VATICANO - El Papa Benedicto XVI lanza “un mensaje de esperanza desde Valencia a todas las familias del mundo” y anuncia el próximo Encuentro Mundial de las Familias en Ciudad del México en el 2009

lunes, 10 julio 2006

Valencia (Agencia Fides) - El domingo 9 de julio, a las 9.30 horas, el Santo Padre Benedicto XVI presidió la Concelebración Eucarística en la Ciudad de las Artes y de las Ciencias de Valencia, como conclusión del V Encuentro Mundial de las Familias. Con el Papa concelebraron numerosos Cardenales, Arzobispos, Obispos y sacerdotes. “Doy gracias al Señor por todas las amadas familias que os habéis congregado aquí formando una multitud jubilosa, y también por tantas otras que, desde lejanas tierras, seguís esta celebración a través de la radio y la televisión. A todos deseo saludaros y expresaros mi gran afecto con un abrazo de paz”, dijo el Papa al inicio de su homilía.
Tomando pie en las lecturas proclamadas, Benedicto XVI puso en evidencia cómo, en estos textos bíblicos, “la familia comprende no sólo a padres e hijos, sino también a los abuelos y antepasados. La familia se nos muestra así como una comunidad de generaciones y garante de un patrimonio de tradiciones... Todos hemos recibido de otros la vida y las verdades básicas para la misma, y estamos llamados a alcanzar la perfección en relación y comunión amorosa con los demás. La familia, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, expresa esta dimensión relacional, filial y comunitaria, y es el ámbito donde el hombre puede nacer con dignidad, crecer y desarrollarse de un modo integral”.
El niño que nace, junto con el don de la vida, recibe un patrimonio de experiencia. “A este respecto, los padres tienen el derecho y el deber inalienable de transmitirlo a los hijos: educarlos en el descubrimiento de su identidad, iniciarlos en la vida social, en el ejercicio responsable de su libertad moral y de su capacidad de amar a través de la experiencia de ser amados y, sobre todo, en el encuentro con Dios... En el origen de todo hombre y, por tanto, en toda paternidad y maternidad humana está presente Dios Creador. Por eso los esposos deben acoger al niño que les nace como hijo no sólo suyo, sino también de Dios, que lo ama por sí mismo y lo llama a la filiación divina. Más aún: toda generación, toda paternidad y maternidad, toda familia tiene su principio en Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo”.
En el origen de cada ser humano, explicó el Santo Padre, “no existe el azar o la casualidad, sino un proyecto del amor de Dios... La fe no es, pues, una mera herencia cultural, sino una acción continua de la gracia de Dios que llama y de la libertad humana que puede o no adherirse a esa llamada” Los padres cristianos están llamados a dar un testimonio creíble de su fe y esperanza cristiana. “Han de procurar que la llamada de Dios y la Buena Nueva de Cristo lleguen a sus hijos con la mayor claridad y autenticidad”.
Con el pasar de los años, este don de Dios que los padres han cultivado en los hijos haciendo crecer en ellos la capacidad de discernimiento, llevará a los hijos a hagan suyo el don mismo de la fe, para que “descubran con ella el sentido profundo de la propia existencia y se sientan gozosos y agradecidos por ello”. “La familia cristiana transmite la fe cuando los padres enseñan a sus hijos a rezar y rezan con ellos (cf. Familiaris consortio, 60); cuando los acercan a los sacramentos y los van introduciendo en la vida de la Iglesia; cuando todos se reúnen para leer la Biblia, iluminando la vida familiar a la luz de la fe y alabando a Dios como Padre”.
El Santo Padre puso a la luz cómo, en la cultura actual, se exalta la libertad del individuo “concebido como sujeto autónomo, como si se hiciera él sólo y se bastara a sí mismo, al margen de su relación con los demás y ajeno a su responsabilidad ante ellos... La Iglesia no cesa de recordar que la verdadera libertad del ser humano proviene de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por ello, la educación cristiana es educación de la libertad y para la libertad… Jesucristo es el hombre perfecto, ejemplo de libertad filial, que nos enseña a comunicar a los demás su mismo amor”.
La Iglesia promueve “la maravillosa realidad del matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, que es, además, el origen de la familia” en el camino de maduración y crecimiento de la persona hacia la verdad y el amor. “Reconocer y ayudar a esta institución es uno de los mayores servicios que se pueden prestar hoy día al bien común y al verdadero desarrollo de los hombres y de las sociedades, así como la mejor garantía para asegurar la dignidad, la igualdad y la verdadera libertad de la persona humana”.
Finalmente el Santo Padre concluyó su homilía con esta exhortación de esperanza: “La familia cristiana —padre, madre e hijos— está llamada, pues, a cumplir los objetivos señalados no como algo impuesto desde fuera, sino como un don de la gracia del sacramento del matrimonio infundida en los esposos. Si éstos permanecen abiertos al Espíritu y piden su ayuda, él no dejará de comunicarles el amor de Dios Padre manifestado y encarnado en Cristo. La presencia del Espíritu ayudará a los esposos a no perder de vista la fuente y medida de su amor y entrega, y a colaborar con él para reflejarlo y encarnarlo en todas las dimensiones de su vida. El Espíritu suscitará asimismo en ellos el anhelo del encuentro definitivo con Cristo en la casa de su Padre y Padre nuestro. Éste es el mensaje de esperanza que desde Valencia quiero lanzar a todas las familias del mundo”.
Al término de la Misa, antes de recitar la oración mariana del Ángelus, el Papa saludó y agradeció, en las diversas lenguas, a las familias y a cuantos han colaborado en la realización del V Encuentro Mundial de las Familias, y anunció que el próximo encuentro, en el 2009, tendrá lugar en la Ciudad de México. (SL) (Agencia Fides 10/7/2006 Líneas: 70 Palabras: 1060)


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