INTENCIÓN MISIONERA - agosto: "Para que la Iglesia en China testimonie una cohesión interna cada vez mayor y pueda manifestar la efectiva y visible comunión con el Sucesor de Pedro” Comentario a la intención misionera indicada por el Santo Padre a cura de P. Vito Del Prete, PIME, Secretario General de la Pontificia Unión Misionera (PUM)

viernes, 27 julio 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Nunca una Carta del Santo Padre ha sido tan esperada y ha despertado tanto interés y curiosidad cuánto la escrita por Papa Benedicto XVI a los fieles de la Iglesia católica que viven en la República Popular China. Los medios de comunicación, aún aquellos de tendencia fuertemente laicista, a quienes en realidad interesa poco la vida de la Iglesia, por mucho tiempo transmitieron entrevistas a personas consideradas como acreditadas, bien informadas, acerca de la fecha de publicación, los contenidos mismos de la Carta. La verdad, me parece que no estuvieran realmente interesados a la situación de los católicos chinos y a la ayuda que aquella Carta podía dar, sino mas bien, a las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el gobierno de la República Popular China. En efecto, después de su publicación, ha disminuido mucho el interés, y siguió el silencio de la prensa.
Aquella Carta en efecto no está dirigida a las autoridades del gobierno chino, si bien está invitado incluso a tener abiertas las puertas para un diálogo sincero entre las partes. Sino que está dirigida a Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, que quieran "confirmar la fe y favorecer su unidad con los medios que son propios de la Iglesia" (4).
Son los problemas intra-eclesiales que la carta expone con delicadeza, y que aspira a solucionar, y que la Iglesia en China ya está afrontando "para superar en su interior y en sus relaciones con la sociedad civil china - tensiones, divisiones y recriminaciones" (6). Son problemas originados por la dolorosa historia de la Iglesia en China, sometida a periódicas persecuciones, de la cual la última, fue iniciada con la expulsión de todos los extranjeros a la llegada del comunismo maoísta, ha tenido también el efecto de minarla desde el interior. No fue tanto el sistema de torturas, de encarcelamientos y de condenas a muerte para inducir a los cristianos a renegar a Dios y a Cristo, que ha debilitado la Iglesia. Esto ha hecho resplandecer de ello el testimonio, que - sellada por la sangre- se convierte en semilla de otros cristianos. Pero lo que la hizo débil, lo que "continua también al presente a ser una preocupante debilidad" son las sospechas, las acusaciones recíprocas y las denuncias que se hacen los cristianos entre ellos.
Mao-Tze-Tong, en una de las máximas del Libro Rojo, afirmó que la única manera para destruir y reducir a la impotencia la Iglesia católica es romper su unidad entre todos los fieles, entre las Iglesias y su comunión con el Sumo Pontífice. Crear disensos en la comunidad, romper las uniones de fe y caridad que unen entre ellos todas las Iglesias en el mundo, y prohibir cualquier relación con el Jefe visible de la unidad del Cuerpo de Cristo, en nombre de una autonomía y una independencia nacionalistica, fueron el método y la consecuencia de este plan estratégico.
En esto un papel significativo y determinante fue desarrollado por organismos impuestos por las autoridades estatales como responsables de la vida de la comunidad católica. La referencia inmediata no parece ser más Cristo, ni tanto menos la Cabeza visible fundamento de la unidad de la Iglesia, que es el Romano Pontífice.
Un camino ya fue hecho entre las varias almas de la Iglesia en China. Poco a poco se superan las ásperas rivalidades, se apagan aquellas condenas sin llamado de una parte a la otra, acontece lentamente un camino de reconciliación, posible sólo por la purificación de la memoria y la práctica sistemática del perdón evangélico.
Es este un desafío para toda la comunidad católica en China, y no puede ser desatendida. Porque de ella también depende la eficacia de la actividad de la evangelización. También la Iglesia católica en China, en efecto, está llamada "a ser testigo de Cristo, a mirar adelante con esperanza y a medirse - en el anuncio del Evangelio con los nuevos desafíos que el Pueblo chino debe afrontar." (3). Pero la unidad y la comunión de los fieles de Cristo son la fuerza demostrativa y el objetivo al cual tiende toda la actividad evangelizadora de la Iglesia, que aspira a formar de todos los pueblos la única familia de Dios.
En este momento delicado y rico en desafíos para la Iglesia católica en la República Popular China, estamos llamados a rezar sin interrupción al Espíritu Santo, para que los Obispos, los sacerdotes, las personas consagradas y los laicos, que saben ya en su corazón qué quiere decir ser católicos, se empeñen a hacer manifiesto y laborioso aquel espíritu de comunión, de comprensión y de perdón, que es el sello visible de una auténtica existencia cristiana. (P. Vito Del Prete, PIME) (Agencia Fides 27/7/2007, Líneas: 58 Palabras: 835)


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