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Por Victor Gaetan*
Desde 2011, las buenas noticias son una rareza para Siria.
Devastada por más de una década de guerra, asediada por la pobreza y la pandemia, el 6 de febrero se sumó un nuevo tormento cuando un terremoto causó la muerte de unas seis personas que vivían cerca de la frontera noroccidental con Turquía y provocó el desplazamiento de más de 330.000 personas. También fue golpeada de nuevo Alepo, la mayor ciudad de la región, que durante mucho tiempo fue un centro importante del cristianismo en aquellas tierras.
La repentina y enésima catástrofe ha colocado a Siria al centro de las preocupaciones, especialmente de sus vecinos, entre ellos Arabia Saudí, acusada en el pasado de ayudar a fomentar el levantamiento contra el presidente Bashar al Assad suministrando armas a los rebeldes sirios.
Como consecuencia directa de la crisis humanitaria, la Liga Árabe, integrada por 22 países, ha puesto fin al aislamiento regional de Siria: Assad ha sido recibido personalmente en la reunión que la Liga ha celebrado en Yeda (Arabia Saudí) el mes pasado, donde ha podido dirigirse de nuevo a los miembros de la organización que le expulsaron hace 12 años.
Se trata de un avance sorprendente y positivo, que la Santa Sede también puede acoger con satisfacción, ya que la esta exhorta asimismo a Occidente a dar un paso adelante y poner fin a las sanciones que paralizan la economía siria.
Cuando prevalece la diplomacia
La llegada de un nuevo temblor sísmico ha provocado respuestas inmediatas de los líderes árabes: el presidente egipcio, Abdel Fattah al Sisi, llamó a Assad al día siguiente. Una semana después, el ministro jordano de Asuntos Exteriores, Ayman Safadi, voló a Damasco, estableciendo el primer contacto diplomático directo de este nivel desde el inicio del conflicto sirio en 2011.
En pocas semanas, una delegación de parlamentarios árabes, entre ellos el Presidente del Parlamento iraquí, Muhammad al-Halbousi, Presidente de la Unión Interparlamentaria Árabe, aterrizó en la capital siria: “No podemos prescindir de Siria, y Siria no puede prescindir de su entorno árabe, al que esperamos que pueda volver”, ha declarado Halbousi a The Arab Weekly.
A finales de marzo, en Ammán (Jordania), un amplio abanico de entidades nacionales e internacionales interesadas estudiaron posibles opciones políticas para Siria, entre ellas representantes de Naciones Unidas, la Unión Europea, Turquía, Francia, Alemania e incluso Estados Unidos. Sin embargo, los miembros de la Liga Árabe insistieron en que las directrices y decisiones relativas a Siria debían tomarse a nivel regional: "Las naciones árabes deben tomar la iniciativa de iniciar los debates para resolver la crisis siria", ha subrayado Safadi.
El fundamento de la "Iniciativa jordana", un plan para reincorporar a Siria a las estructuras políticas regionales, es el principio de reciprocidad. A cambio de la normalización y la ayuda humanitaria, el gobierno de Assad se compromete a acelerar la reintegración de los refugiados (más de 663.000 refugiados sirios están en Jordania, 865.000 en Líbano y hasta 3,6 millones en Turquía), a controlar el contrabando de drogas y armas y a iniciar una reforma de la seguridad para desmantelar las milicias irregulares.
Las negociaciones finales ya estaban evidentemente en marcha cuando, el 12 de abril, el ministro de Exteriores sirio voló a Yeda para reunirse con el ministro de Exteriores de Arabia Saudí, que correspondió a la visita viajando a Damasco el 18 de abril. También en este caso se trataba de las primeras conversaciones diplomáticas organizadas en Arabia Saudí en las que participaba Siria desde el estallido de la guerra en 2011.
El 7 de mayo, una asamblea de ministros de Asuntos Exteriores de la Liga Árabe celebrada en El Cairo votó a favor de invitar formalmente al gobierno de Assad a reincorporarse al foro regional, fundado en 1945 por seis países árabes, entre ellos Siria.
La Santa Sede nunca ha aislado a Siria
La Santa Sede y las Iglesias de Oriente Próximo llevan años pidiendo el fin del aislamiento de Siria y actuando en consecuencia.
El año pasado, el cardenal Mario Zenari, nuncio apostólico en Siria, describió el conflicto como “la catástrofe humanitaria más grave provocada por el hombre desde el final de la Segunda Guerra Mundial”, lamentando la falta de atención de la comunidad internacional a la paz y la reconstrucción económica del país. Sus declaraciones se produjeron en una conferencia (Church, House of Charity: Synodality and Coordination), organizada en Damasco por la Congregación (ahora Dicasterio) para las Iglesias Orientales, un encuentro que reunió en la capital siria a organizaciones humanitarias católicas y a representantes de las iglesias locales. Al término de la conferencia, los responsables de las organizaciones católicas de asistencia se reunieron con el presidente Assad, quien elogió su labor, sobre todo porque la ofrecen a todos los sirios, independientemente de su fe. El encuentro correspondió a los criterios tradicionalmente seguidos y apoyados por la Santa Sede, aquellos que consideran que el diálogo es esencial, siempre y en todas partes.
Un mes antes del inicio del pontificado del Papa Francisco, en febrero de 2013, el cardenal libanés Bechara Boutros Raï se convirtió en el primer patriarca maronita en setenta años que visitaba Damasco. El Patriarca maronita asistió a la toma de posesión del nuevo Patriarca de la Iglesia greco-ortodoxa de Antioquía, Juan X Yazigi, participando en una celebración que se convirtió en una demostración de unidad entre los líderes cristianos ortodoxos y católicos frente al extremismo que desgarraba el país.
El Papa Francisco se reunió con todos los Patriarcas de las Iglesias de rito oriental en los ocho meses transcurridos desde su elección, y se mostró solícito en apoyarlos. El Papa también se ha mostrado confiado en su percepción de la realidad y la situación sirias, y no se ha alineado con las estrategias occidentales que persiguen la política del “cambio de régimen”.
Diplomacia del encuentro en Oriente Medio
El proceso seguido por los miembros de la Liga Árabe para reintegrar a Siria tras la catástrofe natural refleja los principios seguidos por la diplomacia vaticana.
En primer lugar, se procedió mediante amplias consultas personales. Y para Francisco, el encuentro cara a cara permite transformaciones del corazón y nuevas simpatías entre puntos de vista diferentes. Este es el paso delicado y crítico: la cultura del encuentro debe entenderse como una descripción de encuentros reales entre personas reales. Es un programa de acción, no una teoría.
En segundo lugar, el proceso se ha construido paso a paso. Los países han colaborado para lograr resultados concretos, lo que ha aumentado la confianza. Uno de los pasos más importantes que hizo posible la reconciliación de la Liga Árabe con Siria fue el avance diplomático del 10 de marzo: Arabia Saudí, de mayoría suní, e Irán, de mayoría chií, anunciaron que restablecerían lazos y relanzarían un acuerdo de seguridad. La rivalidad entre los dos poderosos países ha alimentado hasta ahora el conflicto regional en Siria, Líbano y Yemen.
En tercer lugar, la normalización de las relaciones árabes con Siria es un ejemplo de subsidiariedad, es decir, refleja la idea de que los problemas políticos deben resolverse, siempre que sea posible, a nivel local y regional, en el nivel más bajo de toma de decisiones, con la participación de muchas partes interesadas. "El principio de subsidiariedad permite a cada uno asumir su papel en el cuidado y el destino de la sociedad", ha dicho el Papa Francisco durante una audiencia general.
Por último, los protagonistas no han esperado la aprobación de las potencias occidentales, que hasta ahora se han opuesto a este abrazo con Siria. A pesar de ser aliada de Estados Unidos, Arabia Saudí, por ejemplo, se ha opuesto a las preferencias estadounidenses para pilotar los recientes esfuerzos de normalización de Siria. Lo que se hace eco de la práctica vaticana es la idea de que los países deben esforzarse por alcanzar la paz, sin saber de antemano cuáles serán los resultados exactos; lo importante es iniciar un proceso hacia unas mejores relaciones internacionales.
¿Poner fin a las sanciones?
La Liga Árabe es ante todo una alianza política poco unida. No tiene poder para aliviar con rapidez las numerosas emergencias de Siria: una población que experimenta una inseguridad alimentaria y sanitaria masiva, con un asombroso 90% viviendo en la pobreza.
Según muchos expertos, Siria está condenada a un sufrimiento generalizado, que afecta a casi todos los sirios, mientras Occidente continúe imponiendo sanciones al país. Las sanciones se aplican también a la reconstrucción económica.
Representantes de la Santa Sede, jefes de comunidades cristianas locales (entre ellos el Patriarca greco-católico melquita Youssef I) y representantes de alto nivel de las Naciones Unidas han deplorado las sanciones punitivas contra Siria porque castigan a las poblaciones empobrecidas y complican las labores de socorro.
El Consejo de Iglesias para Oriente Medio, que incluye a las principales comunidades católicas de la región, ha lanzado una severa advertencia: “Instamos a que se levanten inmediatamente las sanciones impuestas a Siria y se permita el acceso a todos los bienes necesarios, para que las sanciones no se conviertan en un crimen contra la humanidad”.
*Victor Gaetan es Senior Correspondent del National Catholic Register y se ocupa de cuestiones internacionales. Escribe también para la ribista Foreign Affairs y ha colaborado con Catholic News Service. La Asociación de prensa católica de América del Norte ha otorgado a sus artículos cuatro premios, entre ellos por excelencia individual. Gaetan ha conseguido una licenza (B.A.) en Estudios Otomanos y Bizantinos en la Universidad de la Sorbona de Paris, un M.A. en la Fletcher School of International Law and Diplomacy y un doctorado en Ideología en la Literatura en la Tufts University. Es autor del libro God’s Diplomats: Pope Francis, Vatican Diplomacy, and America's Armageddon (Rowman & Littlefield, 2021). Su sitio web es VictorGaetan.org