AMÉRICA/PERÚ - En la vigilia de Navidad todo el pueblo espera en pie y en silencio hasta la medianoche

miércoles, 23 diciembre 2009

Huamachuco (Agencia Fides) –"Enviado como misionero en los Andes, en el norte del Perú, no tuve que buscar mucho sobre el mapa para encontrar Huamachuco: a 200 km de distancia de las costas de Trujillo, pero luego del valle del río Moche y el desierto de ruinas del antiguo reino Chimú, aparece rápidamente el macizo andino. La zona – con una historia muy antigua - no había sido nunca asimilada del todo por los Incas del Cuzco. Con la desaparición del idioma desapareció la idiosincrasia del pueblo huamachucano. Las fiestas de Navidad han servido para conocer mejor este pueblo orgulloso y trabajador". La Agencia Fides publica algunas partes del testimonio de un misionero peruano sobre la Navidad.
"En la misma ciudad de Huamachuco, cuya Plaza de Armas es una de las más grandes del país, una imagen colonial de Jesús Niño, vestido de oro y pedrerías y coronado con una peluca de auténticos cabellos rizados, era conservada en casa de una dama “notable” que desde el último domingo de Adviento hasta la Nochebuena, organizaba veladas y saraos, salpicados con rezos del Rosario y Letanías. que terminaban generalmente en una alegre fiesta a la que estaban tácitamente invitados toda persona distinguida del pueblo, desde el Obispo y los sacerdotes hasta hacendados y autoridades de la Municipalidad (…)
Fue en los pueblos y caseríos que me tocó visitar por aquellas fechas en los que saboreé la auténtica fiesta navideña. (...) Una adolescente, vestida con polleras de cien colores y sombrero cargado de monedas de plata y cintas con los colores del arcoiris, recibía a cada visitante con una danza que se iniciaba en la puerta misma de la iglesia y se prolongaba hasta el camino de entrada al pueblo. El ingreso no se hace sin el pago de un óbolo simbólico, sin duda recuerdo lejano del impuesto al cual eran sometidos los extranjeros que llegaban al Principado de Huamachuco. (...) Así, pues, el invitado era acompañado al son de flautas, tambores y danzas hasta la iglesia donde un Belén de cerámica revivía el misterio de la Encarnación. Las imágenes de María, José y los ángeles esperaban todos reunidos en torno a una cuna vacía... Y he aquí que la Nochebuena, el pueblo que había esperado estoicamente de pie y en silencio hasta las doce campanadas de medianoche que anunciaban el día de Navidad, rompía en gritos de algarabía y acompañaba con flautas y danzas al “padrino” o la “madrina” del Niño Jesús, primorosamente vestido y alhajado, que lo llevaba a su “ahijado” amorosamente en brazos hasta el portal de Belén. La Misa de Navidad podía comenzar. (...) La fiesta de Navidad se prolongaba en los pueblos por varios días; a los pies del “Nacimiento” se iban colocando ofrendas que iban desde frutas y dulces, hasta nuevos trajes para el Niño. (CE) (Agencia Fides, 23/12/2009 líneas 30, palabras 468)


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