VATICANO - El Papa Benedicto XVI en Baviera - "El mundo necesita de Dios. Nosotros necesitamos de Dios. No faltamos al respeto a otras religiones y culturas… si confesamos con voz alta y sin términos medios a ese Dios que opone su sufrimiento a la violencia; que frente al mal y a su poder eleva, como límite y superación, su misericordia"

lunes, 11 septiembre 2006

München (Agencia Fides) - El domingo 10 de septiembre, XXIII domingo del tiempo ordinario, a las 10 horas el Santo Padre Benedicto XVI ha presidido la Concelebración Eucarística en el "Neue Mies" (Nueva Feria) de München y, al término, ha dirigido el rezo del ángelus. En su homilía, el Papa se ha detenido sobre el tema de "Dios como centro de la realidad y como centro de nuestra vida personal", propuesto en las lecturas bíblicas. Tanto la primera lectura como el Evangelio "quieren conducirnos hacia Dios" ha explicado el Papa. "Con el tema 'Dios', está conectado el tema social: nuestra responsabilidad recíproca, nuestra responsabilidad por la supremacía de la justicia y el amor en el mundo. Esto viene expresado de modo dramático en la segunda lectura… Santiago, en sus palabras, deja intuir la imagen de Jesús, de ese Dios que se hizo hombre y, aún siendo de origen davídico, es decir real, se convirtió en un hombre sencillo entre hombres sencillo.... El amor al prójimo, que es en primer lugar, solicitud por la justicia, es la piedra de toque para la fe y el amor a Dios. Santiago lo llama "ley real" dejando entrever la palabra preferida de Jesús: la majestad de Dios, el dominio de Dios. Este no indica un reino cualquiera que llegará en uno u otro momento, sino que significa que Dios debe convertirse ahora en la fuerza determinante para nuestra vida y el nuestro actuar."
El Evangelio cuenta la curación que realiza Jesús a un sordomudo. "Jesús se dedica a los que sufren, a los que se ven relegados al margen de la sociedad. Los cura y, abriéndoles así la posibilidad de vivir y de decidir, los introduce en la igualdad y en la fraternidad" ha explicado el Santo Padre, quien después ha continuado: "No existe solamente la sordera física, que deja al hombre en gran parte fuera de la vida social. Existe una debilidad del oído respecto a Dios de la que sufrimos especialmente en este nuestro tiempo. Simplemente ya no logramos escucharle.... Lo que se dice de Él nos parece pre-científico, como si ya no fuera adaptado a nuestro tiempo". En el Evangelio también se cuenta que Jesús puso los dedos en las orejas del sordomudo, puso un poco de su saliva sobre la lengua del enfermo y dijo: "Effatà" - ¡Ábrete!". "Esto mismo realiza Jesús de un modo nuevo y repetidamente también hoy - ha evidenciado el Papa -. En nuestro Bautismo Él realizó sobre nosotros este gesto de tocar y dijo: "Effatà" - ¡Ábrete!", para hacernos capaces de sentir a Dios y darnos así la posibilidad de hablar con El… El camino del bautizado debe convertirse en un proceso de desarrollo progresivo, en el que nosotros crecemos en la vida de comunión con Dios, llegando así a una mirada diferente sobre el hombre y sobre la creación."
El Papa Benedicto XVI ha contado después su experiencia al reunirse con Obispos de todo el mundo: "Los Obispos me hablan con gratitud de la generosidad de los católicos alemanes…Pero de vez en cuando, algún Obispo africano me dice: “si presento en Alemania proyectos sociales, encuentro inmediatamente las puertas abiertas. Pero si vengo con un proyecto de evangelización, encuentro más bien reservas”. Obviamente algunos tienen la idea de que hay que promover los proyectos sociales con la máxima urgencia, mientras que lo que afecta a Dios o incluso a la fe católica es algo más bien particular y de menor importancia. Sin embargo, la experiencia de esos obispos es precisamente que la evangelización tiene que tener la precedencia, que el Dios de Jesús tiene que ser conocido, creído y amado, tiene que convertir los corazones para que incluso las cuestiones sociales puedan avanzar, para que se emprenda la reconciliación… El hecho social y el Evangelio son inseparables entre sí. Cuando solamente llevamos a los hombres conocimientos, habilidades, capacidades técnicas e instrumentos, llevamos demasiado poco. Entonces sobrevienen bien pronto los mecanismos de violencia y prevalece la capacidad de destruir y de matar, se convierte en la capacidad para alcanzar el poder."
El Santo Padre ha continuado después: "Las poblaciones de África y Asia admiran nuestras posibilidades técnicas y nuestra ciencia, pero al mismo tiempo se asustan ante una concepción de la razón que excluye totalmente a Dios de la visión del mundo, creyendo que esta es la forma más sublime de la razón, y que debe enseñar también a sus culturas. La auténtica amenaza a su identidad no la ven en la fe cristiana, sino más bien en el desprecio de Dios y en el cinismo de quien considera el escarnio de lo sagrado como un derecho de la libertad y hace de la utilidad el criterio moral supremo para futuros éxitos en la investigación… La tolerancia de la que tenemos necesidad urgente implica el temor de Dios, el respeto de lo que para los demás es algo sagrado. Pero este respeto hacia lo que los demás consideran sagrado presupone que nosotros mismos debemos aprender de nuevo el temor de Dios. Este sentido de respeto solamente puede ser reengendrado en el mundo occidental si crece de nuevo la fe en Dios, si Dios se hace de nuevo presente para nosotros y entre nosotros. Nuestra fe no la imponemos a nadie. Este tipo de proselitismo es contrario al cristianismo. La fe puede desarrollarse sólo en la libertad. Interpelemos la libertad de los hombres para que se abran a Dios, lo busquen y le escuchen".
"El mundo necesita de Dios. Nosotros necesitamos de Dios. ¿De qué Dios?” se ha preguntado por último, el Santo Padre, subrayando como la humanidad necesita "Aquel que murió por nosotros en la Cruz.... Su "venganza" es la Cruz: el "No" a la violencia, el "amor hasta al final”. Es este el Dios que necesitamos. No faltamos al respeto de las demás religiones, al profundo respeto de su fe, si confesamos en voz alta y sin subterfugios a ese Dios que se opone a la violencia con su sufrimiento, que ante el mal y su poder pone como límite y superación su misericordia. A Él dirigimos nuestra súplica, para que Él esté entre nosotros y nos ayude a ser sus testigos creíbles”. (S.L) (Agencia Fides 11/9/2006 - Líneas: 69 Palabras: 1087)


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