VATICANO - “Para entrar en comunión con Cristo y contemplar su rostro, para reconocer el rostro del Señor en el de los hermanos y en los acontecimientos de cada día, son necesarias manos inocentes y corazones puros”: el Papa Benedicto XVI al Santuario del Santo Rostro en Manoppello (Chieti)

lunes, 4 septiembre 2006

Manoppello (Agencia Fides) - “Para entrar en comunión con Cristo y contemplar su rostro, para reconocer el rostro del Señor en el de los hermanos y en los acontecimientos de cada día, son necesarias ‘manos inocentes y corazones puros’. Manos inocentes, es decir, existencias iluminadas por la verdad del amor que triunfa sobre la indiferencia, la duda, la mentira y el egoísmo; y además se requieren corazones puros, corazones seducidos por la belleza divina, como dice la pequeña Teresa de Lisieux en su oración al Santo Rostro, corazones que llevan impreso el rostro de Cristo”. Es la exhortación del Santo Padre Benedicto XVI en su discurso pronunciado en el Santuario del Santo Rostro en Manoppello (Chieti), a donde se dirigió en visita el 1ro de setiembre.
Viajando en helicóptero de su residencia de verano en Castel Gandolfo, el Santo Padre Benedicto XVI llegó a la plaza delante del Santuario, y fue acogido por Su Exc. Mons. Bruno Forte, Arzobispo de Chieti-Vasto y por las Autoridades civiles y militares. Caminando hasta el Santuario, el Santo Padre, luego de una breve adoración al Santísimo Sacramento y una oración ante la Reliquia del Santo Rostro, se dirigió a los presentes.
El Papa recordó ante todo la experiencia de los primeros dos Apóstoles que siguieron a Jesús junto al río Jordán, narrada al inicio del Evangelio de Juan: “El evangelista narra que Jesús se dio la vuelta y les preguntó: ‘¿Qué buscáis?’. Ellos respondieron: ‘Rabbí, ¿dónde vives?’. Y ellos: ‘Venid y veréis’. Ese mismo día los dos que Lo siguieron tuvieron una experiencia inolvidable, que los llevó a decir: ‘Hemos encontrado al Mesías’. Quien algunas horas antes consideraban un simple ‘rabbí’, adquirió una identidad bien precisa, la del Cristo esperado por los siglos. Pero, en realidad, ¡cuánto camino tenían todavía esos discípulos por delante! No podían ni siquiera imaginar la profundidad del misterio de Jesús de Nazaret; cuánto podía revelarse insondable e inescrutable su ‘rostro’”. Luego el Santo Padre recordó la expresión que Jesús dirige a los Apóstoles: “Quien me ha visto ha visto al Padre” (Jn 14,9), y explicó: “Solamente después de su pasión, cuando lo encontrarán resucitado, cuando el Espíritu iluminará sus mentes y sus corazones, los Apóstoles comprenderán el significado de las palabras que Jesús había dicho, y Lo reconocerán como el Hijo de Dios, el Mesías prometido para la redención del mundo. Se convertirán entonces en sus incansables mensajeros, valientes testigos hasta el martirio”.
Para “ver a Dios” es necesario conocer a Cristo y dejarse plasmar por su Espíritu, recordó asimismo el Papa, dispuestos a seguirlo hasta el sacrificio de la vida en la cruz: “Este es el camino de Cristo, el camino del amor total: quien se aferra a la vida la pierde, el que desprecia la vida de este mundo la conserva para una vida eterna. Vive en Dios ya sobre esta tierra, atraído y transformado por el fulgor de su rostro. Esta es la experiencia de los auténticos amigos de Dios, los santos, que han reconocido y amado en los hermanos, en especial en los más pobres y necesitados, el rostro de ese Dios al que han contemplado durante mucho tiempo con amor en la oración”.
A los sacerdotes el Papa dijo que si en los pastores del rebaño de Cristo queda impresa la santidad de su Rostro, “también los fieles confiados a su cuidado serán contagiados y transformados”, a los seminaristas aconsejó de no dejarse atraer “de nada más fuera de Jesús y del deseo de servir a su Iglesia”, y finalmente que toda actividad de los religiosos y religiosas “sea un reflejo visible de la bondad y de la misericordia divina”. El último pensamiento del Papa fue dirigido al respeto por la naturaleza y la creación, con ocasión de la Jornada de reflexión y de oración por la salvaguardia de la creación, celebrada por la Iglesia italiana: “Que la Madre del Creador nos ayude a respetar la naturaleza, gran don de Dios, que aquí podemos admirar contemplando las magníficas montañas que nos rodean. Este don, sin embargo, está cada vez más expuesto a serios riesgos de degradación ambiental y por lo tanto va defendido y respetado. Se trata de una urgencia que, como notaba vuestro Arzobispo, es puesta oportunamente en evidencia”. (S.L.) (Agenzia Fides 4/9/2006)


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