AMÉRICA/CHILE - “Gracias a Dios hay mucho más que saqueadores en Chile”: el testimonio de don Roberto Simionato, que evidencia los gestos de altruismo para no dejar sin asistencia a ancianos y enfermos

lunes, 1 marzo 2010

Concepción (Agencia Fides) – “El terremoto comenzó a las 3.34 de la madrugada del 27 de febrero. Fue una sacudida larga. Pensé ‘ya está por pasar’ – en Chile estamos acostumbrados a este tipo de sacudidas – pero después de 30 segundos no pasaba sino que comenzó a aumentar con una intensidad que daba miedo. Comenzaron a caerse las cosas, el ruido aumentó, se fue la luz... me quedé inmóvil en la cama. Cuando dejó de temblar baje al patio, encontré a los clérigos, verificamos que no faltará ninguno y vimos los daños sufridos...” es la narración de como vivió el terremoto Don Roberto Simionato, Superior de los Orinistas en Chile, contactado por el Superior general de la Obra, que envió a la Agencia Fides la información recogida sobre las consecuencias del terremoto.
Casi toda la zona de Concepción fue afectada. Concepción, ciudad costera con 200,000 habitantes, es la más cercana al epicentro. Las casas se han derrumbado, las calles se han hundido hasta tres metros, incendios, apagón total, cortes de agua y teléfono. Santiago se encuentra a 430 Km. de Concepción, pero el sismo igualmente sacudió los edificios provocando apagones en algunos barrios de la ciudad, el aeropuerto fue cerrado y los vuelos cancelados. Algunos puentes se han caído y hay dificultad con las líneas telefónicas y con el transporte.
Don Roberto Simionato tranquiliza: «Nosotros estamos todos bien. La casa no ha sufrido daños graves. Mucho miedo pero ningún daño personal, ni a los hermanos de comunidad, ni a las religiosas ni a los huéspedes”. Haciendo una evaluación de todas las Casas de la Obra, de Norte a Sur, son Simione nos informa, según los primeros datos, que en Iquique no ha pasado nada, mientras que en Santiago en las casas, en el Pequeño Cottolengo, en la escuela, en la parroquia, en las capillas y en la casa de las religiosas “hemos tenido algunos daños en los vidrios, en las fachadas, en la decoración interna, pero nada serio en las estructuras de nuestros edificios. La iglesia parroquial, un edificio grande y antiguo, ha sufrido algunos daños. En la Casa provincial el último piso se ha dañado un poco. Se ha caído el falso techo, muchos escombros, libros y libreros... mucho miedo pero sin consecuencias que lamentar”. En Rancagua sobre todo la iglesia ha sufrido algunos daños, es antigua, del tiempo de la colonia y necesitará de una restructuración antes de poder volver a celebrar. En Quintero, en la costa cerca a Valparaíso, los daños no han sido ingentes, sólo vidrios rotos, rajaduras, y un poco de estuco de las paredes. “Los Ángeles es nuestra casa más cercana al epicentro, en la zona de Concepción – prosigue don Roberto –. Nuestra iglesia parroquial resistió porque fue construida después del terremoto de 1960. Pero todos los edificios anexos, de antigua construcción, habrá que rehacerlos. La escuela es nueva y resistió, sólo se rompieron los vidrios, algunos daños en el techo y algunas otras cosas”.
Don Simionato hace notar una circunstancia afortunada: “menos mas que el terremoto fue de noche y un día sábado. Imaginémonos que hubiera pasado si hubiera sido un lunes, por la mañana, con 1,700 chicos en las escuelas, aún sólo los vidrios y los escombros que caían de los edificios hubieran podido causar daños mucho peores”.
En una segunda comunicación don Simionato informa que “poco a poco avanzamos, se va viendo que la catástrofe es más grave de lo que se creía. El gobierno ha reconocido que aún no se ha podido llegar a todos los lugares afectados, muchos permanecen aislados. Llegando se descubren nuevos daños, muertos etc.”. En Los Ángeles están aún sin luz y sin agua. “¿Se pueden imaginar como se maneja un Cottolengo de 107 personas sin corriente?” se pregunta don Simionato, señalando como la situación es delicada. “Por otro lado tenemos la satisfacción de ver que contamos con empleados que no son simplemente empleados, sino gente de familia (no todos, evidentemente, pero casi todos). En Los Ángeles, las señoras que cuidan a los viejitos no han dejado de trabajar, vienen todas, aún teniendo problemas en sus casas. En Santiago se quedaron hasta el final de su turno, desde las 3,34 (la hora del terremoto) hasta las 7, para no dejar solos a los chicos, aún sin poderse comunicar con sus familias para tener noticias. Otra que tenía el día libre se presento por la mañana para remplazar a alguna que hubiera faltado, como de hecho sucedió, para que a sus chicos no les faltará nada. Es importante ser concientes de estos gestos, pues sino nos quedamos sólo con las noticias de los saqueadores que van a robar a las casas o a los negocios. ¡En Chile, gracias a Dios, hay mucho más que eso! (CE) (Agencia Fides, 01/03/2010 – líneas: 54, palabras: 818)


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