VATICANO - El Santo Padre Benedicto XVI celebra la Solemnidad de los Santos Apostoles Pedro y Pablo: “En su realidad íntima, la Iglesia, fundada en el sacramento de la Eucaristía, es comunidad eucarística y así comunión en el Cuerpo del Señor. La tarea de Pedro consiste en presidir esta comunión universal, en mantenerla presente en el mundo como unidad también visible”. Imposición del Palio a 27 Arzobispos Metropolitanos

viernes, 30 junio 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El jueves 29 de junio, Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, a las 9,30 horas, el Santo Padre Benedicto XVI presidió en la Basílica Vaticana la Concelebración Eucarística con veintisiete Arzobispos Metropolitanos a los que ha impuesto el Palio tomado de la Confesión de San Pedro Apóstol. Como de costumbre, también en esta ocasión estaba presente en la Santa Misa una Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.
En la homilía el Santo Padre se ha inspirado en las palabras dirigidas a Pedro por Jesús - “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18) - para ilustrar su significado recordando que “los evangelios nos relatan tres situaciones diversas en las que el Señor, cada vez de un modo particular, encomienda a Pedro la tarea que deberá realizar”.
En el Evangelio de San Mateo, proclamado en la Misa del día, “Pedro confiesa su fe en Jesús, reconociéndolo como Mesías e Hijo de Dios. Por ello el Señor le encarga su tarea particular mediante tres imágenes: la de la roca, que se convierte en cimiento o piedra angular, la de las llaves y la de atar y desatar”. Llamando la atención “sobre el lugar geográfico y sobre el contexto cronológico de estas palabras”, el Papa Benedicto XVI subrayó que “la promesa tiene lugar junto a las fuentes del Jordán, en la frontera de Judea, en el confín con el mundo pagano. El momento de la promesa marca un viraje decisivo en el camino de Jesús: ahora el Señor se encamina hacia Jerusalén y, por primera vez, dice a los discípulos que este camino hacia la ciudad santa es el camino que lleva a la Cruz”. Esto significa que “el Señor está continuamente en camino hacia la cruz... pero al mismo tiempo siempre está también en camino hacia la amplitud del mundo, en la que él nos precede como Resucitado, para que en el mundo resplandezca la luz de su palabra y la presencia de su amor… La Iglesia, y en ella Cristo, sufre también hoy. En ella Cristo sigue siendo escarnecido y golpeado siempre de nuevo; siempre de nuevo se sigue intentando arrojarlo fuera del mundo. Siempre de nuevo la pequeña barca de la Iglesia es sacudida por el viento de las ideologías, que con sus aguas penetran en ella y parecen condenarla a hundirse. Sin embargo, precisamente en la Iglesia que sufre Cristo sale victorioso”.
El Evangelio de San Lucas narra como el Señor, durante la Última Cena, confiere una tarea especial a Pedro. “Esta vez las palabras que Jesús dirige a Simón se encuentran inmediatamente después de la institución de la santísima Eucaristía - explicó el Santo Padre -. Podemos ver en la institución de la Eucaristía el auténtico acto de fundación de la Iglesia. A través de la Eucaristía el Señor no sólo se entrega a sí mismo a los suyos, sino que también les da la realidad de una nueva comunión entre sí que se prolonga a lo largo de los tiempos "hasta que vuelva" (cf. 1 Co 11, 26)”. Jesús mismo habla de lo que significa ser discípulos, el “ministerio” es un compromiso de servicio. Frente al estupor de los discípulos de Jesús, que en todos los tiempos parecen a veces sorprendidos del hecho de que “Dios deja demasiada libertad a Satanás; que le concede la facultad de golpearnos de un modo demasiado terrible”, se contrapone la oración de Jesús, “el límite puesto al poder del maligno”. “La oración de Jesús es la protección de la Iglesia. Podemos recurrir a esta protección, acogernos a ella y estar seguros de ella” prosiguió el Santo Padre. Pero Jesús reza de manera particular por Pedro, para salvaguardar su fe como servicio a los demás hermanos, conociendo bien la debilidad de Pedro que lo negará. “A través de esta caída, Pedro, y con él la Iglesia de todos los tiempos, debe aprender que la propia fuerza no basta por sí misma para edificar y guiar a la Iglesia del Señor. Nadie puede lograrlo con sus solas fuerzas - dijo aún el Papa -. “El encargo de Pedro se apoya en la oración de Jesús. Esto es lo que le da la seguridad de perseverar a través de todas las miserias humanas. Y el Señor le encomienda esta tarea en el contexto de la Cena, en conexión con el don de la santísima Eucaristía. En su realidad íntima, la Iglesia, fundada en el sacramento de la Eucaristía, es comunidad eucarística y así comunión en el Cuerpo del Señor. La tarea de Pedro consiste en presidir esta comunión universal, en mantenerla presente en el mundo como unidad también visible”.
Finalmente el Papa citó la referencia al Primado de Pedro como se encuentra en el Evangelio de San Juan. “El Señor ha resucitado y, como Resucitado, encomienda a Pedro su rebaño. También aquí se compenetran mutuamente la cruz y la resurrección. Jesús predice a Pedro que su camino se dirigirá hacia la cruz. En esta basílica, erigida sobre la tumba de Pedro, una tumba de pobre, vemos que el Señor precisamente así, a través de la cruz, vence siempre. No ejerce su poder como suele hacerse en este mundo. Es el poder del bien, de la verdad y del amor, que es más fuerte que la muerte. Sí, como vemos, su promesa es verdadera: los poderes de la muerte, las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia que él ha edificado sobre Pedro (cf. Mt 16, 18) y que él, precisamente de este modo, sigue edificando personalmente”. (SL) (Agencia Fides 30/6/2006 Líneas: 64 Palabras: 999)


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