VATICANO - “El Espíritu Santo ilumina el espíritu humano y, al revelar a Cristo crucificado y resucitado, indica el camino para hacerse más semejantes a Él”: el Santo padre Benedicto XVI en la solemnidad de Pentecostés

lunes, 5 junio 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En la Solemnidad de Pentecostés, domingo 4 de junio, el Santo Padre Benedicto XVI, presidió la Concelebración Eucarística desde el Sagrato de la Basílica de Vaticana. “El día de Pentecostés el Espíritu Santo descendió con potencia sobre los apóstoles; de este modo comenzó la misión de la Iglesia en el mundo - dijo el Papa en su homilía, recordando que el mismo Jesús había pedido a los Once que permanecieran unidos preparando para recibir el don del Espíritu Santo. “ Permanecer juntos fue la condición que puso Jesús para acoger el don del Espíritu Santo; el presupuesto de su concordia fue una oración prolongada - prosiguió el Papa-. Este hecho supone una lección formidable para toda comunidad cristiana - explicó el Santo Padre-. A veces pensamos que la eficacia misionera dependa principalmente de una programación cuidadosa y de la sucesiva realización inteligente a través de un compromiso concreto. Ciertamente, el Señor pide nuestra colaboración, pero antes de cualquier otra respuesta es necesaria su iniciativa: su Espíritu es el verdadero protagonista de la Iglesia".
San Lucas describe la irrupción del Espíritu Santo a través de dos imágenes - el viento y el fuego - que recuerdan el Sinaí. “Hablando de lenguas de fuego, San Lucas quiere representar Pentecostés como un nuevo Sinaí, como la fiesta del nuevo Pacto, - explicó el Papa- donde la Alianza con Israel se extiende a todos los pueblos de la Tierra. La Iglesia es católica y misionera desde su nacimiento. La universalidad de la salvación se pone de relieve con las numerosas etnias a las que pertenecen los que escuchan el primer anuncio de los apóstoles”.
A diferencia de lo que sucedió en la Torre de Babel, “ en el Pentecostés del Espíritu, el don de las lenguas muestra que su presencia une y transforma la confusión en comunión. (...) El Espíritu Santo hace a los corazones capaces de comprender las lenguas de todos porque restablece el puente de la comunicación auténtica entre Tierra y Cielo. El Espíritu Santo es el Amor”, Tras la última Cena, Jesús explica a los desconcertados apóstoles el significado de su separación: “se irá, pero volverá y mientras tanto no les abandonará, no les dejará huérfanos. Enviará al Consolador, al Espíritu del Padre, y será el Espíritu quien les hará conocer que la obra de Cristo es obra de amor: amor de Aquel que se ha entregado, amor del Padre que nos lo ha dado. Este es el misterio de Pentecostés! El Espíritu Santo ilumina el espíritu humano y, al revelar a Cristo crucificado y resucitado, indica el camino para hacerse más semejantes a Él, es decir, para ser «expresión e instrumento del amor que proviene de Él» (Deus Caritas est, 33)”.
Finalizada la Misa, antes del canto del Regina Caeli, el Santo Padre continuando su reflexión añadió que la solemnidad de Pentecostés, “nos invita a regresar a los orígenes de la Iglesia… En Pentecostés la Iglesia se manifestó una, santa, católica y apostólica; se manifestó misionera, con el don de hablar todas las lenguas del mundo, porque a todos los pueblos está destinada la Buena Nueva del amor de Dios”. Entre las realidades suscitadas por el Espíritu en la Iglesia el Papa citó a los movimientos y las comunidades eclesiales: Toda la Iglesia, como le gustaba decir al Papa Juan Pablo II, es un único y gran movimiento animado por el Espíritu Santo, un río que atraviesa la historia para regarla con la gracia de Dios y hacer que sea fecunda de vida, de bondad, de belleza, de justicia y de paz”. (SL) (Agencia Fides 5/6/2006 Líneas: 44 Palabras: 654)


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