VATICANO - El Papa Benedicto XVI en Baviera - "Junto con la gran comunidad de los santos y al centro de ellos, María permanece incluso ahora delante de Dios intercediendo por nosotros, pidiéndole a su Hijo nos envíe su Espíritu una vez más sobre la Iglesia y en el mundo"

martes, 12 septiembre 2006

Altötting (Agencia Fides) - El famoso Santuario mariano de Altötting ha sido la meta del Viaje apostólico del Santo Padre Benedicto XVI, el lunes 11 de septiembre. Después de un rato de oración en Gnadenkapelle (Capilla de las Gracias) del Santuario, el Santo Padre ha presidido la Celebración Eucarística en la gran plaza frente al templo. "En la primera lectura, en el salmo responsorial y en el pasaje evangélico de este día por tres veces y de tres formas diferentes, vemos a María, la Madre del Señor, como una mujer que reza" ha dicho el Papa en la homilía. Después ha recordado la lectura de los Hechos que presenta a Maria entre los Apóstoles en el Cenáculo ("Maria dirige la Iglesia naciente en la oración; casi es la Iglesia orante en persona. así, junto con la gran comunidad de los santos y al centro de ellos, ella permanece incluso ahora delante de Dios intercediendo por nosotros, pidiéndole a su Hijo nos envíe su Espíritu una vez más sobre la Iglesia y en el mundo y renueve la faz de la tierra”) después el Magnificat como salmo responsorial ("una oración de agradecimiento, de alegría en Dios, de bendición por sus grandes obras") y por último, el milagro en la bodas de Cana.
Deteniéndose en particular sobre el pasaje evangélica, el Santo Padre ha puesto en evidencia dos aspectos en las sencillas palabras de la Madre de Jesús: "por una parte, su solicitud afectuosa hacia los hombres, la atención materna con que advierte la ajena situación difícil; vemos su bondad cordial y su disponibilidad en ayudar… Pero a este primer aspecto muy familiar a todos nosotros se une otro que fácilmente se nos escapa: Maria somete todo al juicio del Dios.... Ésta es su permanente actitud de fondo. Y así nos enseña a rezar: no querer afirmar nuestra voluntad y nuestros deseos frente ante Dios, por muy importantes o razonables que puedan parecernos, antes bien presentarlos ante Él y dejarle a El que decida lo que quiere hacer".
En el diálogo entre Jesús y Maria en Cana, Jesús llama a Maria "Mujer" y no Madre, como quizás uno esperaría. "Este título expresa realmente el lugar de María en la historia de la salvación. - ha explicado el Papa -. Señala al futuro, a la hora de la crucifixión, cuando Jesús le dirá: «Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu madre» (Cf. Juan 19, 26-27). Ello anticipa la hora cuando Él hará de la mujer, su Madre, la Madre de todos los discípulos. Por otra parte, el título recuerda el relato de la creación de Eva.... Así, en el Evangelio de Juan, María representa la nueva, la definitiva mujer, la compañía del Redentor, nuestra Madre: el nombre, que parecía muy falto de afecto, realmente expresa la grandeza de la misión de su perenne misión”.
Después el Papa ha vuelto a recordar los dos diálogos relativos a la encarnación de Jesús, "que van juntos y se funden uno en el otro". “Hay ante todo el diálogo que Maria tiene con el arcángel Gabriel, y en el que Ella dice: "Se haga en mi según tu palabra". Pero existe un texto paralelo a este, un diálogo, por así decir, dentro de Dios, al que se refiere la Carta a los Hebreos, cuando dice que las palabras del Salmo 40 se ha convertido como en un diálogo entre Padre e Hijo - un diálogo en el que se inicia la encarnación… El "si" del Hijo: “Vengo a hacer tu voluntad" y el "sí" de Maria: "Hágase en mi según tu palabra" - este dúplice "sí" se convierte en un único "sí", y así el Verbo se hace carne en Maria. En este dúplice "sí" la obediencia del Hijo se hace cuerpo, Maria, con su "sí" le dona el cuerpo".
Partiendo de esta explicación, se puede comprender también la segunda frase de la respuesta de Jesús: «Aún no ha llegado mi hora». Jesús no actúa jamás solamente por sí; jamás por gustar a los otros. Él actúa siempre partiendo del Padre, y es justamente esto que lo une a María, porque ahí, en esta unidad de voluntad con el Padre, ha querido depositar también ella su petición... Jesús no hace un prodigio, no juega con su poder en un acontecimiento del todo privado. Él pone en acción un signo, con el cual anuncia su hora, la hora de las bodas, de la unión entre Dios y el hombre … La hora de la Cruz, la hora de la que mana el Sacramento, en el Él realmente se da en carne y sangre, pone su Cuerpo en nuestras manos y en nuestro corazón, es esta la hora de la bodas… Su “hora” es la Cruz; su hora definitiva será su vuelta al final de los tiempos. Continuamente Él adelanta esta hora definitiva en la Eucaristía, en el que viene siempre ya ahora. Y siempre de nuevo lo hace por intercesión de su Madre, por intercesión de la Iglesia, que lo invoca en las oraciones eucarísticas".
El Santo Padre ha concluido su homilía invitando los fieles a dejarse conducir por Maria, hacia la "ahora" de Jesús: “Pidámosles el don de reconocerlo y de comprenderlo cada vez más. Y no dejemos que la recepción se reduzca sólo al momento de la Comunión. Él continua presente en la hostia santa y nos espera continuamente." Al término de la Santa Misa, el Papa ha ido en procesión hasta el Santuario para la inauguración de la nueva Capilla de la adoración. (S.L) (Agencia Fides 12/9/2006 - Líneas: 59 Palabras: 971)


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