VATICANO - AVE MARÍA a cargo de don Luciano Alimandi - “Los dos Corazones inseparables”

miércoles, 21 junio 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En este mes de junio, se percibe de una manera particular en nuestras iglesias el amor al Sagrado Corazón de Jesús, estando este mes dedicado a esta gran devoción. Mirando al Corazón de Cristo encontramos, inmediatamente a su lado, o mejor dicho dentro, el Corazón de María que late al unísono con el del Hijo.
La sangre que corre por el Corazón de Jesús ha sido tomado por completo de la sangre de María, las fibras de este Corazón Inmaculado han alimentado a la Humanidad Santísima de Cristo que es particularmente significada en el Corazón. He aquí por qué el Corazón de esta Madre está en el Cielo junto al Hijo; es el único Corazón que Cristo se ha llevado consigo: ¡el único porque es único!
A veces se olvida que María ha sido asunta al Cielo en alma y cuerpo; es un dogma de fe, proclamado por Pío XII, el 1 de noviembre de 1950. Así el Corazón de carne de la Virgen Madre está en la gloria, enteramente transfigurado a semejanza del de su Hijo. Él sobre la tierra ha tomado sus rasgos humanos, Ella en el Cielo ha recibido del Hijo los rasgos de gloria que son típicos de Él: ¡como Él también Ella con su cuerpo en el Cielo! En el calendario litúrgico, la memoria del Corazón Inmaculado de María sigue a la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: un Corazón llama al otro, un Corazón que sigue al otro.
Es hermoso contemplar el misterio de María en el misterio del Hijo y viceversa; de tal manera la devoción mariana no viene percibida como una cosa aparte, sino que se vive como parte integrante del amor a Jesús que desde la Cruz nos la ha donado como Madre nuestra. Las numerosas enseñanzas de Juan Pablo II, en los largos años de su Pontificado, nos han ayudado a avanzar en este camino, en el surco del Concilio Ecuménico Vaticano II.
Precisamente el “Totus tuus” del Siervo de Dios - como lo recordaba el Santo Padre Benedicto XVI a un año de su muerte- “resume muy bien esta experiencia espiritual y mística, en una vida orientada completamente a Cristo por medio de María: ‘ad Iesum per Mariam’.” (Homilía 3 de abril 2006). Este estar orientados a Cristo por medio de María hace que el cristiano pueda también vivir en plenitud su relación con la Iglesia, que es Cuerpo místico de Cristo y también, por lo tanto, toda hija de maría. El título de “Madre de la Iglesia”, proclamado por Pablo VI, ilumina ulteriormente este misterio de gracia.
En tal contexto encontramos las palabras pronunciadas por el Sumo Pontífice Benedicto XVI, en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María; el Papa, contemplando el misterio de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia, afirmaba: “La Madre de la Cabeza es también la Madre de toda la Iglesia; ella está, por decirlo así, por completo despojada de sí misma; se entregó totalmente a Cristo, y con él se nos da como don a todos nosotros. En efecto, cuanto más se entrega la persona humana, tanto más se encuentra a sí misma. El Concilio quería decirnos esto: María está tan unida al gran misterio de la Iglesia, que ella y la Iglesia son inseparables, como lo son ella y Cristo” (Homilía del 8 de diciembre 2005).
Así, en la escuela de los Sumos Pontífices, se nos recuerda que amar a Cristo, a María y a la Iglesia de Pedro es para el cristiano un amor inseparable, que vive y se desarrolla en la verdad del Evangelio, en la vida sacramental y de oración y en la caridad fraterna. (Agencia Fides 21/6/2006 Líneas: 45 Palabras: 633)


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