VATICANO - “LAS PIEDRAS, LOS SONIDOS, LOS COLORES DE LA CASA DE DIOS” a cargo de Su Exc. Mons. Mauro Piacenza - “La música sacra entre los bienes culturales de la Iglesia” (III)

martes, 25 julio 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En el vasto mar, agitado y atormentado, de la música “sacra”, ¿qué hacer? Ciertamente el primer trabajo a realizar atañe a la formación, sobre todo del clero, llamado a su vez a ser promotor de música sacra. Por desgraciada, se constata una carencia cada vez más difundida y tanto más grave en seminarios y lugares de formación de religiosos y religiosas, de una verdadera educación a la gran tradición musical de la Iglesia, es más, con frecuencia de la más elemental formación musical y el prosperar de la banalidad y del mal gusto.
San Pío X entendió bien, y con él todo el posterior Magisterio de la Iglesia, que es imposible cualquier obra de “reforma” sin una adecuada formación, tanto de clérigos como de laicos. Entre los frutos más sustanciosos del Motu propio, que perdura en el tiempo, es el Pontificio Instituto de Música Clásica, que se dispone a celebrar el primer centenario de fundación. De tan benemérita institución han salido maestros de canto gregoriano, de polifonía, organistas, operadores de música sacra, repartidos ahora por todos los rincones del planeta. Un trabajo precioso es el desarrollado también por otras Escuelas Superiores de Música sacra, por las escuelas diocesanas, y por varios cursos y seminarios de formación litúrgico-musical. En estas sedes no se debería jamás omitir la enseñanza, incluso profundizada, del canto gregoriano.
Se podría afirmar que el canto gregoriano es el canto de la Iglesia, no en el sentido de que la Iglesia no admita otras formas musicales, sino porque es paradigmático en su relación entre texto litúrgico y música. Es más, también desde un punto de vista técnico, los grandes maestros de la polifonía han basado sus innovaciones en el canto gregoriano, cambiando sus temáticas, modalidades y poliritmia. Podemos encontrar el gregoriano como base de las composiciones de Palestrina, Lasso, Victoria, Guerrero, Morales, y otros autores de la reforma tridentina. El canto gregoriano es también fondo de las composiciones de grandes músicos contemporáneos que han acompañado la reforma litúrgica del siglo XX: Perosi, Refice y Bartolucci. El gregoriano se advierte como una filigrana.
No me refiero sólo a las composiciones complejas o corales, sino también a las varias melodías, en latín o lengua romance, tanto para la liturgia como para los actos de devoción. El verdadero canto popular sagrado, será más válido y sustancioso cuanto más se inspire al canto gregoriano. Juan Pablo II, de venerada memoria, hizo totalmente suyo el conocido principio de San Pío X: “Una composición religiosa será más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque en aire, inspiración y sabor a la melodía gregoriana, y será tanto menos digna del templo cuanto diste más de este modelo soberano”. (Tra le sollecitudini, nº 3; Chirografo º 12).

Es obvio que no será posible afrontar la creación de un repertorio de calidad para la liturgia, también en las lenguas vivas, si los compositores continúan ignorando el canto gregoriano. Naturalmente toda cosa hermosa y buena tiene un costo. Si bien es muy importante la buena voluntad, a veces la buena voluntad sola no basta. Para obtener buenos resultados, es necesario invertir recursos, sobre todo en la formación, en la que deben emplearse verdaderos profesionales a tiempo pleno. También a nivel de scholae, al menos las de las Catedrales o Santuarios, es necesario confiarlas para la dirección y acompañamiento organístico a figuras profesionales con una formación litúrgica y musical apropiada. Con esto no se subestima la creación de nuevas obras musicales, convenientemente pensadas para la liturgia festiva y de los tiempos fuertes del año litúrgico, las cuales, teniendo presente la gran tradición litúrgica musical de la Iglesia, sean adecuadas a la sensibilidad actual.
Recordaba siempre Juan Pablo II: “El aspecto musical de las celebraciones litúrgicas, por tanto, no puede dejarse ni a la improvisación, ni al arbitrio personal de cada uno, sino que debe ser confiado a una bien concertada dirección en el respeto de las normas y de las competencias, como significativo fruto de una adecuada formación litúrgica”. + Mauro Piacenza, Presidente de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia, Presidente de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra. (Agencia Fides 25/7/2006 Líneas: 53 Palabras: 726)


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