VIAJE APOSTÓLICO - El Papa en Indonesia: pasajes clave del discurso a Obispos, sacerdotes, religiosos y catequistas

miércoles, 4 septiembre 2024

Vatican Media

Yakarta (Agencia Fides) - «Fe, fraternidad, compasión». Sobre estas tres palabras, que componen el lema elegido para esta Visita Apostólica, gira todo el discurso pronunciado por el Papa Francisco en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Yakarta, donde se ha reunido con los Obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, seminaristas y catequistas indonesios.

A su llegada a la Catedral, el Pontífice ha sido recibido por una multitud jubilosa. Muchos se han acercado con la esperanza de poder estrecharle la mano. Algunos han conseguido hacerse un selfie. Uno a uno, Francisco ha saludado a los niños que le aguardaban en el patio de la iglesia ondeando banderas vaticanas e indonesias.

A continuación, Francisco ha entrado en la catedral junto con el cardenal Ignatius Suharyo Hardjoatmodjo, arzobispo de Yakarta, Antonius Subianto Bunyamin, O.S.C., presidente de la Conferencia Episcopal de Indonesia, y el párroco. El Papa ha besado el crucifijo y ha rociado con agua bendita a los presentes. Luego, entre las dos alas de la multitud, ha recorrido la nave, repartiendo sonrisas y apretones de manos.

Tras los saludos, cantos y testimonios de un sacerdote, una religiosa y dos catequistas, el Papa ha tomado la palabra, antes del discurso oficial, para pronunciar un elogio dedicado a los catequistas: «La Iglesia la llevan adelante los catequistas. Los catequistas son los que van adelante. Luego vienen las religiosas, luego los sacerdotes y los obispos. Los catequistas son la fuerza de la Iglesia. Una vez, un presidente de una república africana fue bautizado por su padre catequista. La fe se transmite en casa, en dialecto. Y los catequistas, junto con las madres y las abuelas, transmiten la fe».

A continuación, los pasajes más destacados del discurso pronunciado inmediatamente después:
El lema elegido para esta Visita Apostólica es «Fe, Fraternidad, Compasión». Pienso que son tres virtudes que expresan bien tanto vuestro camino de Iglesia como vuestro carácter en cuanto pueblo, étnica y culturalmente bien diversificado, pero al mismo tiempo caracterizado por una innata tendencia hacia la unidad y la convivencia pacífica, como testimonian los principios tradicionales de la Pancasila. Por eso, quisiera reflexionar con ustedes sobre estas tres palabras.

La primera es fe. Indonesia es un país grande, con abundantes recursos naturales. Una riqueza como esta puede servir para evocar a Dios, a su presencia en el cosmos y en nuestra vida, como nos enseña la Sagrada Escritura.

Es el Señor, en efecto, quien nos da todo esto. No hay un centímetro del maravilloso territorio indonesio, ni un instante de la vida de cada uno de sus millones de habitantes que no sea don suyo, signo de su amor gratuito y providente de Padre. Y mirar todo esto con humildes ojos de hijos nos ayuda a creer, a reconocernos pequeños y amados y a cultivar sentimientos de gratitud y responsabilidad.

La segunda palabra es fraternidad. Una poetisa del siglo pasado usó una expresión muy hermosa para describir esta actitud; escribió que ser hermanos quiere decir amarse reconociéndose «diferentes cual dos gotas de agua». Y es justo así. No hay dos gotas de agua iguales, ni hay dos hermanos, ni siquiera gemelos, completamente idénticos. Vivir la fraternidad, entonces, significa acogerse mutuamente reconociéndose iguales en la diversidad.

También esto es un valor estimado en la tradición de la Iglesia indonesia, y se manifiesta en la apertura con la que esta se relaciona con las diferentes realidades que la componen y la rodean, tanto en el ámbito cultural, étnico, social y religioso, como valorando el aporte de todos y ofreciendo generosamente el suyo en cada contexto.

Anunciar el Evangelio no significa imponer o contraponer la propia fe a la de los demás, sino dar y compartir la alegría del encuentro con Cristo, siempre con gran respeto y afecto fraterno por cada persona.

Y llegamos a la tercera palabra: compasión. La compasión no consiste en dar limosna a hermanos y hermanas necesitados mirándolos de arriba hacia abajo, desde la “torre” de las propias seguridades y privilegios, sino al contrario, en hacernos cercanos unos a otros, despojándonos de todo lo que puede impedir inclinarnos para entrar realmente en contacto con quien está caído, y así levantarlo y devolverle la esperanza. Y esto no significa ser comunista, significa caridad, significa amor.

Hay quien le teme a la compasión, porque la considera una debilidad. Pero esto es una forma equivocada de ver la realidad. Lo que hace que el mundo siga adelante no son los cálculos de los propios intereses -que en general terminan destruyendo la creación y dividiendo a las comunidades-, sino la caridad prodigada. La compasión no ofusca la visión auténtica de la vida, al contrario, nos hace ver mejor las cosas, a la luz del amor.

Os animo a vivir vuestra misión fortalecidos en la fe, abiertos a todos. A todos, todos, todos. Me llama mucho la atención el relato evangélico cuando los invitados no quieren asistir al banquete. ¿Se amarga Dios? No, envía a los suyos a la encrucijada y dice: que vengan todos, todos. Esto es algo muy hermoso.
(F.B.) (Agencia Fides 4/9/2024)


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