VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA editado por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - “Fe y Razón: la duda que paraliza”

jueves, 31 agosto 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La elección del Card. Ratzinger al Pontificado, entre los múltiples efectos, ha producido uno específico desde el punto de vista cultural, sobre todo en orden al diálogo entre católicos y laicos. El interés personal del entonces Cardenal teólogo (a veces en modo marginal, por el aislamiento intelectual de determinadas posiciones) por una confrontación cercana con los no creyentes animados por una voluntad sincera de búsqueda y colaboración se ha convertido, ahora que Benedicto XVI guía la Iglesia Universal, en una cuestión «universal».
No es ya posible quedar como prisioneros en las infinitas dialécticas intraeclesiales, sin respirar con los amplios pulmones del diálogo con la modernidad y con aquellos laicos que muestran un interés siempre creciente por las cuestiones religiosas, entendidas como posibilidad de respuesta a las preguntas fundamentales del yo. Es tarea de toda la Iglesia entrar en diálogo con los laicos, superando esa sospecha clerical y miope que lleva a desconfiar de los llamados «laicos devotos», hipotizando que están animados por intereses mundanos y no tanto por una sincera búsqueda existencial, sobre todo cuando ocupan cargos públicos o son personalidades de notable relieve desde el punto de vista intelectual. Además del moralismo subyacente en tal sospecha, es necesario reafirmar que la certeza de los católicos sobre la misericordia del Señor no puede quedarse dentro de los estrechos límites de la medida humana y, aunque el interés inicial del diálogo con los laicos fuese de carácter mundano, esto no quita nada al desafío grande del anuncio del Señor, al que la Iglesia y los hombres de Iglesia están siempre llamados.
Paradójicamente los mismos laicos llegan a afirmar que: «Es necesario dejar la duda, al menos dentro de ciertos límites. Es necesario comenzar de nuevo, dentro de ciertos límites, a saber para creer y a creer para saber. Es un camino peligroso, expuesto a doctrinarismos equívocos y a una reducción de la infeliz complejidad de la cultura a la claridad demasiado feliz del dogma, pero es una ruta obligatoria. Si todo es puesto en duda, es hora de creer en algo» (G. Ferrara, Poner en duda la duda).
Si hasta hace algunos decenios la duda poseía una característica racionalista y con la razón, aunque mal concebida, era posible razonar, hoy, hay que admitirlo, la duda ha asumido características explícitamente nihilistas: dudar no es un modo para buscar y encontrar respuestas más ciertas a las preguntas, sino para afirmar que, en definitiva, no hay respuestas más allá de las que nosotros escogemos arbitrariamente, habiéndolas producido subjetivamente.
¡Cuánta «duda católica», más o menos inconscientemente, es prisionera de estas posiciones! Cuánto diálogo interreligioso e intercultural se nutre del principio nihilista de la no existencia de la Verdad.
El diálogo con la cultura laica estimula a los católicos a superar la duda nihilista que paraliza el pensamiento y la acción, que empuja hacia una acción no adecuadamente sostenida por un pensamiento fuete y por lo tanto siempre expuesta al terrible riesgo del moralismo.
Los laicos nos invitan a «superar la duda» para creer en algo: nosotros que no sólo creemos en algo, sino en Alguien, en Jesús de Nazaret Señor y Cristo, vivo hoy en la historia, no debemos temer la confrontación ni el anuncio y estamos llamados a vivir plenamente esta nueva gran estación de pensamiento para toda la Iglesia, inaugurada por el Papa Benedicto XVI.
Los «maestros católicos» de la duda, dispuestos a poner en discusión siempre todo y todos (particularmente la jerarquía y el magisterio) salvo a sí mismos, corren el riesgo de quedarse atrás, de pasar por conservadores (de sí mismos). Se abre un tiempo nuevo.
El renacer de las certezas no es, como muchos sostienen, la consecuencia de la fragilidad contemporánea, sino más bien el alba de esta nueva estación que, consciente del efecto paralizante de la duda, quiere superarla, escogiendo moverse, caminar hacia la verdad completa. (Agencia Fides 31/8/2006)


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