Instrumentum mensis Octobris pro lectura Magisterii Summi Pontifici Benedicti XVI pro evangelizatione in terris missionum

sábado, 11 noviembre 2006

En el mes de octubre se ha celebrado en todo el mundo la octogésimo Jornada Misionera Mundial. "Esta - ha recordado el Santo Padre Benedicto XVI durante el ángelus del domingo 22 octubre - fue instituida por el Papa Pio XI, que dio un fuerte impulso a las misiones Ad gentes, y en el jubileo de 1925 promovió una grandiosa exposición, que se transformó después en la actual Colección etnológico-misionera de los Museos vaticanos. Este año - ha continuado Benedetto XVI -, en el tradicional Mensaje para dicha celebración, propuse como tema: "La caridad, alma de la misión". En efecto, la misión, si no está animada por el amor, se reduce a actividad filantrópica y social. A los cristianos, en cambio, se aplican las palabras del apóstol san Pablo: "El amor de Cristo nos apremia" (2 Co 5, 14). La misma caridad que movió al Padre a mandar a su Hijo al mundo, y al Hijo a entregarse por nosotros hasta la muerte de cruz, fue derramada por el Espíritu Santo en el corazón de los creyentes. Así, todo bautizado, como sarmiento unido a la vid, puede cooperar a la misión de Jesús, que se resume en llevar a toda persona la buena nueva de que "Dios es amor" y, precisamente por esto, quiere salvar el mundo". La misión, ha explicado el Papa, brota del corazón: " quien se detiene a rezar ante el Crucifijo- ha cotinuado el domingo 22 octubre -, con la mirada puesta en el costado traspasado, no puede menos de experimentar en su interior la alegría de saberse amado y el deseo de amar y de ser instrumento de misericordia y reconciliación".
El Jueves 19 octubres, el Santo Padre ha ido a Verona donde se celebraba el cuarto Congreso nacional de la Iglesia italiana. El Papa ha pronunciado un Discurso en la Feria y por la tarde ha celebrado la Santa Misa en el estadio Bentegodi. En su Discurso el Santo Padre ha hablado de misión, de "una obra de evangelización" que " nunca consiste sólo en adaptarse a las culturas, sino que siempre es también una purificación, un corte valiente, que se transforma en maduración y saneamiento, una apertura que permite nacer a la "nueva criatura" (2 Co 5, 17; Ga 6, 15) que es el fruto del Espíritu Santo”.


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