VATICANO - “Los Santos de la Caridad” de la Encíclica “Deus caritas est”: San Francisco de Asís”

martes, 27 junio 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - De San Francisco de Asís (1182-1226) se ha escrito mucho, en todos los tiempos. Desde el primer momento, cuando se mostró al mundo libre y seguro hasta poder decir: “Padre nuestro que estas en el Cielo” (San Buenaventura, Legenda Major, FF 1043). El descubrimiento y la experiencia del Amor Redentor de Dios, de Jesús Amor Crucificado, le hicieron capaz de relaciones redimidas, por tanto nuevas, con toda la creación y al mismo tiempo totalmente envueltas en la misma mirada y actuar de Dios.
“El encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”, así como afirma el Papa Benedicto XVI al comienzo de la Encíclica Deus caritas est, “está al comienzo del ser cristiano”, es la misma experiencia de Francisco, porque es la experiencia de cada cristiano. La mirada sobre el Traspasado, la búsqueda de refugio en las hendiduras de las heridas de Cristo, el salir al encuentro de todos con el sólo poder de amar, hacen de Francisco el cantor dulce, sensible, audaz de la santa caridad que es Dios, del Dios que es Amor, pura gratuidad, misterio de salvación, que arrastra al hombre a la comunión.
En su Testamento, Francisco recuerda este momento con gran emoción: “El Señor me dio de esta manera, a mi el hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia; en efecto, cómo estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practique con ellos la misericordia. Y, al separarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me torno en dulzura de alma y del cuerpo” (Testamento, FF. 110).
Es este cambio de dirección, del amargo al dulce, que permite a Francisco abrazar a todos y a todo con el mismo abrazo con el cual se había sentido abrazado por el Crucifijo de San Damiano, reconociendo en ese mismo momento que Él ya lo estaba abrazando. Francisco se convirtió así en un cristiano que hunde las manos en el dolor más íntimo del hombre, porque ve y gusta el Amor de Dios. Siente la nostalgia de Dios y quiere estar con Él en soledad, pero al mismo tiempo no se olvida de quien sufre, de quien tiene hambre, de quien tiene sed, de quien busca la justicia. Con todo el que se encuentra comparte su pan, que también a él ha sido donado y por eso se puede compartir.
Su andar sencillo y descalzo en la compañía de los demás hermanos, atraídos y tocados por su forma de vivir y que el Señor le ha donado, hace visible el Amor de Dios. Su saber hacerse cercano, se podría decir más, su acoger a todos en el círculo de los hermanos, en la fraternidad, y no sólo a quien sufre, sino a quien busca, a quien no entiende, a quien contesta, es su hacer el Bien, todo el Bien, el único Bien que es siempre la tarea más preciosa del cristiano: dejar que Dios y su Amor sean “encontrables” por el hombre y que éste lo reconozca en el Señor Crucificado, en el Cristo Resucitado. La fraternidad que se compone en torno a Francisco, es la evidencia de que “Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento” (Benedicto XVI, Deus caritas est, 18) o, dicho con las palabras de Francisco es hacer “tu santo y verdadero mandamiento” (Francisco de Asís, Oración ante el Crucifijo, FF 276).
De aquí la fraternidad de los menores, es enviada y lanzada al mundo por Francisco, sin poseer nada, en completa obediencia, sin otra intención que la de hacer la voluntad de Dios y con la única certeza de que el Señor nos ama. De esta certeza se desarrolla y crece toda una serie y una red de realidades que se ponen al lado de cualquiera que tenga necesidad, material o espiritual. Desde siempre las puertas de los conventos de los frailes son lugar de acogida para recibir un poco de pan, una palabra de consuelo, una ayuda concreta. De Francisco y su carisma han nacido muchas y múltiples asociaciones variadamente estructuradas que son el signo concreto, estable de cómo quien ama a Dios y es marcado por el Amor y se ha entregado a Él, no trata las cosas terrenas, y con mayor razón el hombre en su dignidad, como una cosa que tiene que ver con Dios y con el amor a Él reservado. ¡De cómo un hombre trata las cosas de la tierra puedo decir que imagen tiene de Dios! La fe en el Dios Amor tiene por tanto una relevancia social como gesto que en la gratuidad, no pidiendo nada, todo lo devuelve reconociendo que “todos los bienes son suyos y por todos le damos gracias, porque proceden todos de Él” (San Francisco, Regla no sellada, FF. 49).
Francisco de Asís, todavía hoy asombra y atrae por su ardor en el abrazo al Crucificado que se une y se dilata en el leproso, realizando aquella transformación en la carne, expresión que “el verdadero amor de Cristo había transformado al amante en imagen misma del amado” (San Buenaventura, Legenda ;ajor, FF 1228). (Fra Carlo Calloni, O.F.M .Cap.).
Nota biográfica - Francisco nació en Asís a principios de 1182 y creció entre las agujas de su familia. Tras haber combatido en la lucha entre Perugia y Asís y haber sufrido un año de prisión, volvió a su casa profundamente trastornado: dejó definitivamente las alegres pandillas de sus amigos para dedicarse a una vida de intensa meditación y piedad. Come “heraldo de Jesús rey” se vistió con los paños de penitente y se puso a girar por las calles rezando, sirviendo a los pobres, consolando a los leprosos. El mes de abril de 1208 comprendió que el Señor le llamaba a la renovación de la iglesia en sus miembros, y comenzó a predicar el Evangelio con el ejemplo y con la palabra. En el verano de 1224, mientras estaba en oración sobre el Monte de la Verna, junto a algunos de sus primeros compañeros, se verificó el milagro de los estigmas. Postrado por varias enfermedades, Francisco murió en la tarde-noche del 3 de octubre de 1226, recitando el salmo 141.
Los hijos espirituales de San Francisco se agrupan bajo tres Órdenes. El Primer Orden comprende el Orden Franciscano Frailes Menores Conventuales (O.F.M. Conv.), el Orden Franciscano de los Frailes Menores Capuchinos (O.F.M. Cap.), y el Tercer Orden Regular de San Francisco (T.O.R.). El Segundo Orden comprende a las hermanas Clarisas de las distintas obediencias. El Tercer Orden se llama en la actualidad OFS, esto es, Orden Franciscano Secular. (Agencia Fides 27/6/2006 Líneas: 72 Palabras: 1135)


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