ASIA/MONGOLIA - El obispo misionero Wenceslao Padilla, “servidor bueno y fiel”, que dio su vida por el renacimiento de la Iglesia

sábado, 15 julio 2023 misión   evangelización   diálogo   iglesias locales  

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“El Dios de nuestros padres fue verdaderamente misericordioso y amoroso y ha protegido y guiado cada paso de nuestro viaje de fe y a nuestra pequeña comunidad de creyentes en Mongolia”. Con estas palabras, en 2017 Monseñor Wenceslao Padilla, misionero filipino de la Congregación del Inmaculado Corazón de María (CICM), entonces Prefecto Apostólico de Mongolia, expresó su agradecimiento a Dios y a todos los colaboradores con motivo del 25 aniversario de la nueva evangelización de Mongolia. Wenceslao Padilla (1949-2018) había llegado a la nación centroasiática en 1992, junto con otros dos cohermanos “misioneros de Scheut” (como se llama a los misioneros del CICM por el lugar de origen de la congregación en Bélgica). Fue “un trabajador incansable en la viña del Señor”, como recuerda su cohermano el padre Gilbert Sales, que junto a él inició esa misión: “Se dio todo, se entregó sin reservas a la misión evangelizadora en Mongolia, siempre a Dios y haciendo todo lo posible para emprender nuevas obras pastorales y sociales”.

Después de 25 años de labor misionera, Padilla pudo constatar con gratitud “la estabilidad de la Iglesia en Mongolia, con su presencia en diferentes distritos, con diferentes parroquias y con servicios socioeducativos para la sociedad. La llegada de misioneros de congregaciones religiosas y de diferentes naciones, la colaboración y la fe de muchos mongoles han ayudado a construir una presencia sólida de la Iglesia en Mongolia”. Poco después de celebrar el Jubileo de la Iglesia en Mongolia, Wenceslao Padilla falleció en Ulán Bator el 25 de septiembre de 2018 a la edad de 68 años a causa de un infarto. Padilla era el Superior de la Missio sui iuris desde 1992 y desde entonces no salió del país. La Iglesia local, hoy una comunidad de 1.300 fieles, lo recuerda como una persona de profunda fe y entrega apostólica: “Dio lo mejor de sí mismo, entregándose a un pueblo extranjero, en una tierra lejana. Dios se sirvió de él para tocar el corazón de muchas personas en Mongolia”, recuerda hoy el padre Sales.

Cuando Mongolia se convirtió en un país democrático a principios de la década de 1990, el gobierno de Ulán Bator tomó la iniciativa de solicitar relaciones diplomáticas con la Santa Sede y pidió a los misioneros católicos que trabajaran en el país. El 4 de abril de 1992 se establecieron relaciones diplomáticas y el primer grupo de misioneros, 3 miembros de la Congregación del Inmaculado Corazón de María (CICM), llegaron a Mongolia el 10 de julio de 1992. Los primeros misioneros fueron precisamente el padre Wenceslao Padilla, el padre Robert Goessens y el padre Gilbert Sales.

Wenceslao Padilla nació el 28 de septiembre de 1949 en Tubao, Filipinas. Fue ordenado sacerdote el 17 de marzo de 1976. Cuando llegó con dos de sus cohermanos CICM, no había católicos nativos en Mongolia. Sin embargo, los misioneros descubrieron la presencia de algunos católicos expatriados entre el personal de las embajadas extranjeras. Así comenzaron los encuentros de oración en las casas y la celebración de la misa dominical en el apartamento donde vivían los misioneros. A medida que aumentaba el número de participantes, se iban alquilando salas para celebrar la misa dominical. Solo años después comenzaron a construirse las parroquias de ladrillo.

Gracias a la labor pastoral del obispo Padilla y de los primeros sacerdotes, ha renacido el “pequeño rebaño” de la Iglesia en Mongolia, una comunidad cercana a los pobres, comprometida al servicio de la educación y con el diálogo con otras culturas y religiones. Desde el principio, la comunidad católica ha mantenido una actitud sensible y respetuosa hacia las culturas locales, estableciendo buenas relaciones con otras religiones, al mismo tiempo que brinda servicios sociales y asistencia a muchas personas desfavorecidas, pobres y marginadas de la sociedad. El territorio confiado al obispo Padilla incluía toda Mongolia: dos millones y medio de personas. Nombrado Prefecto Apostólico de Mongolia diez años después de su llegada, en 2002, su consagración episcopal tuvo lugar el 29 de agosto de 2003 en la Catedral dedicada a los Santos Pedro y Pablo, en Ulán Bator, cuya construcción él mismo había supervisado. En su ordenación episcopal en 2003, monseñor Padilla se expresó así: “La prioridad es tener una buena relación con todos, sin discriminación, dando testimonio del amor de Cristo a los budistas, a los demás cristianos, a los musulmanes y a todo el pueblo de Mongolia”. Desde el principio, Padilla se ganó el corazón del pueblo mongol y era muy respetado entre los cristianos ortodoxos rusos, budistas y miembros de grupos religiosos no cristianos. Como obispo, se comprometió a elevar el nivel educativo de la comunidad de fieles, desde la educación infantil hasta la universidad. “Hemos becado estudiantes para que se vayan al extranjero y se gradúen en una universidad extranjera, pero quiero que nuestros jóvenes tengan una buena educación aquí en su propio país”, repetía.

En 26 años de servicio en la Iglesia local, con una mirada clarividente, trató de que muchas congregaciones religiosas y misioneras, masculinas y femeninas, se establecieran en Mongolia para dar “un rostro plural a la Iglesia local, con la riqueza de diferentes carismas”. Así, hombres y mujeres misioneros llegaron a Mongolia desde África, Asia, Europa y América Latina. Comenzaron abriendo escuelas técnicas, orfanatos, casas para ancianos, clínicas, hogares para víctimas de violencia doméstica y guarderías. Estos centros se abrieron muchas veces en donde faltaban los servicios básicos y sus beneficiarios son personas pobres y niños de familias con pocos recursos. Al hacer un recorrido histórico por la Iglesia local en Mongolia, el obispo explicaba que sus criterios fueron sembrar el Evangelio, comprometerse por el bien común, luchar contra la pobreza y contribuir al desarrollo humano, cultural, moral y espiritual de la nación. En 2006, había alrededor de 600 católicos en Mongolia, incluidos 350 mongoles nativos. Después de 20 años de evangelización, había 835 y en 2008 dos jóvenes mongoles ingresaron al seminario para formarse para el sacerdocio, convirtiéndose luego en sacerdotes.

A lo largo de los años se abrieron obras pastorales, sociales, educativas, caritativas y humanitarias como dos Centros para niños de la calle, un hogar de ancianos, dos jardines de infancia Montessori, dos escuelas primarias, un centro para niños discapacitados y una escuela técnica. Se establecieron tres bibliotecas con salas de estudio e instalaciones informáticas, un albergue para estudiantes universitarios equipado con modernas instalaciones y varios centros para actividades juveniles. Gracias al impulso del obispo nacieron dos empresas agrícolas en zonas rurales con programas que ayudan a las comunidades rurales, un ambulatorio y una clínica y Cáritas Mongolia que, iniciada por Padilla, lleva a cabo programas de abastecimiento de agua, construcción de viviendas para los pobres, agricultura sostenible, seguridad alimentaria, promoción social y lucha contra la trata de personas.

Cuando se refería a la historia de la Iglesia en Mongolia, a Padilla le encantaba hablar de “renacimiento”. Contaba a Fides en 1992 que “cuando los tres vinimos aquí, nunca pensamos en 'implantar la Iglesia' desde cero, sino creímos traer de vuelta el anuncio de Cristo a esta tierra, convencidos de que el Señor siempre ha estado cerca del pueblo mongol, que una vez más acogió el Evangelio con fe y esperanza. Hemos sido 'colaboradores del Altísimo' en el establecimiento de su Reino entre el pueblo mongol”.

Un episodio emblemático que los mongoles recuerdan con cariño se remonta a 2017, con motivo de la celebración de ‘Tsagaan Sar’, una de las fiestas más antiguas e importantes de la cultura mongola, que literalmente significa ‘Luna Blanca’ y es rica en simbolismos y rituales que tienen lugar en las familias. La población mongola lo celebra coincidiendo con el año nuevo lunar y la Iglesia Católica ha incorporado la fiesta a la liturgia. Así, en las iglesias católicas de Mongolia se celebra una Eucaristía especial al amanecer del nuevo año para confiar la vida de todos a Dios y rezar por la nación. En 2017 la celebración del año nuevo lunar coincidió con el inicio de la Cuaresma y con el Miércoles de Ceniza, día de penitencia. Por ello, el obispo Padilla quiso aplazar la imposición de la Ceniza al primer domingo de Cuaresma, emitiendo una “dispensa extraordinaria del ayuno y la abstinencia cuaresmal” ya que durante los días de la Fiesta las familias mongolas consumen tradicionalmente una gran cantidad de carne. Los fieles de Mongolia, que participaron masivamente en la misa de la mañana, apreciaron mucho este método de inculturación y el hecho de que la liturgia católica pudiera armonizarse con las tradiciones locales.

El obispo citó la primera carta de san Pablo a los corintios: “Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho judío con los judíos, para ganar a los judíos; con los que están bajo ley me he hecho como bajo ley, no estando yo bajo ley, para ganar a los que están bajo ley; con los que no tienen ley me he hecho como quien no tiene ley, no siendo yo alguien que no tiene ley de Dios, sino alguien que vive en la ley de Cristo, para ganar a los que no tienen ley. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y todo lo hago por causa del Evangelio, para participar yo también de sus bienes” (1 Cor 9, 19-23). Padilla fue sepultado en Ulán Bator el 14 de octubre de 2018. En la homilía de la misa exequial, el arzobispo Alfred Xuereb, entonces nuncio apostólico en Corea del Sur y Mongolia, elogió “el amor, la humildad y el compromiso del prelado”.
Basándose en el Evangelio leído en la ocasión, el Nuncio aseguró: “El Señor se regocija en el trabajo realizado por monseñor Wenceslao Padilla en Mongolia, y le dice: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor’ (Mt 25,23). El afecto de los fieles mongoles se resumía en un cartel expuesto en la Catedral que decía: ‘Querido amado obispo Wens, tu vida siempre estará en nuestros corazones. Has sido un ejemplo vivo de fe y caridad para todos los que han conocido. Has sido bondadoso y alegre hasta la muerte. Es doloroso perderte ahora, pero Dios sabe más. Deseamos que acogido en el seno de nuestro Padre Celestial”.
(AP Agencia Fides 15/7/2023)


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