Dar una oportunidad a la paz verdadera

miércoles, 31 diciembre 2025 paz   guerra   armas   cardenales  

del Cardenal Dominique Joseph Mathieu OfmConv*

Teherán (Agencia Fides) – En la víspera de la Jornada Mundial de la Paz, que se celebra mañana y que la Iglesia católica conmemora el 1° de enero de cada año, publicamos algunas reflexiones del Cardenal Arzobispo de Teherán-Isfahán sobre la urgencia de invocar la paz como don de Dios para reencontrar caminos de convivencia y reconciliación en un mundo nuevamente dominado por retóricas belicistas y atrapado en las arenas movedizas de la carrera armamentista.

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El aumento de la retórica bélica y la carrera armamentista, en nombre de una supuesta búsqueda de la paz, perturban profundamente las conciencias.
En un mundo marcado por acusaciones de genocidio, etnocidio, crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y continuas violaciones o intimidaciones a las instituciones internacionales encargadas de custodiar la justicia y la paz entre las naciones, la tentación de dominar con la fuerza parece prevalecer sobre la justicia y el bien común.
¿Debemos entonces concluir que el conflicto y la guerra son el estado natural del hombre? ¿O más bien estamos llamados a redescubrir la vocación pacífica inscrita en el mismo corazón de la creación?

Frente a la lógica de un poder hegemónico mundial, unipolar y emocional, y de sus actores regionales que buscan recolonizar con la fuerza en lugar de con el diálogo, muchas naciones aspiran a una verdadera multipolaridad basada en el respeto mutuo y la soberanía de los pueblos.
Los hombres y mujeres de buena voluntad en todo el mundo no desean únicamente la ausencia de guerra, sino la construcción de una paz auténtica y duradera, arraigada en la justicia, la verdad y la misericordia.
Una paz impuesta por el miedo o la coacción no es una verdadera paz, sino una falsificación de la misma, que se sostiene sobre la injusticia y genera desconfianza y división.

La verdadera paz, en cambio, se construye mediante el diálogo y el respeto a la soberanía de las partes directa o indirectamente involucradas, en un espíritu de buena vecindad. Requiere una verdadera comunión basada en la búsqueda de la verdad a través del diálogo -palabras que permiten el encuentro entre adversarios- e implica un proceso de conversión mediante obras de perdón y compromiso con la justicia social.
La verdadera paz, afirmaba el papa León XIV durante el Jubileo de la espiritualidad mariana, “no es disuasión sino fraternidad; no es un ultimátum, sino diálogo. No vendrá como fruto de la victoria sobre el enemigo, sino como resultado de semillas de justicia y de perdón valiente.”

La fe cristiana nos recuerda que Cristo mismo, frente a la violencia, se negó a responder con la fuerza: “Vuelve tu espada a su lugar” (Mt 26,52). Su paz no es frágil ni pasajera, sino eterna y fecunda, porque viene de Dios.
Los poderosos del mundo a veces construyen sus imperios sobre la riqueza y el miedo. Sin embargo, como denunciaba el profeta Oseas, “Sembraron viento” (Os 8,7).
Confiando en sus riquezas y en la ayuda de naciones paganas, hicieron tratados imprudentes con Asiria en lugar de confiar en Dios (cfr. Os 8,9). Olvidan que toda paz duradera no se funda en las armas, sino en la confianza en Dios. La paz nace del corazón humilde que elige el servicio en lugar de la dominación.

Jesús no niega la realidad de la violencia que lo rodea; la reconoce, pero se niega a responder con la fuerza. Nos recuerda que deberemos enfrentar oposiciones, incluso en nuestro propio entorno. La verdadera paz que Él nos enseña no teme las acusaciones, porque descansa en el Espíritu de Dios en nosotros. No es la paz temporal proclamada por falsos profetas, sino aquella que dura para siempre, traída por el Mesías.

Cristo llama a cada creyente a vivir la fe en el rechazo de la violencia y en el amor activo. Ser artesanos de paz y dar una oportunidad a la verdadera paz significa transformar nuestras armas interiores -ira, rencor, miedo- en instrumentos de paz y reconciliación, haciendo de nuestros corazones campos de misericordia donde la justicia y la caridad se abracen para el bien común.

Al elogiar a los operadores de paz, el papa León XIV decía: “¡Ánimo, adelante, ustedes que construyen las condiciones para un futuro de paz, justicia y perdón; sean mansos y decididos, no se rindan!”. Ninguna ideología, ninguna razón de Estado, ninguna fe puede jamás justificar el homicidio o el odio.
Que la Jornada Mundial de la Paz nos encuentre unidos en la oración y en la acción, decididos a hacer de nuestros corazones moradas de fraternidad, donde la justicia y la caridad se abracen. (Agencia Fides 31/12/2025)

* Arzobispo de Teheran- Isfahan


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