VATICANO - HOMENAJE A BENEDETTO - Desde hoy comenzamos un recorrido para descubrir el pensamiento y la obra del gran Santo de Nursia como "lente" para una cada vez más fiel y correcta recepción del actual Magisterio pontificio, contextualizándolo en la vida de significativas comunidades benedictinas de Italia y del mundo

lunes, 30 octubre 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Uno de los elementos que más impresionó a la opinión pública internacional, cuando fue elegido a la cátedra de Pedro Joseph Ratzinger, fue la elección del nombre: Benedicto XVI. Los comentarios al respecto, se han multiplicado, no siempre de modo oportuno y suficientemente fundados. Con un alguna distancia temporal quizá ahora es posible una más auténtica y arraigada lectura de dicha elección.
Antes de cualquier, aún legítima, referencia a Sus Predecesores, Benedicto XVI ha querido inspirarse en ese gigante de Santidad, doctrina, cultura y piedad que es San Benito de Nursia. Sin caer en lecturas de tipo eurocéntrico, está sin embargo, fuera de toda duda que San Benito ha sido el Padre de Europa y, con ello, el padre de la Civilización occidental. Una paternidad construida con dos sencillos medios, que dejarían hoy pasmados a la mayor parte de los intelectuales: la oración y el trabajo.
Reconociendo a Cristo como centro absoluto de la propia existencia personal, san Benito se convirtió en una figura de atractivo seguro para sus contemporáneos y el Espíritu creó a su alrededor un extraordinario movimiento de hombres que cambiaron el rostro de Europa y del mundo.
El aspecto cristocéntrico es la primera característica benedictina que encontramos en las intenciones, en el Magisterio y en la obra de Benedicto XVI: Cristo es el centro de la historia, el centro de la vida de la Iglesia, que es el Cuerpo místico por tanto, presencia divina en el mundo; Cristo es el centro de la vida de todo hombre, ya que sólo a la luz de la Revelación el hombre se comprende a si mismo y no permanece como un enigma insoluto; Cristo es, además el centro de la concreta experiencia existencial de cada uno, cuando esta no se reduce a una vaga espiritualidad o a obras sociales aplastantes, olvidando el propio origen. Cristo en el centro no sólo de palabra, sino en la concreta experiencia de cada uno como fundamento de las elecciones de los individuos, de las comunidades, de las Iglesias: Cristo como único fundamento normativo de la moral, porque es vivido no como un lejano recuerdo, aunque sea bonito, sino como una presencia viva del Resucitado hoy entre nosotros.
La oración, el ORA benedictino, es el primer grande pilar de la construcción de la civilización cristiana. Benedicto XVI está con insistencia indicando a toda la Iglesia y a toda la humanidad la primacía de la oración sobre la acción del hombre: “Ha llegado el momento de reafirmar la importancia de la oración ante el activismo y el secularismo de muchos cristianos comprometidos en el servicio caritativo" (Deus Caritas est n. 37). Un hombre que no reza es "menos hombre", porque es incapaz de estar en la posición originaria que caracteriza a la criatura respecto al Creador: la del mendigo. La oración no es una fuga de la realidad, un refugio o un mero consuelo espiritual: la oración es el primer elemento indispensable de una correcta antropología para que el hombre no se ilusione de ser autor de sí mismo y del cosmos, sino que reconozca concretamente, por lo tanto, humildemente, sus propios límites, sabiéndose amado y superado por la misericordia del Señor: haciendo por lo tanto experiencia del amor.
Una Iglesia toda volcada al mundo pero distraída de Dios, no podría sobrevivir y no sería creíble en absoluto: la fuente de la credibilidad es la fe profesada personal y públicamente, y experimentada en la experiencia del día a día.
La liturgia es el gesto principal a través del cual el Señor encuentra a Su Iglesia y la Iglesia reconoce a su Dios. La liturgia entendida no como auto celebración de la obra humana o del espíritu comunitario, sino como adoración del hombre hacia Dios, adoración por la que es posible un contacto, una experiencia auténtica, en sentido sacramental, con el Santo de los Santos. Sólo una experiencia tal es capaz de fundamentar toda la existencia del hombre, dando fuerza y sostén su propia actuación en el mundo. La misma admonición de Benedicto XVI de huir de toda forma de activismo que, inevitablemente, conduce a una mentalidad secularizada, se debe leer en esta dirección.
El segundo e insustituible pilar de San Benito es el LABORA. ¿Cuál es el verdadero significado del actuar humano? En la misma experiencia humana de Joseph Ratzinger es posible divisar una extraordinaria dedicación al trabajo y su extraordinaria contribución intelectual a la cultura de la humanidad en nuestro tiempo, está todavía por comprenderse y acogerse. El trabajo, que preferimos interpretar como "obra", es parte integrante del proyecto de Dios. En el "hagamos al hombre a nuestra Imagen y Semejanza" está incluida la dimensión de la obra que es capaz de transformar tanto el yo que la realiza como la realidad.
San Benito, con su obra, transformó el mundo en que vivió. Él no excluyó ninguna dimensión auténticamente humana de su actuación: los monasterios son auténticos "manantiales de civilización" en torno a los cuales toma forma toda una vida ante todo desde el punto de vista espiritual y de formación doctrinal, sea a nivel cultural sea a nivel económico o social, estos representan una auténtica "revolución cristiana" que es también un gran proceso de humanización.
Benedicto XVI invita a toda la Iglesia a retomar con plena conciencia la extraordinaria tarea que Cristo le ha asignado: ser su presencia en el mundo y por ello, no deja nunca de ser misionera. La misión no es una dimensión de la Iglesia, sino su misma Naturaleza ontológica: la Iglesia no sería tal si no anuncia a Cristo, si no evangeliza, si no engendra hijos e hijas, si no construye con valentía la civilización de los hombres, mirando la ciudad de Dios.
La disciplina, que deriva del ser discípulos, es característica esencial de la regla benedictina, y debe ser el elemento propio de todo cristiano, hombre o mujer, laico o clérigo, sacerdote u obispo, monje o cardenal: todos discípulos de Cristo y por tanto dispuestos al seguimiento y a la obediencia plena y cordial, sin síes y sin peros, porque estamos fascinados y secuestrados por el único Dios de nuestra libertad: Jesucristo Resucitado.
Revivir a san Benito es así una gran ayuda para comprender las razones de una elección y los frutos que el valioso Magisterio de Benedicto XVI está trayendo y traerá a toda la Iglesia, y en consecuencia a todo el mundo. La relectura de la breve regla del Santo de Nursia podría ser una buena clave hermenéutica para comprender el pensamiento de Benedicto XVI. (S.V) (Agencia Fides 30/10/2006 - Líneas: 79 Palabras: 1137)


Compartir: