VATICANO - El ángelus del Papa en la Jornada Misionera Mundial: "La misión surge del corazón: cuando uno se detiene a rezar ante el Crucifijo, con la mirada dirigida a ese costado traspasado, no se puede no experimentar dentro de uno mismo la alegría de saberse amado y el deseo de amar y de convertirse en instrumento de la misericordia y de la reconciliación" - Llamamiento por Irak

lunes, 23 octubre 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Traemos a continuación las palabras pronunciadas por el Santo Padre Benedicto XVI antes del rezo del ángelus con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro, el domingo 22 de octubre, Jornada Misionero Mundial.
“Celebramos hoy el octogésimo Domingo Mundial de las Misiones. Fue instituido por el Papa Pío XI, quien dio un fuerte impulso a las misiones «ad gentes», y en el Jubileo de 1925 promovió una grandiosa exposición convertida después en la actual Colección Etnológico-Misionera e los Museos Vaticanos. Este año, en el acostumbrado mensaje con motivo de esta jornada, he propuesto como tema «La caridad, alma de la misión». De hecho, la misión, si no es alentada por el amor, queda reducida a actividad filantrópica y social. Para los cristianos, sin embargo, tienen vigor las palabras del apóstol Pablo: «el amor de Cristo nos apremia» (2 Cor. 5, 14). La caridad que movió al Padre a enviar a su Hijo al mundo, y al Hijo a entregarse por nosotros hasta la muerte de cruz, esa misma caridad ha sido derramada por el Espíritu Santo en el corazón de los creyentes. Cada bautizado, como sarmiento unido a la vida, puede cooperar en la misión de Jesús, que se resume así: llevar a toda persona la buena noticia: «Dios es amor» y, precisamente por este motivo, quiere salvar al mundo.
"La misión surge del corazón: cuando uno se detiene a rezar ante el Crucifijo, con la mirada dirigida a ese costado traspasado, no se puede no experimentar dentro de uno mismo la alegría de saberse amado y el deseo de amar y de convertirse en instrumento de la misericordia y de la reconciliación. Es lo que le sucedió, hace precisamente ochocientos años, al joven Francisco de Asís, en la pequeña iglesia de San Damián, que entonces estaba derruida. Desde lo alto del Crucifijo, custodiado ahora en la Basílica de Santa Clara, Francisco escuchó a Jesús que le decía: «Vete, repara mi casa, pues ya ves que está en ruinas». Aquella «casa» era ante todo su misma vida, que había que «reparar» mediante una auténtica conversión; era la Iglesia, no la que está hecha de ladrillos, sino de personas vivas, que siempre necesita purificación; era también toda la humanidad, en la que Dios quiere hacer su morada. La misión siempre nace del corazón transformado por el amor de Dios, como lo testimonian innumerables historias de santos y de mártires, que de diferentes maneras han gastado la vida al servicio del Evangelio.
La misión es, por tanto, una cantera en la que hay lugar para todos: para quien se compromete a realizar en su propia familia el Reino de Dios; para quien vive con espíritu cristiano el trabajo profesional; para quien se consagra totalmente al Señor; para quien sigue a Jesús Buen Pastor en el ministerio ordenado al Pueblo de Dios; para quien se va específicamente a anunciar a Cristo a quienes todavía no le conocen. Que María Santísima nos ayude a vivir con un nuevo empuje, cada quien en la situación en que le ha puesto la Providencia, la alegría y la valentía de la misión"
Al término de la oración, el Santo Padre ha saludado a los musulmanes de todo el mundo que celebran la conclusión del mes de ayuno del Ramadán, y ha llamado la atención "sobre la grave situación de inseguridad y sobre las terribles violencias" que suceden en Irak, "a las que están expuestos tantos inocentes por el simple hecho de que sean chiítas, sunitas o cristianos". "Percibo la profunda preocupación que experimenta en la comunidad cristiana - ha dicho el Santo Padre Benedicto XVI - y deseo asegurar que estoy cerca de ella, así como de todas las víctimas, y pido para todos fuerza y consuelo. Os invito, además, a uniros a mi súplica al Todopoderoso para que dé la fe y la valentía necesaria a los responsables religiosos y a los líderes políticos, locales y en todo el mundo, para apoyar a ese pueblo por el camino de la reconstrucción de la Patria, en la búsqueda de equilibrios compartidos, en el respeto recíproco, con la conciencia de que la multiplicidad de sus componentes es parte integrante de su riqueza. (S.L) (Agencia Fides 23/10/2006 - Líneas: 50 palabras: 768)


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