EUROPA/ITALIA - Migrantes: “La Iglesia llama a todos a asumir sus propias responsabilidades y encontrar soluciones que no sean sólo un endurecimiento de las sanciones contra los irregulares y una cerrazón más hermética de las fronteras”

viernes, 18 junio 2010

Roma (Agencia Fides) – “Todos sabemos que los movimientos migratorios, sobre todo en los últimos años, han asumido dimensiones de verdaderas y propias crisis humanitarias. Dadas las características de éxodo bíblico de tal fenómeno, cada vez más devorado por una criminalidad sin escrúpulos y hecho de miles aventuras con características deshumanas y, lamentablemente, hasta trágicas. No podemos estar callado, pues el prepotente renacimiento del tráfico de esclavos, que involucra hoy a un millón de personas al año, destinadas al mercado de la prostitución, al trabajo abusivo, al tráfico de órganos humanos y a la sexualidad de menores. Nuestra vigilia, esta noche, trae a las conciencias las historias de personas que se pusieron en camino, con la esperanza de llegar a una tierra acogedora, pero han encontrado la muerte a lo largo de su viaje lleno de sufrimientos y de dolores”. Son las palabras pronunciadas por Su Exc. Mons. Antonio Maria Vegliò, Presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes, durante la Vigilia Ecuménica de Oración que presidió en la Basílica de Santa María en Trastevere la noche del 17 de junio. La iniciativa, en ocasión de la Jornada Mundial de los Refugiados, ha sido promovida por la comunidad y asociaciones de migrantes, refugiados y organizaciones de voluntariado.
Recordando a todos los que perdieron la vida “que realizaban el viaje de la esperanza, fugando de sus países dadas las difíciles y a veces inhumanas situaciones”, Mons. Vegliò prosiguió: “Tenemos delante a nuestros ojos personas que intentan fugar de difíciles circunstancias individuales y familiares, en la búsqueda de estrategias de sobre vivencia; motivadas por condiciones socio económicas tanto en su origen como en su destino; motivas por la lentitud y suciedad del proceso de desarrollo; gente que son víctimas de equivocadas políticas nacionales e internacionales. La migración está determinada por la pobreza, y esta a su vez puede ser aliviada o agravada por los mismos procesos migratorios. Con gran frecuencia la fuga al extranjero reduce importantes recursos humanos, si consideramos que en algunos países se lleva hasta el 60% de las personas con educación superior, dejando atrás una comunidad privada de sus mujeres y hombres mejores.”
El Presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes evidenció que “también en la sociedad que se acerca al tercer milenio existen enormes desigualdades: millones de personas, en los países en desarrollo, repiten la historia evangélico del pobre Lázaro, aspirando a saciarse con las migajas que caen de la mesa excesivamente llena de los padrones del mundo”. NO es raro que estos caigan en el delito de clandestinidad cuando llegan “a ingresar en la casa del rico sin haber sido invitados”. El Arzobispo ha citado al propósito la realidad de la inmigración irregular, “que ha cosechado tantas víctimas y aún hoy continúa golpeando”, y el tema de los casos en los que esta inmigración “se transforma en tráfico y explotación casi esclavista de ‘carne humana’.”
“La Iglesia condena tales hechos e invoca una gestión regulada por flujos migratorios – resaltó Mons. Vegliò -, considerando además, con mucho realismo, que los países industrializados, que no siempre están en las posibilidades de acoger a la totalidad de quienes migran, deben dotarse de medidas que garanticen la seguridad y legalidad tanto para los autóctonos como para los recién llegados. Al mismo tiempo, la Iglesia hace un llamado a todos a asumir las propias responsabilidades y encontrar soluciones que no sean solo las de un endurecimiento de las sanciones contra los irregulares y una cerrazón más hermética de las fronteras. Entre estas soluciones están las intervenciones que van más allá de las declaraciones verbales para el desarrollo de los países que se dejan, para promover así la lucha sin tregua a los traficantes de personas, una programación racional de flujos de ingreso regular, una mayor disponibilidad para considerar cada uno de los casos que exigen intervenciones de protección humanitaria además del asilo político; debe ser tutelado también el derecho a la reunión familiar, garantía de cohesión y de estabilidad para los individuos y para la sociedad”.
Concluyendo su homilía, el Arzobispo destacó que “más allá de los planes normativos, es necesaria una paciente y constante obra de formación de la mentalidad y de las conciencias”. La educación debe inspirar los valores de la acogida, de la comprensión, de la solidaridad, de la convivencia y de la comunión, mientras “deben ser eliminados todo tipo de impulsos y actitudes que toman las diversas formas de la sospecha, del prejuicio, de la intolerancia y del rechazo hasta las formas exageradas como la xenofobia y racismo”. (S.L.) (Agencia Fides 18/6/2010)


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