VATICANO - “Los grandes, eternos, valores de la paz, de la misericordia, de la justicia, en función de la promoción integral del hombre, según la escala de valores propuesta por Jesucristo”. Vuelve a descubrirse el teatro como instrumento de evangelización. Un gran acontecimiento cultural, este viernes en Roma vuelve a encender el debate sobre el papel que las grandes artes deben volver a tener en el anuncio del evangelio. La Iglesia debe recuperar un terreno donde históricamente ha sido siempre motor de creatividad y de crecimiento humano y espiritual. Una contribución de Su Exc. Mons. Mauro Piacenza

miércoles, 7 junio 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El próximo viernes 9 de junio, a las 21 horas, en el teatro Argentina de Roma, tendrá lugar la primera presentación del drama lírico en dos actos “La luz del mundo”, escrito por Su Exc. Mons. Mauro Piacenza, Presidente de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia y de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra. La Agencia Fides pidió a Su Excelencia una presentación de esta importante obra musical, que publicamos a continuación.
“En la Alocución del 12 de octubre de 1995, el Sumo Pontífice Juan Pablo II , de venerada memoria, dirigiéndose a los miembros de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia, quiso precisar cuál era la finalidad de esta Comisión, afirmando que el concepto de “bienes culturales” comprende “sobre todo los patrimonios artísticos de la pintura, de la escultura, de la arquitectura, del mosaico y de la música, puestos al servicio de la misión de la Iglesia. A estos se añaden los bienes literarios contenidos en la bibliotecas eclesiásticas y los documentos históricos custodiados en los archivos de las comunidades eclesiales. Se incluyen también en este ámbito las obras teatrales, musicales, cinematográficas, producidas con los medios de comunicación de masa”.
Basándonos en tales augustas puntualizaciones , pensando en la intrínseca valencia evangelizadora de los bienes culturales de la Iglesia, se ha pensado en no descuidar ningún ámbito. Teniendo en cuenta el gran impacto que los mensajes musicales tienen y la gran dignidad de un sector marcadamente metafísico, como es el de la música y el canto, se ha considerado conveniente, en el plano pastoral, abrir una frontera casi inexplorada, el de la opera lírica, con apoyo cinematográfico, como forma de transmitir la escala de valores propuesta por Jesucristo en el “Discurso de la montaña” (cf. Lc. 6, 20-26). Allí, a través de la enunciación de las bienaventuranzas que invierten los criterios corrientes de comportamiento, Jesús de Nazaret, el Señor, ofrece la fórmula para la paz interior de cada persona, paz entendida como tranquilidad en el orden moral y paz del sistema institucional.
Por otra parte, el hombre está en perpetua búsqueda de la verdad - es más, él mismo es búsqueda, es pregunta de verdad, es decir, de sentido último de la existencia, además que de significado más allá de la contingencia. En las nuevas generaciones todo esto emerge prepotentemente, a veces incluso contradictoriamente, y en modo violento. La verdad emerge como un fuerte grito que apremia al joven interiormente y lo conduce fuera de si. La misma pregunta que nace es irresistible y constituye el tejido profundo de la vida. El hombre no “tiene” sólo necesidad de la verdad sino que “es” necesidad de verdad. Esta pregunta emerge clara para quien observe no superficialmente la sociedad, sobre todo los estratos juveniles. Es necesario un examen inteligente, moviendo la pasión del leerse dentro. Pero la existencia de la pregunta demuestra que el hombre no es capaz, no tiene en si todos los recursos para responder a esta pregunta. Ella lo conduce fuera de si, se convierte en una inquietud. Por lo tanto, el hombre es pregunta de verdad y bien, que se hace belleza por la armonía integral y justicia.
La cuestión de la verdad es la cuestión sustancial de la vida: no hay un momento de la existencia en que no emerja. Nuestro tiempo registra una dramática conjura contra la pregunta por la verdad, conjura que une a la cultura oficial y los medios de comunicación social, pero no puede impedir que, de tanto en tanto, en el espacio de la existencia emerja este sutil arroyo de inquietud: ¿Por qué existo? ¿Qué sentido tiene la existencia? ¿Cómo se debe vivir? ¿Hacia dónde estoy caminando? ¿Qué hay después?
La reflexión sobre todo esto y la consideración de la sensibilidad emotiva del hombre de nuestro tiempo, me ha empujado a favorecer el reencontrarse de la originaria inquietud creativa en la que pulsa lo que es verdaderamente humano.
He pensado que música y canto, junto con elementos de danza y reproducción cinematográfica, como soporte artístico, podían ser usados como medios para alcanzar dicho objetivo. Todo esto utilizando instrumentos de relevante nobleza expresiva, también para educar el gusto.
Considerando esto me he aplicado a escribir una obra teatral musicada por el Maestro Ferdinando Nazzaro. De ellos resulta un articulado trabajo de impronta lírica, idóneo a la sensibilidad contemporánea, con el concurso, además de los cantantes, también de una voz recitante, de proyecciones cinematográficas, de un coro y de algunos elementos de baile, además de obviamente una gran orquesta con la organización típica de aquellas empleadas para la ejecución de una obra lírica de gran repertorio.
El libreto está extraído de la Biblia y de las narraciones de las vidas de algunos santos, de manera que la composición en dos actos, a través de la emoción suscitada por la música acompañada por la acción escénica y por las proyecciones, destinada a ser vehículo de los grandes, eternos, valores de la paz, de la misericordia, de la justicia, en función de la promoción integral del hombre, según la escala de valores propuesta por Jesucristo, como criterio de elección para realizar las aspiraciones auténticas del hombre de todos los tiempos y de todas las culturas. + Mauro Piacenza (Agencia Fides 7/6/2006 Líneas: 72 Palabras: 978)


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