ASIA/FILIPINAS - LA ACOGIDA DE LOS EMIGRANTES FILIPINOS EN EUROPA, LA LIBERTAD RELIGIOSA EN EL MEDIO ORIENTE: DESAFIOS DE LA PASTORAL PARA LOS EMIGRANTES

viernes, 7 noviembre 2003

Roma (Agencia Fides) – La emigración filipina en Europa y en el mundo crece a ritmos vertiginosos y esto constituye un desafío para la Iglesia en Occidente. En los países del Medio Oriente, en cambio, las comunidades de inmigrantes filipinos encuentran siempre grandes obstáculos para profesar su fe católica y registran un fuerte malestar por la ausencia de libertad religiosa. Este es el cuadro delineado en un coloquio con la Agencia Fides por el Padre Paulo Prigol, sacerdote escalabriano de 45 años, actualmente responsable de la Provincia de Asia y Australia de los Padres Escalabrianos. El Padre Prigol, misionero en Manila durante 14 años, ha estado 12 años a la cabeza de la Comisión para la atención pastoral de los Emigrantes, de la Conferencia Episcopal de Filipinas. La Agencia Fides ha tomado contacto con él con motivo del 5º convenio sobre la pastoral de los inmigrantes Filipinos en Europa, desarrollado en Roma del 3 al 6 de noviembre, en el que han participado más de 40 delegados de 11 países europeos.
“Las características de la inmigración filipina – anota P. Prigol hablando con la Agencia Fides – han cambiado en los últimos años. Es necesario destruir el mito de los filipinos como trabajadores domésticos. La emigración se va haciendo cada vez más cualificada. Además es de señalar que de los aproximadamente 8 millones de emigrantes en el mundo, el 60% está constituido por mujeres, que se encuentran sobre todo en lugares de Asia como Hong Kong, Malasia, Singapur, Taiwan, Corea y Japón. En Europa están en países como Inglaterra, Irlanda, Italia, Francia, Suiza y Alemania, donde se necesitan enfermeras, trabajo para el que las filipinas están muy dotadas. En pocos años la emigración ha tomado un rostro nuevo y hoy es muy cualificada”.
P. Prigol explica por qué el gobierno filipino adopta una política que anima a la inmigración: “Hoy, los filipinos que emigran, son cerca de 2700 al día, casi un millón al año. Estos dicen o esperan volver a su país, pero después esto sucede muy raramente, porque el emigrado hace una nueva vida en el país en el que se ha establecido. Hoy en las Filipinas hay una tasa de desocupación del 10%. El gobierno considera la emigración como una válvula de escape para los desocupados, además gracias a los 8 millones de emigrantes, el país puede contar con sus envíos de dinero que son de unos 8 millones de dólares al año, otra gran ventaja para la economía. Pero, a pesar de las ventajas económicas, la Iglesia afirma que una política de este género no respeta al hombre, en cuanto que la inmigración tiene fuertes repercusiones sobre las familias. En este proceso, cuando uno de los cónyuges deja el país, la emigración destruye la familia y por esto es un mal para la sociedad”.
Entre las dificultades que los inmigrantes encuentran, “están la lengua, la cultura local, el estilo de vida, que con frecuencia hacen sufrir a los filipinos. Ellos son por naturaleza muy sociables, tienen necesidad de encontrarse pero frecuentemente no consiguen verse sino raramente y esto les hace padecer mucho. Hay que señalar después los abusos en el tema de los salarios y, en algunos países del Medio Oriente, como Arabia Saudita, el sufrimiento por la falta de libertad para profesar su fe, un patrimonio muy importante para los filipinos. En algunos países no pueden ni siquiera llevar una cruz o se han dado casos de ser arrestados por estar en posesión de un Biblia o realizar encuentros de oración en las casas. En los países de mayoría cristiana tienen, en cambio, una ventaja: la de poder inserirse en la red de personas o centros de la Iglesia que los ayudan en cuanto que son católicos”.
Del Convenio recién concluido, señala el P. Prigol que “lo más sobresaliente es que la Iglesia de Europa está llamada a ser más abierta, acogedora, invirtiendo recursos humanos y financieros para los inmigrantes y mejorando sobre todo la acción de grupos para la defensa de los derechos de los inmigrantes. A este nivel la Iglesia italiana está verdaderamente a la vanguardia.
La Iglesia filipina, por su parte, trabaja en el campo de la educación, promoviendo seminarios dirigidos a estudiantes, profesores y personas eclesiales, para explicar diversos aspectos positivos y negativos de la emigración”.
(PA) (Agencia Fides 7/11/2003. Líneas: 53- Palabras:734)


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