VATICANO - El Papa Benedicto XVI concluye la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos: “¿No nos hemos hecho quizás demasiado mudos? ¿No nos falta quizás el valor para hablar y testimoniar como hicieron los testigos de la curación del sordomudo en la Decápolis? Nuestro mundo necesita este testimonio; espera sobre todo el testimonio común de los cristianos"

viernes, 26 enero 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "La división y la incomunicabilidad, consecuencia del pecado, son contrarias al diseño de Dios… "hablar" y "escuchar" son condiciones esenciales para construir la civilización del amor". Lo ha afirmado el Santo Padre Benedicto XVI en la Basílica Papal de San Pablo Extramuros, durante la celebración de las Segundas Vísperas en la solemnidad de la Conversión de San Pablo, 25 de enero, al final de la Semana de Oración por la unidad de los Cristianos sobre el tema: "Hace oír a los sordos y hace hablar a los mudos". En la oración estaban presentes, como es costumbre, representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales.
"Las palabras 'Hacer oír a los sordos y hacer hablar a los mudos' constituyen una buena noticia, que anuncia la llegada del Reino de Dios y la curación de la incomunicabilidad y de la división - ha explicado el Papa -. Este mensaje se encuentra en toda la predicación y obra de Jesús, quien atravesó aldeas, ciudades y campos, y allí donde llegaba 'ponían a los enfermos en las plazas y le pedían que los tocata al menos con el borde de la capa; y cuántos lo tocaban quedaban curados' (Mc 6,56).
Recordando el pasaje evangélica de la curación del sordomudo, el Papa ha puesto en evidencia que, "en la perspectiva cristiana, la escucha es prioritaria… Por ello, la escucha de la palabra de Dios es prioritario en nuestro compromiso ecuménico. No somos en efecto nosotros los que hacemos u organizamos la unidad de la Iglesia. La Iglesia no se hace a sí mismo y no vive de sí mismo, sino de la palabra creadora que viene de la boca de Dios. Escuchar juntos la palabra de Dios; practicar la lectio divina de la Biblia, es decir la lectura junto con la oración; dejarse sorprender por la novedad, que nunca envejece y nunca se agota, por la palabra de Dios; superar nuestra sordera hacia esas palabras que no concuerdan con nuestros prejuicios y nuestras opiniones; escuchar y estudiar, en la comunión de los creyentes de todos los tiempos; todo eso constituye un camino que debemos recorrer para alcanzar la unidad en la fe, como respuesta a la escucha de la Palabra."
"Quien se pone a la escucha de la Palabra de Dios puede y debe luego hablar y transmitirla a los otros - ha continuado el Papa -, a quienes nunca la han escuchado, o a quién la ha olvidado y enterrado bajo las espinas de las preocupaciones y los engaños del mundo". Y ha añadido: "Debemos preguntarnos: nosotros cristianos, ¿no nos hemos hecho quizás demasiado mudos? ¿No nos falta quizás el valor de hablar y testimoniar como hicieron los testigos de la curación del sordomudo en la Decápolis? Nuestro mundo necesita este testimonio; espera sobre todo el testimonio común de los cristianos. Por tanto la escucha del Señor que habla implica también la escucha recíproca, el diálogo entre las Iglesias y las Comunidades eclesiales. El diálogo honesto y leal constituye el instrumento imprescindible de la búsqueda de la unidad… En el diálogo en efecto se escucha y se comunica; se confrontan y, con la gracia de Dios, se puede converger sobre su Palabra acogiendo sus exigencias, que son válidas para todos".
El Santo Padre ha continuado recordando que "el diálogo ecuménico comporta la evangélica corrección fraterna y conduce a un recíproco enriquecimiento espiritual compartiendo las auténticas experiencias de fe y de vida cristiana", pero para que esto se produzca "hay que suplicar sin cansarse la asistencia de la gracia de Dios y la iluminación del Espíritu Santo", como han hecho los cristianos de todo el mundo durante esta "Semana", o harán en la Novena que precede a la festividad de Pentecostés, "elevando su oración confiada para que todos los discípulos de Cristo sean una cosa sola, y para que, en la escucha de la Palabra, puedan dar un testimonio concorde a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo".
Por fin Benedicto XVI ha confiado a la intercesión de San Pablo, "incansable constructor de la unidad de la Iglesia", los frutos de todos los encuentros fraternos y diálogos que han tenido lugar alo largo del 2006. "En estos acontecimientos ha sido posible percibir la alegría de la fraternidad, junto a la tristeza por las tensiones que permanecen, conservando siempre la esperanza que nos infunde el Señor". (S.L) (Agencia Fides 26/1/2007 - Líneas: 53 Palabras: 787)


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