VATICANO - En el Ángelus del día de San Esteban el Papa recuerda que “el mártir cristiano, como Cristo y por la unión con él, acepta en lo más íntimo la cruz, la muerte, y la transforma en una acción de amor. Lo que desde el exterior es violencia brutal, desde el interior se transforma en un acto de un amor que se entrega totalmente”

viernes, 28 diciembre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El miércoles 26 de diciembre, el Papa Benedicto XVI salió desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico para recitar el Ángelus con los fieles reunidos en la Plaza San Pedro y recordó al primer mártir cristiano, San Esteban. Él predicaba el Evangelio en las sinagogas y realizaba milagros “con la fuerza que le daba Dios”. Fue, finalmente, lapidado a la puerta de la Ciudad, invocando el perdón para sus asesinos, exactamente como Jesús. “El profundo vínculo que une a Cristo con su primer mártir, san Esteban, es la caridad divina: el mismo Amor que impulsó al Hijo de Dios a abajarse y hacerse obediente hasta la muerte de cruz, impulsó después a los Apóstoles y a los mártires a dar la vida por el Evangelio”, recordó el Papa.
En este día, el Santo Padre ha dado un gran espacio al primer gran testimonio cristiano, el martirio: “es exclusivamente un acto de amor a Dios y a los hombres, incluidos los perseguidores”. Luego, el discurso de Benedicto XVI se amplió para comprender a todas las persecuciones contra el pueblo cristiano, “desde la primera persecución en Jerusalén, pasando por las de los emperadores romanos, hasta las multitudes de mártires de nuestros tiempos. En efecto, también hoy, desde diversos lugares del mundo, con frecuencia llegan noticias de misioneros, sacerdotes, obispos, religiosos, religiosas y fieles laicos perseguidos, encarcelados, torturados, privados de libertad o impedidos de ejercerla por ser discípulos de Cristo y apóstoles del Evangelio. A veces se sufre y se muere también por la comunión con la Iglesia universal y la fidelidad al Papa”.
Ante una violencia como esta, Benedicto XVI recuerda la fuerza del cristiano: “el sufrimiento se transforma en alegría mediante la fuerza de la esperanza que brota de la fe”. A la luz de esta esperanza, el mártir, en comunión con Cristo, “acepta en lo más íntimo la cruz, la muerte, y la transforma en una acción de amor. Lo que desde el exterior es violencia brutal, desde el interior se transforma en un acto de un amor que se entrega totalmente. La violencia se transforma en amor y, por tanto, la muerte en vida”. “El mártir cristiano actualiza la victoria del amor sobre el odio y sobre la muerte”, concluyó el Santo Padre, confiando a Santa María Reina de los Mártires todo el pueblo cristiano para que ayuda a todos a “ser testigos creíbles del Evangelio, respondiendo a los enemigos con la fuerza desarmante de la verdad y de la caridad”. (Agencia Fides - líneas 29, palabras 493)


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