ASIA/INDIA - Desde Asia, en misión en Europa para hacer renacer la fe

miércoles, 2 junio 2010

Budapest (Agencia Fides) – Un rostro y un corazón índico recorren las calles de Budapest. Manos incansables, ojos que destellan alegría, labios listos para comunicar en todo momento el nombre de Jesús: esto es P. Benvin Sebastian Madassery SVD, misionero del Verbo Divino, originario del Kerala (India del Sur) y primer misionero índico en Hungría. Concluyendo el Año Sacerdotal, P. Benvin narra a Fides su experiencia de sacerdote y misionero en el país de Europa oriental.
En Hungría la Iglesia católica está relanzando su acción pastoral tras los años oscuros del comunismo, que busco, sin conseguirlo, sofocar la semilla de la fe en el corazón de los fieles. “Hoy aquella semilla está brotando y trayendo nuevos frutos”, dice en un coloquio con Fides P. Benvin, hablando de un futuro lleno de esperanza. El sacerdote, que hoy es también Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias en Hungría, va por el País visitando Iglesias, parroquias, comunidades y colegios, reuniéndose con adultos y jóvenes, “un gran deseo de fe, de valores, de trascendencia a los que Jesucristo ofrece una respuesta cierta y definitiva”.
Es la misión que camina, con un rostro índico, entre las verdes colinas de Hungría. Es el signo de la universalidad de la “missio ad gentes”, que hoy lleva a muchos sacerdotes originarios de los “países de misión”, a los lugares de antigua cristianización para revitalizar el espíritu evangélico, para contribuir a aquello que ha sido definido “nueva evangelización”.
P. Benvin nació en Kerala y creció en una familia católica, inmerso en los ritos orientales y en las tradiciones de los “cristianos de Santo Tomás”, aquellos de la comunidad católica siro malabar.
Era joven y deportivo, apasionado de artes marciales y a 15 años sufrió una grave lesión a una mano, que lo alejó de estas actividades. “El largo periodo en el hospital y la larga inactividad –cuenta- generaron en mi algunas preguntas más profundas: ¿Qué fin tiene mi vida? ¿Por qué he venido al mundo? La respuesta fulgurante fue: ¡para hacer del mundo un lugar mejor!”. La pregunta siguiente, nacida en el corazón del joven fue: Sí, ¿pero cómo?”. La respuesta: “Haciéndome sacerdote”.
P. Benvin prosigue: “En aquel momento el fuerte deseo del sacerdocio se apoderó de mi corazón. Nadie ha sido capaz de impedir la voluta de Dios en mi vida. Y así, tras una larga espera, en 1992, atravesé la puerta del Seminario e inició mi formación, que me condujo hasta el sacerdocio en una congregación de carisma misionero”.
“Hoy, tras años de camino, digo como San Pablo: por gracia de Dios soy aquello que soy, es solo su gracia la que sostiene mi vocación misionera”, dice. “En el 2003 –concluye el misionero- el Señor abrió una nueva página de mi vida: desde entonces inició mi aventura en tierras húngaras. Hoy puedo decir cuan bueno ha sido el Señor conmigo. En Hungría me siento como en casa. Me gusta mucho la gente húngara, su cultura, su idioma. El único sufrimiento es … el no haber aún logrado acostumbrarme a la col rellena”. (PA) (Agencia Fides 2/6/2010; líneas 35, palabras 571)


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