VATICANO - “HA VUELTO A POMPEYA EL PEREGRINO BLANCO DE LA PAZ”: UNA REFLEXIÓN SOBRE LA PEREGRINACIÓN MARIANA DE JUAN PABLO II

miércoles, 8 octubre 2003

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Ha vuelto a lanzar el llamamiento por la Paz por medio de la vía maestra de la misericordia de Dios, del perdón recibido y entregado, que a nosotros nos aseguró Cristo Redentor. Lo ha hecho del modo más sencillo y accesible a todos: por medio del Corazón de una Madre, la Virgen Maria en la fiesta del Rosario.
Era una vuelta esperada en Pompeya no solo por los católicos sino por todos aquellos, y son tantos, que aun no compartiendo con nosotros la misma fe, reconocen en la blanca Figura del Santo Padre, la blanca conciencia de la humanidad que no calla sino que habla y hablando recuerda al hombre no solo sus inalienables derechos sino sobre todo los Derechos de Su Creador y Señor.
Esta limpia conciencia del mundo y de la historia de nuestros tiempos, nos habló ayer desde Pompeya, un lugar que, como dijo el Padre blanco de todos es “cruce de personas de toda cultura atraídas tanto por el santuario como por el yacimiento arqueológico, evoca también el compromiso de los cristianos, en colaboración con todos los hombres de buena voluntad, a ser constructores y testigos de paz”.
¡Cuánta serenidad y cuánta paz se ha derramado durante decenios desde ese Santuario de la Virgen del Rosario, para la gente que llega allí desde todas las partes del mundo! Y ayer volvió precisamente allí el Peregrino blanco de la paz, para pedir la paz verdadera por medio del rezo del Rosario y de la Suplica a la Virgen de Pompeya. Este evento religioso culminaba así con la petición de “misericordia”a Jesús y a Maria, precisamente en este tiempo tan necesitado de misericordia!
Como católicos nos sentimos privilegiados y conmovidos de poder seguir con el afecto del corazón y la adhesión de la voluntad, las palabras de aquel Sumo Pastor que Cristo ha querido sobre la tierra como Su Vicario y que Su amor, a pesar de la fragilidad humana, lo ha convertido en la Roca para siempre.
A esta Roca que es Juan Pablo II se dirigen las miradas de los católicos y no católicos, se estrechan en torno suyo como para sostenerle y ayudarle pero es el quien nos sostiene y ayuda a todos.
Así quedan impresas en la memoria las imágenes de ayer y sobre todo aquel gesto de coger en la mano el Rosario, casi como si fuese una reliquia, esa “dulce cadena que nos une a Dios” como lo llamaba el beato Bartolo Longo fundador del santuario de Pompeya.
¡Gracias Santo Padre por la claridad de tu conciencia que nos recuerda que todos pertenecemos a Cristo y a su Madre! (L.A.) (Agencia Fides 8/10/2003 Líneas: 37 palabras: 464)


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