Caritas Papua Nuova Guinea
Kundiawa (Agencia Fides) – En la provincia de Simbu, en Papúa Nueva Guinea, la llamada violencia relacionada con las acusaciones de brujería representa una de las formas más graves y espantosas de agresión entre familias y tribus. «Es una forma de violencia contra personas o familias», explica Judy Gelua, coordinadora diocesana de Cáritas en la diócesis de Kundiawa.
«En las Tierras Altas de Papúa Nueva Guinea se registran cada año cientos de casos que no se denuncian. Simbu es una de las provincias más afectadas, probablemente el lugar desde donde la tortura y el asesinato de mujeres se han extendido a toda la región en los últimos veinte años», escribe el padre Giorgio Licini, misionero del Pontificio Instituto Misionero Extranjero (PIME), en una nota enviada a la Agencia Fides.
Cáritas en Simbu ha gestionado veinticinco casos en 2024, de los cuales quince fueron denunciados ante la oficina jurídica de la diócesis de Kundiawa, que ofrece asistencia legal gratuita. Según Gelua, el conocimiento de que se puede ser enjuiciado por atacar a alguien bajo la acusación de brujería actúa como elemento disuasorio.
Monseñor Paul Sundu, obispo de la diócesis de Kundiawa, señala que estas acusaciones suelen tener motivaciones instrumentales: «Por envidia o codicia, se acusa a personas de brujería para deshacerse de enemigos o bloquear su éxito en los negocios, la educación o la política».
El padre Christian Sieland, biblista y sacerdote en Kundiawa, indica que las creencias sobre la brujería «están profundamente arraigadas en la mentalidad tanto de la gente sencilla como de personas instruidas». «Se necesitará más de una generación para erradicarlas», afirma. Según explica, estas creencias se alimentan de la falta de conocimientos científicos sobre las causas reales de las enfermedades. «La gente tiende a culpar a miembros de la comunidad. Los médicos deben intervenir con una adecuada educación sanitaria y siempre proporcionar certificados de defunción», añade el padre Licini.
También las dinámicas familiares influyen en esta violencia. Un grupo de madres católicas que se reúnen regularmente en la catedral de Kundiawa señala que la poligamia y la infidelidad conyugal desempeñan un papel importante. Cuando un hombre toma una esposa más joven, la primera esposa -a menudo con hijos adultos- sufre discriminación. El marido la descuida y la nueva esposa intenta desplazarla. Ante una muerte repentina o un accidente en el pueblo, la joven puede acusar de brujería a la anciana indefensa y así deshacerse de ella.
La violencia por acusaciones de brujería suele estar ligada a la violencia de género, otra preocupación grave para Cáritas Simbu. «Las raíces de esta violencia hay que buscarlas en una mentalidad tribal ancestral que entra en conflicto con las condiciones sociales y culturales actuales», señala el padre Licini. La pobreza, la falta de oportunidades, la marginación y la desesperación de muchos jóvenes alimentan este fenómeno. «La vida tradicional de las aldeas, bien estructurada, ha sido sustituida por la movilidad, el pluralismo y el consumismo de la cultura moderna».
Frente a esta realidad, algunas organizaciones locales tratan de sanar el conflicto desde la base. Una de ellas es el Kunabau Leaders Peace Team, surgida de tribus de la zona de Mingende -de tradición católica-, que ha logrado restaurar la paz en una comunidad remota afectada por una guerra tribal con víctimas.
Judy Gelua subraya la importancia de una amplia red de contactos para promover el cambio en los tres principales focos de violencia: brujería, violencia de género y conflictos tribales. Gracias a la colaboración con agencias institucionales, Cáritas Simbu imparte orientación sobre derechos humanos, construcción de la paz y protección de menores, mujeres y personas vulnerables a estudiantes, profesores, padres y miembros de consejos escolares. Como resultado, el nivel de violencia va disminuyendo lentamente, aunque -según el padre Licini- «aún se requiere un trabajo intenso de educación y sensibilización».
El obispo Paul Sundu y la coordinadora de Cáritas Judy Gelua insisten en la necesidad de un enfoque pastoral: «Para desactivar la violencia –afirman- es necesario un cambio personal, que parta del corazón. Este cambio puede nacer del compartir la Palabra de Dios, la oración, la formación cultural y espiritual. Se trata de iniciar un proceso de purificación de una inclinación profundamente arraigada a la violencia», centrado en la dignidad de la persona humana.
(PA) (Agencia Fides 21/6/2025)