INTENCIÓN MISIONERA - Noviembre de 2006: " Para que con el esfuerzo de los creyentes, unido al de las fuerzas vivas de la sociedad, se rompan las cadenas nuevas y antiguas que entorpecen el desarrollo del continente africano” Comentario a la intención Misionera indicada por el Santo Padre a cargo de Su Eminencia el Card. Peter Turkson, Arzobispo de Cpe Coast (Ghana)

sábado, 28 octubre 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En 1994, en la Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, la Iglesia universal se unió a la Iglesia africana para dirigir una mirada franca pero solidaria al continente africano, mientras se preparaba para pasar el umbral del Tercer milenio. Al final del Sínodo, los Padres Sinodales, en su "Mensaje" (Nuntius), y más tarde el Santo Padre, en su Exhortación Apostólica Postsinodal, dirigieron una "Buena Nueva", un "mensaje de esperanza" a África.
África, al que se dirigía el mensaje sinodal de esperanza, era esa misma África que el Sínodo describió cómo “un continente lleno de malas noticias". El Sínodo lamentaba y añoraba que África estuviera llena de problemas. Miseria, guerras y desesperación estaban por todas partes; África aparecía con un apéndice irrelevante del mundo, a menudo olvidada y delegada (cfr. Ecclesia en África, §40).
Esta, efectivamente, es la imagen de un continente, al que se le ha impedido, por numerosos factores históricos, culturales y aptitudinales, políticos, naturales, macro-económicos, etcétera, llegar al descubrimiento del verdadero camino hacia el desarrollo y la paz. Se trata de una imagen de África privada de esos factores, de aquellas experiencias que el Sínodo identificó como "virtudes de la evangelización”, en particular: esperanza, paz, alegría, armonía, amor y unidad (cfr. Ecclesia en África, §40).
Desde el punto de vista geográfico, el vecino África es el mundo árabe; desde el punto de vista histórico, habría sido el primero en esclavizar a los africanos. La introducción de esclavos africanos en Europa tuvo lugar por mediación de los árabes; sin embargo, la sucesiva sangría debilitante de la base de mano de obra de África por medio de la esclavitud, habría tenido lugar a manos de los europeos (cfr. Unesco History of África IV, [y. D.T Niane, Berkeley 1984] 651).
Más tarde, como potencia colonial en África, Europa habría adoptado a África entre sus naciones, estableciendo confines nacionales arbitrarios. Dentro de las fronteras creadas por las potencias coloniales, "la coexistencia de grupos étnicos, tradiciones, lenguas e incluso religiones diversas, a menudo encuentra obstáculos debido a graves hostilidades recíprocas. « Las oposiciones tribales ponen a veces en peligro, si no la paz, al menos la búsqueda del bien común para el conjunto de la sociedad" (cfr. Ecclesia in Africa §49).
Muchas de las administraciones coloniales han tenido como sucesores a líderes africanos dolores preparados y mal equipados, que han gobernado con la fuerza y han pisado los derechos de los propios ciudadanos. Como resultado, han aparecido en muchas naciones africanas una gran pobreza, una trágica y mala gestión de los escasos recursos disponibles, inestabilidad política y malestar social (cfr. Ecclesia en África, § 40).
La cultura de África es rica en su diversidad; ella encierra algunos de los valores más nobles de la existencia humana, como son su amor por la vida, el sentido de pertenencia al que se atribuye un gran valor, y que es cultivado en las familias, un fuerte sentido de solidaridad y de la vida de comunidad. Sin embargo el puesto tradicional reservado a las mujeres y el modo de considerarlas en numerosas culturas y sociedades, resulta muy difíciles de desarraigar. La negación de los derechos de la mujer y la falta de reconocimiento de sus potencialidades económicas y políticas llevan a la infravaloración de una importante fuerza económica, que es capaz de cambiar de la vida económica de las comunidades africanas.
Estos males tradicionales e históricos de África se ven agravados por otras numerosas aflicciones nuevas y modernas. La globalización y su política del libre mercado representa una amenaza insidiosa respecto a la emergente industrialización y productividad de África. Los desequilibrios comerciales y los "condicionamientos" de los donadores ahogan la autodeterminación y las iniciativas locales. La creciente polarización entre los mundos del occidente, (¿cristiano?) y árabe (¿islámico?) colocan el África negra a la sombra de un conflicto religioso. Como coronación de todo esto encontramos la pandemia de VIH-SIDA, que está diezmando cruelmente a la población, la mano de obra masculina de África, dejando tras de si huérfanos indefensos y una población flagelada por la enfermedad.
Cómo resultado de estos factores y de muchos otros, numerosas naciones africanas se encuentran todavía en la mordaza de la enfermedad y de la carestía, de las guerras, de las tensiones raciales y tribales, de la inestabilidad política y de la violación de los derechos humanos (cfr. Ecclesia en África, §51).
Africa en la cumbre de la miseria y de la pobreza ha sido comparada por el Sínodo con la víctima de la parábola del "buen samaritano" (Lc 10, 30-37). A la par de la víctima de la parábola, el Sínodo expresó la convicción de que África necesita la atención y la ayuda de figuras similares al "buen samaritano" para sobrevivir.
La mano de un "buen samaritano" ya ha sido tendida a África por la Iglesia. En su pobreza, la Iglesia africana desarrolla un papel de guía en diversos países, llevando adelante programas que contemplan el desarrollo humano integral, suscitando admiración y aprecio por parte de sus gobiernos y de las agencias internacionales.
Los esfuerzos insuficientes de las Iglesias locales son integrados y reforzados por cristianos y otras organizaciones confesionales, que ofrecen asistencia sanitaria, investigación sobre enfermedades tropicales que afligen el continente y alejan enfermedades hasta ahora endémicas (viruela, filaria de Medina, poliomielitis, etcétera). Muchas Agencias integran los esfuerzos de las Oficinas para el Desarrollo de las Conferencias Episcopales nacionales para organizar programas de alfabetización y buen gobierno, proyectos de agricultura y de seguridad alimentaria, además de facilitar la adquisición de competencias de base y tecnologías. No se deben olvidar otras iniciativas de agencias internacionales para promover un crecimiento acelerado y un desarrollo de África.
La determinación emergente y creciente de los gobiernos y jefes de Estado africano de ser confiables, de luchar contra los abusos y la corrupción, de ejercer una custodia responsable respecto a la propiedad pública, de promover una integración intertribal ofrece un válido apoyo a los numerosos esfuerzos externos que aspiran a "catapultar" África en una nueva órbita de salud mejorada, libertad económica, seguridad alimenticia, desarrollo, crecimiento, seguridad y paz.
También es motivo de nuestra oración que las organizaciones de grandes dimensiones, sin rostro, pero mundiales (multinacionales), así como Zaqueo en el Evangelio (Lc 19, 8) gradualmente reconozcan que los africanos son hermanos con los que vivir en solidaridad, de los que no se debe ni explotar para el propio provecho (Card. Peter Turkson, Agencia Fides 28/10/2006; Líneas: 85 Palabras: 1124)


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