JUAN PABLO II Y LA FAMILIA - del Cardenal Alfonso López Trujillo Presidente del Pontificio Consejo para la Familia

martes, 14 octubre 2003

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Como es sabido, la proclamación entusiasta del Evangelio de la Familia y de la Vida como “estupenda noticia” y la promoción de la dignidad y la misión de la “iglesia domestica”, cuna del amor y santuario de la vida, ocupa un puesto central en el corazón del Santo Padre.
La Exhortación Apostólica Familiaris consortio ha abierto el animo de los fieles a un renovado impulso de la pastoral de la familia en todo el mundo. En la riqueza doctrinal del Magisterio fecundísimo de Juan Pablo II no puedo dejar de recordar , como puntos referenciales esenciales, otros dos documentos: la Carta a las Familias Gratissiman sane, con ocasión del Año de la Familia y la Encíclica Evangelium Vitae el más vigoroso anuncio del Evangelio de la Vida.
Es imposible en pocas líneas sintetizar la abundancia y la riqueza de sus enseñanzas sobre los temas del matrimonio, la familia, la defensa de la vida desde el primer momento de su concepción hasta su muerte natural. El no cesa de afirmar estos temas en las visitas pastorales , en homilías, discursos, mensajes a los Obispos, a los movimientos, en las diversas instancias también a los laicos, y civiles, en el dialogo ecuménico e interreligioso.
El Santo Padre ha dado un impulso extraordinario a la praxis pastoral de la familia y de la vida. El recuerda que el primer responsable de la misma en la Diócesis es el Obispo (cfr. FC 73), recomienda que las Diócesis y Conferencias Episcopales instituyan órganos de pastoral familiar para coordinar y dar impulso a las familias, a las parroquia y a los movimientos, con vistas a una pastoral orgánica en sus diversas manifestaciones. (Cfr. Alocución en la X Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para las Familias, 30.1.1993).
Además de la preocupación magisterial, el Santo Padre no ha dejado de promover los aspectos institucionales. Siguiendo el espíritu renovador del Sínodo sobre la Familia, elevó el antiguo Comité para la Familia al rango de Dicasterio; además instituyó el Pontificio Instituto para el Estudio sobre el Matrimonio y la Familia que lleva su nombre y la Academia para la Vida.
Una mención especial merece la proclamación por parte del Santo Padre del año 1994 como Año de la Familia en la Iglesia, con ocasión de las proclamación, por parte de las Naciones Unidas, del Año Internacional de la Familia.
En aquella circunstancia, el Papa quiso que se tuviese en Roma el I Encuentro Mundial de las Familias sobre el tema “La familia corazón de la civilización del amor” y que tal evento se repitiese cada tres años. En 1997 tuvo lugar en Río de Janeiro el II Encuentro Mundial sobre “La
familia: don y compromiso, esperanza de la humanidad”, en el 2003 en Manila el IV Encuentro con el título “La familia cristiana una buen noticia para el tercer milenio”.
En el Año Santo del 2000, el Jubileo de las Familias coincidió con el III Encuentro Mundial de las Familias en Roma y tuvo por tema: “Los hijos primavera de la familia y de la sociedad”. El V Encuentro Mundial de las Familias ha sido convocado por el Santo Padre para el 2006 en Valencia
(España).
Pero esta incansable actividad en favor de la familia fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, ha tenido repercusiones incluso fuera del ámbito eclesial, con particular incidencia en la vida de la sociedad civil, en las instituciones estatales y políticas, tanto en el campo nacional como internacional
En síntesis, el Papa de la Familia, como ha sido definido Juan Pablo II, ha defendido denodadamente los valores del matrimonio, de la familia y de la vida humana, que encuentran expresión en la Carta de los Derechos de la Familia de 1983, mediante el llamamiento a una “cultura de la vida” y la denuncia de la “cultura de muerte”, como también mediante la proclamación del derecho a la vida y de los derechos de la familia contra toda forma de
manipulación de la generación humana, de control demográfico y de dominio por parte de los países ricos sobre los pobres del mundo y de tantos otros fenómenos de primera plana mundial. No faltan intervenciones e iniciativas concretas , oportunas y apropiadas. Recuerdo, por ejemplo, el llamamiento a los Jefes de Estado con ocasión de la Conferencia Internacional de la ONU
del Cairo sobre Población y Desarrollo (en 1994)
Juan Pablo II, un Papa que ha cambiado el curso de la historia, de los pueblos pero también aquel fundamental y delicado de la familia y la vida.
(Agencia Fides 14/10/2003)


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