas: 30 Palabras: 459)

Marko Makuec Shir, catequista y mártir en Kutum (Sudan)
Entre los participantes del “Curso para traumas” organizado por la parroquia de Nyala en febrero del 2003, estaba también el joven catequista Marko Makuec Shir, padre de tres niños. El curso explicaba como superar situaciones traumáticas, muy comunes en Sudan después de casi 40 años de guerra. Marko no sabía que seis meses más tarde sufriría su propia experiencia traumática, herido de muerte con una bala en Kutum, ciudad donde ejercía su ministerio desde 1998. Kutum es un centro agradable y fértil, a cerca de 80 km al norte de El Fasher, capital del estado, a una altitud de unos 800 m sobre el nivel del mar. La vida transcurre con tranquilidad en la ciudad. Pero el 23 de abril del 2003 la situación cambio de forma dramática. El Fasher fue atacada por un grupo de rebeldes que cuando se retiraron con vehículos y medios blindados, dejaron tras de si muerte y destrucción. Marko mandó a su mujer e hijos a Jartum, mientras que él permanecía en Kutum, para atender a una docena de familias cristianas y una guarnición de 500 soldados, en su mayoría cristianos. Durante el día atendía dos tiendas, situadas en una calle del centro, uno llamado “kushuk” en lengua local, y otro una cabina telefónica donde la gente se acercaba a telefonear.
El viernes 12 de agosto del 2003, los rebeldes atacaron por sorpresa la ciudad de Kutum y después de algunas horas de combate, la tomaron. Cuando el rumor de la batalla se apagó, Marko se acercó al hospital para visitar aun amigo que había sido herido. Allí se encontró con un rebelde que le pidió el carné de identidad. Mientras buscaba en el bolsillo, llegó un segundo rebelde que, sospechando que fuese un soldado, disparo de improviso y lo mató. Marko nunca había sido un soldado, pero en su centro recibía a muchos soldados para rezar. Quizá por esto, sospecharon que fuese uno de ellos. Como un verdadero dinka, Marko no tuvo miedo de arriesgar su propia vida por sus hermanos y por el evangelio. (Agencia Fides 20/3/2004 Líneas: 22 Palabras: 350)


Joe Castillo, asesinado después de 5 años de compromiso misionero por la Pastoral social y la defensa de los Derechos humanos.
Joe Castillo y su esposa Yelitza una vez terminados sus estudios en las Universidades venezolanas y animados por el Proyecto de Misioneros de Relevo, de las Obras Misionales Pontificias, salieron como misioneros al Vicariato, donde desde el comienzo en 1.998. El Vicario Apostólico Mons. Ramiro Díaz OMI, les solicitó se encargaran de la oficina de Pastoral Social y Derechos Humanos, trabajo que realizaron, aplicados y con mucho esmero; profesionales muy competentes, pues el era abogado y ella es profesora. Pasaron 5 años de arduo trabajo en dicha zona poniéndose en contacto con numerosas situaciones allí presentes que iban desde la atención a los pobres hasta la defensa de los derechos de los Pueblos Indígenas Yukpa y Barí, que habitan dichas montañas. Así mismo el conflicto colombiano tiene también sus repercusiones sobre todo en los llamados desplazados de estos sitios.
Terminado su contrato misionero los esposos Castillo decidieron irse a la ciudad de Mérida, para instalarse allá de forma mas definitiva. Sin embargo fueron violentamente embestido la tarde del 27 de agosto de 2.003, en la urbanización Tinaquillo, de Machiques. La violencia que les fue aplicada no tiene igual en la historia del Vicariato. El automóvil en el que viajaban fue rodeado por un motorizado que descargo todo la carga sobre los inermes laicos misioneros. Joe murió, la mujer y el hijo fueron gravemente heridos. El Vicariato fue objeto de presiones y amenazas posteriores que pretendieron atemorizar a los agentes de Pastoral. (Agencia Fides 20/3/2004 Líneas: 19 Palabras: 261)

Annalena Tonelli, 35 años en Africa: “comunicaba entusiasmo a todos”
“Cuando llegó por primera vez a África en 1969 parecía una jovencita, pues aparentaba menos de los 23 años que tenía. Annalena vino a Kenia para enseñar el inglés a los niños del distrito de Thomsfall, donde los Padres de la Consolata se ocupaban de muchas escuelas locales. Estaba junto con otras dos voluntarias que venían como ella de Forli, parecían entusiastas de realizar esta experiencia misionera. Entusiasmo: esto era lo que comunicaba a las persoans que la rodeaban. Daban ganas de dejar el trabajo que uno hacía para ir a ayudarla en la misión de Maralal, en la zona de las tribus y los Samburu”, donde las religiosas dirigían una escuela con internado para 164 chicas, a las que proveían de todo lo necesario, desde libros hasta vestidos.
En los años siguientes, Annalena volvió varias veces para visitar las misiones de las Religiosas de la Consolata. A la vez comprendió dentro de si que su misión estaba al servicio de los nómadas enfermos de Tuberculosis. Así, ella que era licenciada en derecho, comenzó a estudiar medicina, se especializó en enfermedades tropicales en Italia y después volvió de nuevo a África.
“Annalena era una mujer fuerte, alegre, no miraba nunca el esfuerzo” recuerda Sor Orietta. “Tenia un gran espíritu de sacrifico que la llevaba a compartir la pobreza de los hermanos a los que dedicaba todas sus energías. Dormía siempre sobre una estera, aunque en la habitación había una cama a su disposición, pero su espíritu de sacrificio era grande como su corazón”.
También Sor Floriana Lano, misionera de la Consolata en Mogadiscio de 1970 a 1991, tiene la imagen viva de una Annalena ya madura, no sólo como mujer, sino en su vocación de laica totalmente entregada al pueblo somalí. “Cuando venía a nosotras para hacer un retiro espiritual, nos contaba su trabajo en el hospital de Wajir, donde era la responsable de un proyecto de la Organización Mundial de Salud. Allí fue agredida y golpeada y sufrió algunas heridas. Cuando fuimos la hospital a verla era ella las que nos animaba a nosotras. Era una mujer que no tenía miedo y no cedía nunca a chantajes. Se decía que apenas curada volvería a trabajar. Su actividad la absorbía completamente y sus energías parecían inagotables. Era un ejemplo de dedicación incluso para nosotras religiosas”. (Agencia Fides 20/3/2004 Líneas: 26 Palabras: 395)


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