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Jartum (Agencia Fides) – En Sudán, la guerra iniciada en 2023 ha desencadenado una de las mayores crisis humanitarias de nuestro tiempo. El conflicto entre las Fuerzas de Apoyo Rápido (Rapid Support Force - RSF) y el ejército regular ha impactado todos los aspectos de la vida nacional. Entre los sectores más afectados figuran la ganadería y la agricultura, que ya antes del estallido bélico arrastraban graves problemas y limitaciones.
La ganadería es un pilar económico en todo el Sahel, de este a oeste, y forma parte esencial de la identidad cultural de sus pueblos. Es habitual que los pastores crucen las fronteras con sus rebaños en busca de pastos. En el caso de Sudán, este sector ha sufrido especialmente en Darfur y Kordofán, al oeste del país. Muchos pastores que lograron huir encontraron refugio en países vecinos como la República Centroafricana, amparados por los Acuerdos para el Pastoreo Transfronterizo, firmados con la Unión Africana para regular este movimiento entre Estados. Estas directrices, publicadas en 2022, promueven la cooperación continental en materia de pastoreo.
Para quienes han marchado de Sudán, la reubicación en otros países les ha traído beneficios inmediatos para sus actividades. Sin embargo, quienes han permanecido en las zonas de conflicto -especialmente las mujeres- se han enfrentado con un deterioro de la seguridad alimentaria, acompañado de un aumento de la violencia doméstica, los matrimonios forzados y el matrimonio infantil, según el diario local Dabanga.
En cuanto a la agricultura, la guerra ha golpeado con fuerza el polo agrícola de Managil, en el estado de El Gezira, al sur de Jartum. Los agricultores denuncian que la caída de la producción se debe a la ocupación de la zona por las RSF. El cambio de cultivos y la reducción del rendimiento han agravado la situación. Según testimonios recogidos por Dabanga, desde que las RSF tomaron la capital estatal, Wad Madani, a finales de 2023, dejaron de llegar los suministros de semillas y fertilizantes que antes recibían como pago por sus cosechas. A esto se suma la irregularidad de las lluvias, las inundaciones y las riadas, que han destruido campos y cosechas.
Hussein Saad, representante de la Alianza de Agricultores de Gezira y Managil, recuerda que antes de 2023 las condiciones de trabajo eran mejores, tanto en el suministro de semillas como en los costes de producción. Hoy, los fertilizantes cuestan seis veces más y el arado se ha triplicado de precio, lo que ha reducido la superficie cultivada de medio millón a apenas 150.000 acres en la temporada de verano.
Aunque reconoce que muchos problemas ya existían antes de la guerra, especialmente en la gestión de los recursos hídricos, Saad denuncia que las RSF, en las zonas que controlan, no solo restringen los suministros, sino que imponen nuevas cargas económicas. Entre ellas, un impuesto sobre la cosecha de 60.000 libras egipcias y, en algunos casos, multas de hasta 1.750.000 libras para quienes no lo pagan.
(CG) (Agencia Fides 13/8/2025)