AMÉRICA/CHILE - CENTENARIO DE LA BEATA LAURA VICUÑA, MUERTA A LOS 12 AÑOS: UNA BREVE VIDA MARCADA POR EL SUFRIMIENTO PERO TRANSFIGURADA POR EL AMOR QUE INTERPELA A LOS JÓVENES DE NUESTRO TIEMPO

miércoles, 21 enero 2004

Roma (Agencia Fides) – Laura Vicuña nace en Santiago de Chile el 5 de abril de 1891. Su padre, perseguido político, se vio obligado a huir al sur del país y muere cuando Laura tenía solo 2 años, dejando a la familia sin ningún apoyo económico. En 1899 la madre, después de que le robaran lo poco que tenía, emigra a Argentina con sus dos hijas, estableciéndose en Junín de las Andes. En 1902, el hombre con el que había comenzado a vivir la mujer, intenta violar a Laura y dada su resistencia, le niega la ayuda económica que le ofrecía para proseguir los estudios en las Hijas de María Auxiliadora. Sin embargo pudo continuar sus estudios sin pagar ninguna cuota. Laura realiza un breve pero intenso camino espiritual que la lleva a ofrecer la vida por la conversión de su madre. Muere el 22 de enero de 1904 a los 12 años. Gracias a su sacrificio la madre vuelve a la vida cristiana. Fue proclamada beata por Juan Pablo II el 3 de septiembre de 1988.
Como recuerdo de la joven Laura Vicuña, ha surgido una Fundación que lleva su nombre, apoyada por las Hijas de Maria Auxiliadora, y que tiene como objetivo la creación de casas-familia en Chile donde son acogidas niñas y jóvenes entre los 5 y 18 años de edad que viven en situaciones sociales críticas, sin el apoyo y el calor de una familia.
En el centenario de la muerte de la Beata (22 de enero de 1904) la Madre General de las Hijas de María Auxiliadora, Madre Antonia Colombo, comenta a las religiosas salesianas algunas expresiones de la joven chilena. Estas “constituyen un camino de espiritualidad juvenil salesiana recorrido en breve tiempo por una vida que no llega ni a los 13 años. Una vida marcada por el sufrimiento pero transfigurada por el amor”.
La Superiora general presenta en filigrana la comunidad religiosa del colegio de Junín de los Andes, donde Laura pasó cerca de cuatro años y vivió en un clima caracterizado por la propuesta clara y exigente del Evangelio. “Para mi es lo mimo rezar o trabajar, jugar o dormir”. Estas palabras de Laura Vicuña – dice la Madre Colombo - revelan la santidad del día a día vivida con alegría en un ambiente lleno de ideales, capaces de sostener y hacer natural incluso el sacrificio porque está motivado por el amor. Todo dependía de un único amor, expresaba la presencia de Dios en la vida cotidiana. Laura nos confirma estas palabras: “me parece que Dios mismo mantiene vivo en mi el recuerdo de su divina presencia. Dondequiera que me encuentro, en clase, en el patio, me acompaña este recuerdo y me ayuda y consuela”. El sentido de esta presencia es alimentado por la Eucaristía. Desde la primera comunión no deja nunca de alimentarse del pan de vida e intensifica la adoración eucarística.
El Salesiano Don Augusto Crestanello, confesor y primer biógrafo de Laura, afirma que del amor hacia Jesús brotaba en ella el amor a María. Ella intuye que la presencia eucarística lleva también a la presencia de María. El itinerario de crecimiento en la amistad hacia Jesús va a la par que el camino de entrega a Maria que Laura expresa con su adhesión a la Asociación de las Hijas de María. “¡Qué dicha es para mi ser Hija de María!” comentaba. Era el 8 de diciembre de 1901. Ser Hija de María comportaba elegirla como guía de la propia vida, ser ayuda para su compañeras y familia, dejarse educar por Ella. Laura extrae de Maria la fuerza para conservar integra su dignidad de joven mujer y para ofrecer su vida por la persona que más ama. En la hora en que se consuma el don de la vida Laura dirá: “lo que mas me consuela en este momento es haber sido siempre devota de Maria... ¡Ella es mi Madre! ¡Nada me hace mas feliz que el pensar que soy hija de María!”.
El amor a la Auxiliadora la lleva a entregarse completamente a los otros. En su vida encontramos relaciones con todos bajo el signo de la presencia premurosa, solicita del bien de todos los que se encontraba en su camino. Los testimonios hablan de un temperamento afable, del trato delicado que producía estima y aprecio. Laura no es sin embargo insensible y no nació santa. Lo que se manifiesta en ella es obra del Espíritu Santo y de su libre respuesta y se expresa en el compromiso cotidiano que viene del reconocimiento de Jesús presente en cada persona. El ambiente humano de Junín contribuye a hacer de una chica emigrante, con premisas que podían llevar a la marginación, una obra maestra de preadolescente vocacionalmente madura, que llega a la alta meta de la santidad.
La Madre Antonia Colombo, casi al final de su carta circular hace una pregunta a las Hijas de Maria Auxiliadora: el mensaje de la vida de Laura ¿se puede proponer hoy? La respuesta depende de la esperanza que nos anima, de la confianza en los jóvenes, de la capacidad de proponernos como comunidad que cree y testimonia que tan solo Cristo puede llenar el corazón humano. El Papa no deja de señalar a los jóvenes la meta exigente del amor propuesto por Jesús: “Quien pierde la vida por mi y por el Evangelio la encontrará”. Y recomienda: “Sed los santos del nuevo Milenio” (Homilía y Mensaje para la XV Jornada Mundial de la Juventud, Roma 2000) (SL) (Agencia Fides 21/1/2004 Líneas: 62 Palabras: 942)


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