VATICANO - HACIA EL SACERDOCIO a cargo de Mons. Massimo Camisasca - “El hombre verdadero”

viernes, 23 junio 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Quien leyera los textos que han sido publicados por la Santa Sede desde el Concilio Vaticano II hasta hoy, respecto a la formación de los sacerdotes o de los jóvenes llamados al sacerdocio, no podría no quedar tocado por el gran espacio que se dedica en ellos a la formación humana. Esto es indicador de una urgencia profunda que merece ser tomada en consideración. La urgencia de que los jóvenes que se preparan al sacerdocio sean personas que emprenden este camino no por miedo a tomar otras decisiones, no por una renuncia, sino porque han percibido la posibilidad auténtica de potenciar y realizar su propia humanidad. No se puede pensar en afrontar separadamente el tema de la formación humana del de la formación cristiana.
En cambio, en estos años, tras una justa atención a que el sacerdote sea un hombre completo, se ha acentuado con frecuencia la búsqueda del hombre perfecto más que del hombre verdadero. La Ratio fundamentalis del 1970 decía que la vocación sacerdotal, “si bien es un don sobrenatural del todo gratuito, se apoya necesariamente en dotes naturales, de manera que, si falta alguna de estas, justamente se debe dudar de que exista verdadera vocación”. Y en las Orientaciones educativas para la formación al celibato sacerdotal del 1974 se llega a decir que “si no hay un hombre, no hay un llamado”.
Observaciones justas que no deben sin embargo empujarnos a buscar en el joven el hombre perfecto, sino un hombre en camino auténtico, un hombre que pone seriamente ante Cristo toda la realidad de su humanidad, todas las dotes y todas las sombras. Un hombre que no ha censurado nada de sí, pero que sabe afrontar el sacrificio de sí, porque sabe que ha recibido ya el tesoro más grande.
No debemos tener miedo de acoger en nuestros seminarios y en nuestras casas de formación personalidades vivas, ricas, incluso problemáticas, con tal de que haya en ellas claridad de entendimiento, como han pedido los documentos del Magisterios tantas veces. Usando las palabras de la Optatam totius, “la recta intención y la libre voluntad”.
La experiencia misma de la casa de formación y del seminario debe ser una experiencia que censura nada de la vida de la persona pero que, a través del justo sacrificio, lleva a cumplimiento cada verdadera esperanza. La casa de formación o el seminario deben ser ante todo una casa de experiencia de fe, de experiencia del pueblo de Dios como lugar en que son realizadas las promesas, en que la profecía se cumple. Mons.Massimo Camisasca, Superior General de la Fraternidad Sacerdotal de los Misioneros de san Carlo Borromeo. (Agencia Fides 23/6/2006 Líneas: 34 Palabras: 461)


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