ASIA/TURQUÍA - Adiós a Antioquía. El padre Bertogli deja su “Domus Ecclesiae” tras 35 años de trabajo misionero

jueves, 10 noviembre 2022 oriente medio   misión   evangelio   ecumenismo  

Por Gianni Valente

Antakya (Agencia Fides) – Con el mes de noviembre, ha llegado también el momento de la despedida. El padre Domenico Bertogli, de 86 años, capuchino de Módena, ha dejado la parroquia de los Santos Pedro y Pablo de Antakya, la antigua Antioquía del Orontes, la misma que inauguró y sirvió con pasión apostólica, siguiendo el modelo de la “Domus Ecclesiae” de los primeros cristianos. En el último día, también se ha visto circundado de los abrazos, las lágrimas y las risas de cristianos y musulmanes, habitantes de la ciudad turca y peregrinos venidos de lejos, amigos de toda la vida y personas que acababan de conocer.
El padre Domenico había dimitido como párroco en mayo, «a causa de mi edad». Peor seguirá en Turquía, apoyando la labor pastoral en la iglesia católica de San Esteban en Yeşilköy, a 20 kilómetros del centro de Estambul. A finales de octubre, celebró una misa para conmemorar sus 56 años de misión en Turquía (antes de Antioquía había estado en Esmirna) y sus 60 años de sacerdocio. En esa misa, y también en una carta difundida unos días antes, se despidió de los cristianos de Antioquía con palabras llenas de esperanza y sobria emoción. Dijo a todos que su corazón permanecía en esa ciudad, donde había buscado durante tantos años servir a los bautizados en su camino de fe.
«Por cuando lo he conseguido», escribe el padre Domenico, «doy gracias al Señor. Por cuando no lo he hecho bien, pido perdón y comprensión». En su carta, el padre Bertogli también da las gracias a sus colaboradores más cercanos uno por uno («No estemos tristes. Ánimo, todos estamos en camino hacia el Señor Resucitado»). «En mi vida - añade el padre Domenico en conversación con la Agencia Fides - siempre he elegido el camino de la obediencia, y de permanecer en los lugares y situaciones a los que se me indicaba ir. Esto es lo que he podido poner de mi parte, y confío en que las cosas sigan adelante. Porque entonces, en nuestra obediencia, es el Señor quien obra».
La misión de Domenico Bertogli (y toda la reciente aventura misionera de los capuchinos de la provincia italiana de Emilia Romagna en Anatolia) ha sido bendecida por los hechos y los encuentros que serán conservados con gratitud en la memoria de las comunidades cristianas locales. Una memoria ya cargada de las sugestivas cosas que desde hace dos mil años rodean, para cada alma cristiana, los lugares y los acontecimientos ligados a la primera predicación apostólica.
El padre Domenico, que llegó a Antakya a finales de la década de 1980, comenzó ya entonces a restaurar, piedra a piedra, dos viejas casas en ruinas del antiguo barrio judío, donde presumiblemente se concentraban también las viviendas de los primeros cristianos de la ciudad. Una vez terminada la obra, hizo grabar la inscripción Türk Katolik Kilisesi, (Iglesia católica turca) en la piedra situada sobre la puerta, para que todos supieran que, en la Turquía moderna, el cristianismo no es una fe extranjera. El arquitecto musulmán alauita Selahattin Altinözü restauró la casa-iglesia recuperando el estilo oriental y arabesco de las antiguas residencias antioquenas: arcadas y columnas, ventanas decoradas y pozos de piedra, y terrazas almenadas. Así, con el paso de los años, la Domus ecclesia del Padre Domenico se ha convertido también en una atracción de la ciudad, una parada de rigor para grupos de peregrinos o viajeros solitarios. También los clanes familiares musulmanes y judíos de la ciudad han pedido muchas veces celebrar sus fiestas en la cohorte situada en el centro de la vivienda, bajo fragantes naranjos y pomelos. Sobre todo, alrededor de la iglesia ha crecido una red de vida cristiana humilde y tenaz, bendecida por el don de la unidad entre los que llevan el nombre de Cristo. En Antioquía, el Padre Domenico y los sacerdotes de la Iglesia greco ortodoxa siempre han compartido alegrías y penurias, días de fiesta y momentos difíciles. En los últimos años, los cristianos ortodoxos también han participado en la catequesis de la parroquia, inspirados en la experiencia del Camino Neocatecumenal. Y desde 1988, con un permiso concedido ‘ad experimentum’ por la Santa Sede, los católicos de Antioquía celebran la Pascua en el día fijado por el calendario ortodoxo. Así, la discordancia de fechas en las celebraciones de la Pascua, que en todo Oriente Medio es el signo más evidente y sufrido de la falta de unidad entre los cristianos, ha desaparecido en esa ciudad.
Durante décadas, el padre Domenico ha relatado el flujo de la vida cotidiana entretejido con pequeñas y grandes sorpresas en las Crónicas de Antioquía, una especie de diario comunitario publicado mes a mes durante los últimos años y enviado cada año a los muchos amigos dispersos por el mundo, para narrar el camino diario de un grupo de hermanos y hermanas cristianos que toman la vida como llega.
En la Antioquía del Orontes, después de la muerte y resurrección de Cristo, el apóstol Pedro había llegado y permanecido allí durante mucho tiempo. Por eso la ciudad era Sedes Petri antes que Roma. En la Epístola a los Gálatas, Pablo cuenta la discusión que tuvo con Pedro (“cuando llegó Cefas a Antioquía, tuve que encararme con él, porque era reprensible”) por un asunto que había surgido precisamente en Antioquía. Lo que había sucedido era que Pedro, al principio amigo de los paganos de la ciudad que se habían hecho cristianos, había empezado a evitarlos, por temor a los cristianos de origen judío que consideraban la observancia de la ley mosaica como un requisito para la salvación prometida por Cristo. Luego, el asunto fue discutido en Jerusalén por los apóstoles y los ancianos reunidos en el primer consejo. La carta apostólica que surgió fue enviada en primer lugar a la comunidad de Antioquía, recordando que «no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta escribirles que se abstengan de la contaminación de los ídolos, de las uniones ilegítimas, de animales estrangulados y de la sangre».
El Padre Domenico, en el largo tramo de camino que ha vivido con sus amigos en Antioquía, ha podido experimentar y ser testigo muchas veces de la misma y atrayente libertad que tocó los corazones de Pedro y Pablo. La suerte de haber tropezado con una historia en la que se puede pedir al Señor todo, sin tener que hacer sacrificios
(Agencia Fides 10/11/2022)


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