INTENCION MISIONERA - Julio: “Para que, conscientes de su propio deber misionero, todos los cristianos ayuden efectivamente a los que trabajan en la Evangelización de los pueblos” Comentario a la intención misionera indicada por el Santo Padre a cargo del Padre Vito Prete, PIME, Secretario general de la Pontificia Unión Misionera (PUM)

sábado, 23 junio 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Iglesia es la Comunidad de los hombres y de las mujeres convocados por la Trinidad. Es el Pueblo de Dios, que tiene que dar testimonio y proclamar la salvación traída por Cristo. Esta existe para la humanidad. Es una Iglesia que reza, es una Iglesia que anuncia, es una Iglesia que interpreta y, a la luz del Señor, ilumina y se en el curso de la historia de la humanidad, para llevar a todos los pueblos de la tierra a la salvación final.
Con el bautismo los cristianos “son consagrados para formar una casa espiritual y un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales y anunciar las maravillas de quien los llamó de las tinieblas a la luz admirable” (LG 10). Entre todos “existe una verdadera igualdad en lo referente a la dignidad y a la acción común de todos los fieles para la edificación del Cuerpo de Cristo” (LG 32). Ellos participan en la misma misión salvífica de la Iglesia, a cuyo apostolado todos están llamados por el mismo Señor. Son al mismo tiempo, testimonios vivos e instrumentos de la misión, Por los mismos dones que le han sido conferidos, se convierte en testigo e instrumento vivo, a la vez, de la misión de la misma Iglesia "en la medida del don de Cristo" (Ef. 4,7) (LG 33)
La responsabilidad de la misión es de todos, no está ligada al sexo, al estado de vida, porque coloca la persona al servicio del Reino de Dios. Cada uno tiene que llevar a la Iglesia y a la edificación del Reino de Dios todo lo que tiene y todo lo que puede hacer. Cada capacidad y potencialidad humana pueden estar puestas al servicio de la misión si se las usa en Cristo. La evangelización a los no cristianos estimula a los cristianos efectivamente a testimoniar la santidad en la realización de su específica dimensión misionera.
La misma, debe ser la ocupación y la preocupación constante de la comunidad cristiana. No puede reducirse solamente a la conclusión del compromiso pastoral, sino debe ser su constante horizonte y su paradigma por excelencia. La misión, de hecho, abre nuevos horizontes de ministerio, hace reconocer tareas de responsabilidad que tienen las distintas formas de vida cristiana, porque acerca el anuncio de Jesucristo a la historia humana, proyecta la Iglesia en el mundo, la pone en contacto dinámico y salvífico con las realidades humanas y cósmicas.
Por esto se pide a todos los fieles de no quedar encerrados en una comunidad replegada en sí misma, sino de levantar la mirada sobre el vasto mar del mundo, de tirar las redes para que cada hombre encuentre la persona de Jesús, que renueva a todos. Es necesario congregar todas las fuerzas eclesiales para este compromiso misionero: las Iglesias locales, los Obispos, los sacerdotes y religiosos, los laicos. Todos tienen que colaborar en sinergia cada uno conservando y autentificando su propia vocación, en comunión y corresponsabilidad en la misión.” Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno de vosotros es una parte de él, con su propia función. (Icor 12,27).
Sin embargo no todos están dotados de aquella vocación especial de la cual habla el Decreto Conciliar “Ad Gentes”, y son los misioneros y misioneras que parten hacia otras Iglesias y otros países para anunciar el Evangelio a los no cristianos y en los ambiente que no tienen como punto de referencia a Cristo. Es más su número disminuye. Pero el Espíritu suscitó otros sujetos misioneros: son los miembros de las Iglesias locales de los territorios de misión, que desarrollan una verdadera actividad de evangelización, son los sacerdotes y laicos Fidei Donum, son los miles de laicos (individuos o familias) que recorren los caminos del mundo, anunciando el Reino de Dios. Ellos son los testimonios de la radical vocación misionera de toda la Iglesia, que a través de ellos, desciende al lado de cada hombre para llevar la salvación integral de Cristo.
Ellos están dispersos entre la gente, como los misioneros de las primeras comunidades apostólicas, Y como aquellas, también hoy las nuevas comunidades cristianas están sometidas a persecuciones, discriminaciones, falta de medios de subsistencia. Según algunos informes son 200 millones los cristianos que arriesgan la persecución en 60 países, de Asia y África. El martirologio continúa a ser escrito por tantas personas que en nombre de Cristo y de la justicia son encarcelados, secuestrados, asesinados y padecen hambre y sed. Permanece actual el lamento del Profeta: “Por causa tuya nos ponen a muerte todo el día”.
Las misiones “son un trabajo de todos”. De hecho se pide a todos tomar parte efectivamente de la difusión del Reino de Dios, ayudando a los misioneros y a las Iglesias que “están en las fronteras, con la oración, con el testimonio y con la ayuda económica. Reconociendo que la misión es de Dios, es deber nuestro pedir sin cesar al Padre para que “Venga su Reino” y “mande operarios a su mies” que anuncien el Evangelio a toda criatura hasta los extremos confines de la tierra. El mensaje cristiano en sus actuales circunstancias de crisis del cristianismo en Occidente será convincente solo a través del testimonio de la vida personal y comunitaria de los creyentes, que son el motivo de credibilidad.
En fin, es necesario dar todo el sostén humano y financiero a los misioneros del Evangelio y a las Iglesias irradiadas en el mundo “de los gentiles”. Viven en las fronteras antropológicas y sociales de la humanidad, donde el drama de la vida es trágico y complejo. Es aquí que la Iglesia tiene que mostrar el rostro del amor de Dios, yendo al encuentro de los hombres que están afligidos en el alma y en el cuerpo. (P. Vito Del Prete, PIME) (Agencia Fides 23/6/2007, Líneas: 67 Palabras: 1005)


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