AFRICA - El mercado africano de la droga no es más residual sino un nuevo “eldorado” para el narcotráfico mundial

lunes, 16 octubre 2006

Roma (Agencia Fides) - La sustancia estupefaciente mayormente consumida en África es la marihuana. Según los datos del PNUCID (la oficina de las Naciones Unidas para la lucha contra la droga) los consumidores africanos de marihuana son alrededor de 25 millones que representan el 5,8% de la población adulta del continente, mientras a nivel mundial los consumidores de esta sustancia son el 3,4% de los adultos. Un facto agravante del problema es el hecho que el 61% de los africanos en cuidado por el abuso de estupefacientes presenta también graves problemas de orden psíquico.
Después de la marihuana siguen las drogas sintéticas, frecuentemente tomadas en asociación con la primera. Se trata de sustancias como el Mandrax, difundido sobre todo en África austral o de medicinas robadas, como barbitúricos o anfetaminas. El Mandrax tiene una historia particular porque ha sido empleado en Sudáfrica en la época del apartheid en el ámbito de la “guerra secreta” conducido por los servicios secretos del régimen racista. El Mandrax es mayormente importado de la India pero se ha confirmado una producción local.
Junto a estas sustancias, están tomando fuerza también la heroína y la cocaína (esta última especialmente bajo forma de crack). Estas dos drogas hicieron su aparición al inicio de los años ’80 en el mercado de África occidental donde actualmente se están difundiendo rápidamente sobre todo en las capitales del Golfo de Guinea (Liberia, Costa de Marfil, Ghana, Togo, Benin y Nigeria). Al inicio se trataba de una recaída del flujo de heroína y cocaína que transitaba por estos países en dirección de Europa y de los Estados Unidos. Era entonces un mercado residual aún poco desarrollado. Ahora en cambio los jefes africanos del narcotráfico miran con creciente interés el consumo local de estupefacientes, tanto es verdad que el primer y verdadero mercado unificado de la región es aquello de la droga. Además se han encontrado flujos de sustancias estupefacientes provenientes de Europa destinadas a África, una verdadera revolución respecto a algunos años atrás.
La llegada del crack en Sudáfrica ha provocado la flexión del consumo de Mandrax. Al inicio el crack estaba reservado a las élites, sobre todo de origen europea, pero ahora se está difundiendo en todos los estratos sociales sobre todo en las grandes ciudades como Johannesburgo, Ciudad del Cabo y Durban. También el consumo de heroína está en crecimiento no solo en Sudáfrica, sino también en el vecino Swazilandia, tierra de tránsito para los estupefacientes importados a través de los puertos de Mozambique proviniendo del Asia meridional.
El despacho al detalle en las calles de las ciudades africanas está organizado por redes fragmentarias, poco estructuradas y organizadas, compuestas frecuentemente por ex contrabandistas que se han dedicado a un mercado más propicio. En Sudáfrica son sobre todo los inmigrantes, en particular nigerianos y de Ghana, los que controlan el mercado de la cocaína en Johannesburgo, donde se registra una fuerte presencia de inmigrantes clandestinos.
Las sustancias estupefacientes son utilizadas también para “instilar el valor” en los combates de las diversas guerras africanas, en particular en los niños soldado. Marihuana y anfetamina han sido suministradas sistemáticamente en los pequeños obligados a convertirse en combatientes, sobre todo en Liberia y en Sierra Leona, al punto tal que los programas para la reinserción de ex niños soldado prevé una fase de desintoxicación. El binomio droga-guerra tiene otro aspecto: aquello del financiamiento de los diversos grupos combatientes a través de la producción y el tráfico de estupefacientes. En los últimos 20 años conflictos como aquellos de Mozambique, Angola, Liberia, Senegal (Casamance) han sido financiados también recurriendo al tráfico de droga.
En conclusión, la difusión de las drogas en África es un problema grave, destinado a acentuar con el proceder del proceso de urbanización de las sociedades locales. La creciente disponibilidad de sustancias ilícitas no es la única causa del fenómeno, como demostrado por los niños de la calle, que no pudiendo comprar crack o marihuana, recurren al uso de colas y disolventes para embriagarse. (L.M.) (Agencia Fides 16/10/2006)


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