VATICANO - "LAS PIEDRAS, LOS SONIDOS, LOS COLORES DE LA CASA DE DIOS" de Su Exc. Mons. Mauro Piacenza - "La vocación del artista" (II)

martes, 14 noviembre 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En el libro del Génesis, que ya habíamos citado otras veces, se narra que cuando "la tierra todavía era informe y desierta y las tinieblas revestían el abismo, el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas" (Génesis 1,2). Todavía hoy la Iglesia propone dos bellas oraciones al Espíritu Santo, la secuencia "Veni, Sancte Spiritus" y el himno "Veni, Creator Spiritus", que todo artista como todo otro cristiano, deberían recitar al inicio de sus actividades. Es espontáneo señalar la analogía entre "¡soplo - expiración e inspiración! ", sabiendo que "el Espíritu es el misterioso artista del universo" (Carta, 15).
Sería bello que los artistas se cimentaran en el tema de la Eucaristía, misterio central en la vida de la Iglesia, porque resume los Misterios de la Salvación. Los artistas, si son creyentes, con su sensibilidad y su amor podrían concebir obras capaces de llevar al conocimiento bíblico y teológico de este Misterio de la presencia real del Señor y por lo tanto a la adoración pública y privada, a la visita al Santísimo Sacramento, a ese diálogo silencioso e íntimo, corazón a corazón con el Salvador, que constituye un factor de incomparable eficacia para la realización de si mismos en la santidad, para la inteligencia de las cosas de allá arriba, para la promoción de las obras de caridad, para el crecimiento de las vocaciones, para la paz verdadera, para la unidad de los cristianos, para la dilatación misionera del Reino de Cristo hasta los confines de la tierra y hasta los confines de cada corazón.
Respecto a los temas por representar, la tradición de la Iglesia ha elaborado un amplio repertorio iconográfico de carácter narrativo y simbólico. El primero, con una evidentemente intención catequética, extrae sea del Antiguo Testamento, numerosos episodios en los que la Eucaristía es leída como profecía (Abraham y Melquisedek, el maná del éxodo etc..) sea del Nuevo Testamento, dónde las profecías se realizan (la Última Cena, la crucifixión, la multiplicación de los panes, los discípulos de Emaús etc...) prefiriendo cuánto se refiere a la transustanciación y a la adoración; las fuentes de dicho repertorio se pueden encontrar en el Misal, en el Leccionario de la Misa del "Corpus Domine" o la Misa votiva de la Santa Eucaristía, o bien en el Ritual para el culto eucarístico fuera de la Santa Misa. Los símbolos eucarísticos son demasiado conocidos para ser sólo señalados; algunos de ellos pertenecen a la primitiva simbología cristiana como el pez, el buen pastor, la paloma, los panes con la señal de la cruz incisa, el cordero, el pelícano, etc... Pero no deben ser infravaloradas ni siquiera las potencialidades del arte no figurativo que, aplicadas a las vidrieras u otras técnicas, por medio de juegos de luz y color, puede crear una atmósfera particularmente propicia para la meditación y la contemplación del Santísimo Sacramento.
El empeño de quien construye y decora la casa del Dios recibe su estatuto de la Sagrada Escritura. Comenzando los trabajos para la Santa Casa, Moisés dijo a los israelitas: “Ved, el Señor ha designado a Besalel, hijo de Urí […], lo ha colmado del espíritu de Dios, confiriéndole habilidad, pericia y experiencia en toda clase de trabajos, para concebir realizar proyectos en otro, plata y bronce, para labrar piedras de engaste, tallar la madera y ejecutar cualquier otra labor de artesanía… (Ex 35,30-33). Ciertamente la del artista no es una actividad común y arriba hemos puesto en evidencia la particular vocación. Besalel, Ooliab y todos los otros artistas y artesanos, deben realizar un proyecto según lo que el Señor ha ordenado” (cf. Ex 36,1), esto es, según una imagen bien precisa concebida por Dios y comunicada a Moisés.
Ahora bien, no se pide al artista o artesano que realice objetos predefinidos renunciando a su propia creatividad, pero se le pide que conciba su propia obra como servicio a lago más grane que la simple expresión de si mismo, como es el culto a Dios, que prevé también reglas rituales y esto lo digo también por el arte más metafísica u “angélica”, esto es la música y el canto. Sentirse inserto en una tradición no ciertamente museificata sino palpitante, que vive desde hace milenios, no debe vivirse como una mortificación de la creatividad, ni como un refugio seguro al que acudir por falta de inspiración; la tradición ofrece líneas guía a las que se debe ser fiel y sobre las que se debe caminar, enriqueciendo y no depauperando un patrimonio de fe inconmensurable, … Se trata precisamente de un servicio realizado “a la” y “en la” iglesia a la escucha de la propia inspiración interior.
+ Mauro Piacenza. Presidente de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la iglesia Presidente de la Pontificia Comisión de Arqueología Sagrada. (Agencia Fides 14/11/2006 - Líneas: 55 Palabras: 819)


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