VATICANO - El Santo Padre preside las Primeras Vísperas del Primer domingo de Adviento: “¡Despertaos! Recordad que viene Dios! ¡No ayer, no mañana, sino hoy, ahora! El único Dios verdadero, 'el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob', no es un Dios que está en el cielo, que no se interesa por nosotros o por nuestra historia, sino es el-Dios-que-viene"

lunes, 4 diciembre 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "Al inicio de un nuevo ciclo anual, la liturgia invita a la Iglesia a renovar su anuncio a todas las gentes y lo resume en dos palabras: "Dios viene”… No se refiere al pasado - Dios vino -, ni al futuro - Dios vendrá -, sino al presente: "Dios viene”. Se trata de un presente continuo, es decir de una acción siempre en acto: ocurrió, ocurre y ocurrirá”. El sábado 2 de diciembre el Santo Padre Benedicto XVI presidió la Celebración de las Primeras Vísperas del I domingo de Adviento en la Basílica Vaticana. En la homilía el Papa se centró en las características del tiempo litúrgico del Adviento. "Resuena como un llamamiento saludable repitiéndose durante días, semanas, meses: ¡Despertaos! Recordad que viene Dios! ¡No ayer, no mañana, sino hoy, ahora! El único Dios verdadero, 'el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob', no es un Dios que está en el cielo, que no se interesa por nosotros o por nuestra historia, sino es el-Dios-que-viene. Es un Padre que nunca deja de pensar en nosotros y, en el respeto extremo de nuestra libertad, desea encontrarse con nosotros y visitarnos; quiere venir a vivir entre nosotros, quedarse con nosotros. Su "venir" está impulsado por la voluntad de liberarnos del mal y de la muerte, de todo lo que impide nuestra verdadera felicidad. Dios viene a salvarnos".
El tiempo de Adviento se desarrolla en torno a las dos principales llegadas de Cristo: su Encarnación y su venida gloriosa al final de la historia. "En los primeros días el acento recae sobre la espera de la última llegada del Señor - ha explicado el Santo Padre -. Al acercarse la Navidad prevalecerá por el contrario, la memoria del acontecimiento de Belén, para reconocer en ello la 'plenitud de los tiempos'. Entre estas dos llegadas 'manifiestas' hay una tercera, que san Bernardo llama 'intermedia' y 'oculta', la cual sucede en el alma de los creyentes y lanza como un puente entre la primera y la última".
La Iglesia da voz a la espera de Dios "profundamente inscrita en la historia de la humanidad; una espera que por desgracia con bastante frecuencia, es ahogada o desviada hacia direcciones falsas… En cierta medida conocida sólo por Él sólo la comunidad cristiana puede acelerar su llegada final, ayudando a la humanidad a ayudar al Dios que viene" con el ruego y las "buenas obras". "En esta perspectiva el Adviento es un tiempo, más apropiado que nunca para ser un tiempo vivido en comunión con todos lo que - ha continuado el Papa - esperan un mundo más justo y fraterno. En este compromiso por la justicia pueden de alguna manera encontrarse juntos hombres de todas las nacionalidades y culturas, creyentes y no creyentes. Todos en efecto son animados por un anhelo común, aunque diferente en las motivaciones, de un futuro de justicia y paz. La paz es la meta a la que aspira toda la humanidad!"
El Santo Padre ha concluido con esta exhortación: "Iniciamos pues este nuevo Adviento - tiempo que nos da el Señor del tiempo - despertando en nuestros corazones la espera del Dios-que-viene y la esperanza de que su Nombre sea santificado, que venga su Reino de justicia y paz, que sea haga su Voluntad así en el Cielo, como en la tierra. Dejémonos conducir, en esta espera, por la Virgen Maria, Madre del Dios-que-viene, Madre de la Esperanza". (S.L) (Agencia Fides 4/12/2006, Líneas: 41 Palabras: 634)


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