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Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Iglesia de Roma “fue generada por el testimonio de los apóstoles Pedro y Pablo y fecundada por su sangre y la de muchos otros mártires”. Ellos también fueron pobres pecadores, con sus errores y contradicciones. Y lo que los hizo grandes fue el perdón de Cristo, quien los moldeó “de conversión en conversión” y, “más de una vez, los buscó para encaminarlos de nuevo hacia su camino”. Porque “Jesús nunca llama solo una vez”. Y por eso, “como nos recuerda también el Jubileo, todos podemos esperar siempre”.
Así, el Papa León XIV ha unido el pasado y el presente, la gloria de los Apóstoles con el testimonio de los mártires de hoy, y también con el fervor de los peregrinos que vienen de todo el mundo a venerar sus reliquias en la Ciudad Eterna, con motivo del Año Jubilar. Lo ha hecho este domingo 29 de junio celebrando la gran fiesta de los santos Pedro y Pablo, patronos de Roma. Primero con la solemne liturgia eucarística presidida en la Basílica Vaticana, y luego con la breve catequesis ofrecida antes de recitar el Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico con una plaza de San Pedro repleta de romanos y peregrinos, a pesar del calor sofocante.
El ministerio de unidad del Obispo de Roma
También en nuestros días, en todo el mundo —ha destacado el Papa Prevost refiriéndose al martirio de Pedro, Pablo y los Santos Mártires de Roma— “hay cristianos a quienes el Evangelio hace generosos y audaces incluso a costa de sus vidas”. Como recordó el Papa Francisco, “existe un ecumenismo de sangre, una unidad invisible y profunda entre las Iglesias, que aún no viven una comunión plena y visible entre sí”. “El servicio episcopal” del Obispo de Roma —aseguró el Sucesor de Pedro— “es un servicio a la unidad, dado que "a Iglesia de Roma está comprometida, por la sangre de los santos Pedro y Pablo, a servir a la comunión entre todas las Iglesias”.
La piedra sobre la que se funda la Iglesia —ha subrayado el Papa León, justificando el martirio que marca todo el acontecimiento cristiano en la historia del mundo— “es Cristo mismo”. “Una piedra rechazada por los hombres y que Dios ha convertido en piedra angular”. Las Basílicas Papales de San Pedro y San Pablo, construidas cerca de los lugares del martirio de los dos Apóstoles —ha indicado el Pontífice—, “nos muestran cómo esa inversión continúa siempre. Están situadas en los límites de la ciudad antigua, ‘extramuros’, como se dice hasta el día de hoy. Lo que nos parece grande y glorioso fue primero rechazado y expulsado, porque contradice la mentalidad mundana”. De la misma manera, “quien sigue a Jesús se encuentra caminando por el camino de las Bienaventuranzas, donde la pobreza de espíritu, la mansedumbre, la misericordia, el hambre y la sed de justicia, y el trabajo por la paz, encuentran oposición e incluso persecución. Y, sin embargo, la gloria de Dios brilla en sus amigos y los moldea a lo largo del camino, de conversión en conversión”. Y en las “tumbas de los Apóstoles, un destino milenario de peregrinación, también nosotros descubrimos que podemos vivir de conversión en conversión”.
“Jesús nunca llama solo una vez”
El mismo camino “de conversión en conversión” —ha afirmado el Papa Prevost— lo experimentaron los propios Apóstoles. En el Nuevo Testamento, “los errores, las contradicciones y los pecados de quienes veneramos como los más grandes Apóstoles no se han ocultado”, ha dicho el Pontífice, sino que “de hecho, su grandeza fue moldeada por el perdón. El Resucitado, más de una vez, los buscó para reconducirlos a su camino”. Porque “Jesús nunca llama solo una vez. Por eso, todos podemos siempre esperar, como nos recuerda también el Jubileo”. Y también la unidad en la Iglesia y entre las Iglesias “se nutre del perdón y la confianza mutua, empezando por nuestras familias y nuestras comunidades. Si Jesús confía en nosotros, también nosotros podemos confiar los unos en los otros en su Nombre”.
Las disputas entre Pablo y Pedro
En la homilía leída durante la solemne liturgia celebrada esta mañana en la Basílica Vaticana, el Papa León, al recordar la vida de los dos santos patronos de Roma, recordó que la comunión eclesial, don del Espíritu Santo, no borra las diferencias ni los posibles desacuerdos. “Simón era un pescador de Galilea; Saulo, en cambio, era un intelectual riguroso perteneciente al partido de los fariseos. El primero lo deja todo inmediatamente para seguir al Señor; el segundo persigue a los cristianos hasta que es transformado por Cristo Resucitado; Pedro predica sobre todo a los judíos; Pablo se siente impulsado a llevar la Buena Nueva a los gentiles”. Entre ambos “no faltaron conflictos en cuanto a la relación con los paganos, hasta el punto de que Pablo afirma: ‘Cuando Cefas llegó a Antioquía, me opuse a él cara a cara porque estaba equivocado’. Y esta cuestión, como sabemos, será abordada por el Concilio de Jerusalén, en el que los dos Apóstoles volverán a enfrentarse”. Ambos “han recorrido caminos diferentes, han tenido ideas distintas, a veces se han enfrentado y chocado con franqueza evangélica. Sin embargo, “esto no les ha impedido vivir ‘la concordia Apostolorum’, es decir, una comunión viva en el Espíritu, una armonía fructífera en la diversidad”. Precisamente porque la comunión eclesial “nace del impulso del Espíritu, une la diversidad y crea puentes de unidad en la variedad de carismas, dones y ministerios”.
Y vivir la comunión de esta manera —ha seguido el Pontífice— puede garantizar que “la variedad de dones, reunidos en la confesión de la única fe, contribuya a la proclamación del Evangelio”. Esto es lo que “necesita la Iglesia”; lo que “necesitan las relaciones entre laicos y sacerdotes, entre sacerdotes y obispos, entre obispos y el Papa; así como lo necesitan la vida pastoral, el diálogo ecuménico y la relación de amistad que la Iglesia desea mantener con el mundo”.
Las preguntas de Jesús y la vitalidad de la fe
Los acontecimientos de Pedro y Pablo —ha dicho el Papa León— “interpelan el presente de la Iglesia «también sobre la vitalidad de nuestra fe”. En el centro del pasaje del Evangelio según Mateo leído hoy durante la liturgia, destaca la pregunta dirigida por Jesús a los Apóstoles: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’. Cada día, en cada momento de la historia —ha exhortado el Pontífice— “debemos prestar siempre atención a esta pregunta. Si no queremos que nuestro ser cristianos se reduzca a un legado del pasado, como tantas veces nos ha advertido el Papa Francisco”.
Durante la liturgia celebrada en la Solemnidad de los Santos Patronos de Roma, el Papa León también impuso el Palio a 54 nuevos Arzobispos Metropolitanos, un signo y un gesto —ha asegurado— que “al recordar la tarea pastoral que se os ha confiado, expresa la comunión con el Obispo de Roma”. El Papa León XIII también ha saludado a los miembros del Sínodo de la Iglesia greco-católica ucraniana presentes en la liturgia eucarística, y a la delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, enviada por el Patriarca Bartolomé, “queridísimo hermano”, y encabezada por el Metropolitano Emmanuel de Calcedonia (en la foto, en el momento del saludo con el Papa León).
(GV) (Agencia Fides 29/6/2025).