VATICANO - HACIA EL SACERDOCIO de Mons. Massimo Camisasca - "El sacerdote: creador de un pueblo"

viernes, 1 diciembre 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Nuestra sociedad ha perdido completamente la idea de persona y por tanto, no puede tener experiencia del pueblo. Un pueblo en efecto son personas movidas por una común experiencia. El pueblo es el conjunto de personas testigos del encuentro con Cristo, capaz realmente de cambiar nuestra humanidad, de incidir en la vida concreta; de crear un hombre nuevo. Y por consiguiente, un pueblo nuevo: el pueblo de Dios. ¿Cuál es, pues, el desafío de cada cristiano y cuál es la tarea del sacerdote en esta aventura?
El sacerdote, del mismo modo que todo cristiano, está llamado a compartir y a sustentar la aventura de la reconstrucción de un pueblo. Una aventura que nos lleva directamente a hace dos mil años, a aquel acontecimiento que cambió la historia y engendró la Iglesia. Si la comunidad eclesial quiere realmente ser constructora del pueblo de Dios no puede sino recorrer ese camino; llegar hasta el inicio. La percepción que la comunidad cristiana tiene hoy de si mismo no puede ser diferente de la percepción que pudiera tener la pequeña comunidad de Roma o la mayor comunidad de Corinto en tiempos de San Pablo.
Para llegar a esta conciencia, es decir, al hecho de que ese hombre que vive entre nosotros es el sentido de la historia y del mundo, es indispensable educar, ante todo al sacerdote, a tener ante si a la Virgen. La Virgen Maria, cuyo corazón custodió, aquello que también nosotros debemos custodiar: el hecho de que Cristo nos salva. Los cristianos no tienen a menudo la conciencia de ser el "resto de Israel". La prisa de situarse ante el mundo ha hecho perder el sentido de ser "frente" al mundo con la responsabilidad de llevar algo que los otros no tienen y no saben.
Para poder ser educadores, hay que ser conscientes del don recibido, de la responsabilidad ante Dios y ante los hombres que viene de la vocación cristiana.
Esta conciencia nace y renace continuamente frente a los milagros que ocurren y que Cristo no deja de ofrecer a Su Iglesia. Estos hechos que nos llevan directamente al origen de nuestra felicidad, a aquel hecho capaz de cambiar realmente nuestra humanidad. Y es precisamente en fuerza del anuncio y con la regeneración realizada por los sacramentos como este hombre nuevo, y en particular el sacerdote, es capaz de reunir en torno a si un pueblo.
Liturgia, silencio, experiencia de la gratuidad, estudio como profundización de la fe me parecen las etapas fundamentales en una educación del joven seminarista hacia esta misión suya de guía de la comunidad. (Agencia Fides 1/12/2006 - Líneas: 32 Palabras: 451)


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