VATICANO - El Papa Benedicto XVI en Turquía - La Santa Misa en el Santuario de Meryem Ana Evì: "Desde aquí, de Efeso, ciudad bendecida por la presencia de Maria Santísima, elevamos al Señor una especial oración por la paz entre los pueblos"

jueves, 30 noviembre 2006

Efeso (Agencia Fides) - "Desde aquí, desde Efeso, ciudad bendecida por la presencia de Maria Santísima - que sabemos también es amada y venerada por los musulmanes - elevamos al Señor una oración especial por la paz entre los pueblos". Una dolorosa invocación por la paz en el mundo ha sido lanzada por el Santo Padre Benedicto XVI desde el Santuario de Meryem Ana Evì (Casa de la Madre Maria) en Efeso, dónde la mañana del miércoles 29 de noviembre ha presidido la Concelebración Eucarística. "Desde esta extremidad de la península de Anatolia, puente natural entre continentes, invocamos paz y reconciliación ante todo para quienes viven en la Tierra que llamamos “santa”, y que así es considerada por cristianos, judíos y musulmanes:- ha dicho el Papa en la homilía -. ¡Paz para toda la humanidad!... Todos necesitamos esta paz universal; la Iglesia está llamada a ser no sólo su anunciadora profética, sino más aún su «signo e instrumento». Desde esta perspectiva universal de pacificación, se hace mas profundo e intenso el anhelo hacia la plena comunión y concordia entre todos los cristianos”.
Al inicio de la homilía, el Papa Benedicto XVI ha subrayado el motivo de la celebración: "rendir alabanza al Señor por la divina maternidad de Maria, misterio que aquí en Efeso, fue confesado y proclamado solemnemente en el Concilio ecuménico del 431". En este lugar, meta de peregrinación de los Siervos de Dios Pablo VI y Juan Pablo II, y del entonces Representante pontificio Angelo Roncalli, el Beato Juan XXIII, el Santo Padre ha agradecido a todos los fieles, venidos de tantas partes de Turquía y del mundo, por su presencia, su testimonio y servicio a la Iglesia."
Centrándose en Maria, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, el Santo Padre ha recordado que "la maternidad de Maria, comenzada con el ‘fiat’ de Nazaret, culmina en la Cruz… Viendo desde lo alto de la cruz a la Madre y a su lado al discípulo amado, Cristo al morir reconoció la primicia de la nueva Familia que vino a formar en el mundo, el germen de la Iglesia y de la nueva humanidad… El Hijo de Dios cumplió de este modo con su misión: nacido de la Virgen para compartir en todo, salvo en el pecado, nuestra condición humana, en el momento del regreso al Padre dejó en el mundo el sacramento de la unidad del género humano”.
Tomando ocasión de la primera lectura proclamada, el Papa ha recordado de nuevo la expresión del apóstol de las gentes elegida como lema del viaje apostólico: " Él, Cristo, es nuestra paz" (Ef 2,14). "Pablo no sólo afirma que Jesucristo nos ha traído la paz, sino además que él “es” nuestra paz" ha dicho el Santo Padre, recordando que Cristo es la gracia que transforma el hombre y el mundo, y la paz es fruto de esta transformación. "Pablo es consciente de ser enviado a anunciar un «misterio», es decir, un designio divino que sólo se ha realizado y revelado en la plenitud de los tiempos en Cristo: es decir, «que los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio" (Ef 3,6). Este "misterio" se realiza, a nivel histórico-salvífico, «en la Iglesia», ese nuevo Pueblo en el que, destruido el viejo muro de separación, se vuelven a encontrar en unidad judíos y paganos. Como Cristo, la Iglesia no es sólo un «instrumento» de la unidad, sino que es también un «signo eficaz». Y la Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia es la «Madre» de ese «misterio de unidad» que Cristo y la Iglesia representan inseparablemente y que edifican en el mundo y a través de la historia”.
Por último, dirigiéndose a la comunidad católica, el Papa ha dicho: "Con esta visita he querido manifestar no sólo mi amor y cercanía espiritual, sino también los de la Iglesia universal a la comunidad cristiana que aquí, en Turquía, es verdaderamente una pequeña minoría y afronta cada día no pocos desafíos y dificultades”. Invitando a cantar, junto a Maria, el "magnificat" de la alabanza y agradecimiento a Dios, el Santo Padre ha concluido: “Cantémoslo con alegría incluso cuando sufrimos dificultades y peligros, como lo atestigua el bello testimonio del sacerdote romano, el padre Andrea Santoro, a quien quiero recordar también en nuestra celebración. María nos enseña que Cristo es la única fuente de nuestra alegría y nuestro único apoyo firme, y nos repite las palabras: “No tengáis miedo”, “Yo estoy con vosotros”. ( (S.L) (Agencia Fides 30/11/2006 - Líneas: 52 Palabras: 795)


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