Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El anuncio del Evangelio llega a las personas «desde fuera». Partió de los Apóstoles, desde las tierras de Asia Menor, y se extendió hacia otras regiones, como Europa. Y el tesoro que transmite no es una doctrina religiosa ni un modelo moral, sino Cristo mismo, con su carne. Así lo ha recordado hoy el papa León XIV, en la catequesis impartida durante la primera de sus audiencias jubilares, retomando la serie de audiencias especiales para los peregrinos del Jubileo de la Esperanza que el papa Francisco había iniciado en enero, con la intención de proponer cada vez un aspecto particular de la virtud teologal de la esperanza y una figura espiritual que la haya testimoniado.
El Papa ha recordado que «Nos une la esperanza transmitida por los apóstoles desde el principio. Los apóstoles vieron en Jesús la unión de la tierra con el cielo: con los ojos, los oídos y las manos acogieron el Verbo de la vida».
Ante la multitud de miles de personas reunidas en la Basílica de San Pedro, el Papa Prevost ha recordado en particular la figura y la historia de San Ireneo de Lyon, el gran obispo y mártir de Lyon, nacido en Esmirna, discípulo de San Policarpo, que en el siglo II ayudó a toda la Iglesia naciente a escapar del peligro de que la fe cristiana fuera desnaturalizada por sus interpretaciones de matriz gnóstica.
Esperar -ha dicho el Papa León, refiriéndose al aspecto de la esperanza tema central de la catequesis de hoy- es también «conectar». Ireneo, nacido en Asia Menor, «se formó entre aquellos que habían conocido directamente a los Apóstoles. Luego vino a Europa, porque en Lyon ya se había formado una comunidad de cristianos procedentes de su misma tierra», y es bueno recordarlo en Roma, en Europa -ha proseguido el Sucesor de Pedro-, que «el Evangelio fue traído a este continente desde fuera», y también hoy «las comunidades de migrantes son presencias que avivan la fe en los países que las acogen».
El Evangelio, ha subrayado el obispo de Roma, «viene de fuera. Ireneo conecta Oriente y Occidente. Esto ya es un signo de esperanza, porque nos recuerda cómo los pueblos siguen enriqueciéndose mutuamente».
Ireneo, sin embargo, ha continuado el Pontífice, «tiene un tesoro aún mayor que ofrecernos». Ante las divisiones doctrinales que encontró en el seno de la comunidad cristiana, los conflictos internos y las persecuciones externas, ha destacado el Pontífice, el santo obispo de Lyon «centró cada vez más su atención en Jesús. Se convirtió en un cantor de su persona, más aún, de su carne. Reconoció, de hecho, que en Él lo que a nosotros nos parece opuesto se recompone en unidad».
«Jesús»», ha continuado el Papa Prevost, «no es un muro que separa, sino una puerta que nos une. Es necesario permanecer en Él y distinguir la realidad de las ideologías».
Ireneo recordó y recuerda a toda la Iglesia que la salvación no proviene de especulaciones teóricas y caminos de conocimiento, sino de la humanidad de Cristo y de su carne.
«También hoy», ha recalcado el papa León, «las ideas pueden enloquecer y las palabras pueden matar. La carne, en cambio, es aquello de lo que todos estamos hechos; es lo que nos une a la tierra y a las demás criaturas. La carne de Jesús debe ser acogida y contemplada en cada hermano y hermana, en cada criatura. Escuchemos el grito de la carne, sintámonos llamados por nuestro nombre por el dolor ajeno. El mandamiento que hemos recibido desde el principio es el del amor mutuo. Está escrito en nuestra carne, antes que en cualquier ley».
E «Ireneo, maestro de unidad», ha añadido el Pontífice, «nos enseña a no contraponer, sino a conectar». Porque «distinguir es útil, pero dividir nunca. Jesús es la vida eterna entre nosotros: él reúne los opuestos y hace posible la comunión».
Después de la catequesis, y antes de saludar a los peregrinos de lengua italiana, el Papa León ha leído un llamamiento sobre el nuevo conflicto que se ha desatado en Oriente Medio tras el ataque de Israel a Irán. «La situación en Irán e Israel se ha deteriorado gravemente», ha dicho el Papa, «y en un momento tan delicado deseo renovar con fuerza un llamamiento a la responsabilidad y a la razón. El compromiso de construir un mundo más seguro y libre de la amenaza nuclear», ha añadido el Sucesor de Pedro, «debe perseguirse a través de un encuentro respetuoso y un diálogo sincero, para edificar una paz duradera, basada en la justicia, la fraternidad y el bien común. Nadie debería amenazar jamás la existencia del otro. Es deber de todos los países apoyar la causa de la paz, iniciando caminos de reconciliación y favoreciendo soluciones que garanticen la seguridad y la dignidad para todos».
(GV) (Agencia Fides 14/6/2026)
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