VATICANO - El Santo Padre Benedicto XVI en la Vigilia de Pentecostés: “El Espíritu Santo quiere la unidad, quiere la totalidad: Por eso su presencia se demuestra sobre todo en el impulso misionero. Quien ha encontrado lo que es verdadero, bello y bueno en su propia vida corre para compartirlo por doquier”

lunes, 5 junio 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En la tarde del sábado 3 de junio, el Santo Padre Benedicto XVI se encontró en Plaza San Pedro con más de 400.000 representantes de los Movimientos Eclesiales y de las Nuevas Comunidades. Tras el saludo que el Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, Su Exc. Mons. Estanislao Rylko dirigió al Santo Padre, y la lectura de un mensaje de la Fundadora de la Obra de María (Movimiento de los Focolares), Chiara Lubich, tuvo lugar el canto de las Vísperas de la Vigilia de Pentecostés. A cada uno de los tres Salmos siguieron las reflexiones de Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, de Kiko Argüello, fundador del Camino Neo-Catecumenal y de Mons. Julián Carrón, Presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación. Tras la lectura breve, el Santo Padre pronunció su homilía en la que recordó el análogo encuentro, en la misma plaza, realizado por el Papa Juan Pablo II el 30 de mayo de 1998.
“¿Qué es el Espíritu Santo? ¿Cómo podemos reconocerlo? ¿De qué manera nosotros vamos a Él y Él viene a nosotros? ¿Qué es lo que hace?” A estas preguntas, el Santo Padre Benedicto XVI, respondió explicando que “el mundo en el que vivimos es obra del Espíritu Creador…
Pentecostés es también una fiesta de la creación. El mundo no existe por sí mismo; proviene del Espíritu creativo de Dios, de la Palabra creativa de Dios… Quien, como cristiano, cree en el Espíritu Creador, es consciente del hecho de que no podemos usar y abusar del mundo y de la materia como si fuera simple material con el que podemos hacer lo que deseemos, que debemos considerar la creación como un don que se nos ha confiado no para la destrucción, sino para que se convierta en jardín de Dios, y de esta manera en jardín del hombre. .. Sin embargo la creación buena de Dios, a lo largo de la historia de los seres humanos, ha sido cubierta por una gran capa de suciedad, que hace difícil -si no imposible-, reconocer en ella el reflejo del Creador".
El Espíritu Creador ha entrado en la historia porque “en Jesucristo, Dios mismo se ha hecho hombre y nos ha concedido, por así decir, poder echar una mirada en la intimidad de Dios mismo… Existe el Hijo que habla con el Padre. Y los dos son una sola cosa con el Espíritu que es, por así decir, la atmósfera del donar y del amar que hace de ellos un único Dios. Esta unidad de amor, que es Dios, es una unidad mucho más sublime de cuanto podría ser la unidad de la última partícula indivisible. Absolutamente el Dios trino es el sólo único Dios”.
“Pentecostés es esto: Jesús, y mediante Él Dios mismo, viene a nosotros y nos atrae “ señaló el Papa Benedicto XVI, que destacó como “el Espíritu Santo nos trae vida y libertad”. “Viendo ambas cosas más de cerca, el Santo Padre, citando la parábola del hijo pródigo, recordó que “cuando uno quiere solamente apoderarse de la vida, ésta se hace cada vez más vacía, más pobre; fácilmente se acaba refugiándose en la droga, en la gran ilusión. Y surge la duda de si vivir, a fin de cuentas, sea de verdad un bien… La palabra de Jesús sobre la vida en abundancia se encuentra en el discurso del Buen Pastor. La vida se la encuentra solamente donándola; no se encuentra apoderándose de ella… En segundo lugar, el Señor nos dice que la vida florece cuando se va junto al Pastor que conoce el pasto. La vida la encontramos en la comunión con Aquel que es la vida en persona… El pasto, donde fluyen las aguas de la vida. Es la Palabra de Dios como la encontramos en la Escritura, en la fe de la Iglesia”.
Respecto al tema de la libertad, el Papa explicó que en la Sagrada Escritura este concepto está unido al de la filiación. “La verdadera libertad se demuestra en la responsabilidad, en un modo de actuar que asume sobre si la corresponsabilidad por el mundo, por si mismo y por los demás… El Espíritu Santo nos hace hijos e hijas de Dios. Él nos envuelve en la misma responsabilidad de Dios por su mundo, por la humanidad entera. Nos enseña a mirar al mundo, al otro y a nosotros mismos con los ojos de Dios. Nosotros hacemos el bien no como esclavos que no son libres de actuar de otra manera, sino que lo hacemos porque llevamos personalmente la responsabilidad del mundo entero; porque amamos la verdad y el bien, porque amamos a Dios mismo y por tanto, también a sus criaturas. Esta es la verdadera libertad, a la que el Espíritu Santo quiere conducirnos. Los Movimientos eclesiales quieren y deben ser escuelas de libertad, de esta libertad verdadera”.
El tercer don del Espíritu Santo, tras la vida y la libertad es el de la unidad. Para ilustrar este concepto, el Papa citó la respuesta de Jesús a Nicodemo: “El Espíritu sopla donde quiere” (Jn. 3, 8). “Pero la voluntad del Espíritu no es arbitraria - explicó el Santo Padre -. Es la voluntad de la verdad y del bien. Por eso no sopla desde cualquier parte, yendo una vez por aquí y otra vez por allá; su soplo no nos dispersa sino que nos reúne, porque la verdad une y el amor une… El Espíritu sopla donde quiere, y su voluntad es la unidad echa cuerpo, unidad que encuentra al mundo y lo transforma… El Espíritu en sus dones es multiforme - continuó el Santo Padre -. Pero en Él la multiplicidad y la unidad van juntas… El Espíritu Santo quiere vuestra multiformidad, y os quiere para el único cuerpo, en la unión con los órdenes duraderos -las articulaciones- de la Iglesia, con los sucesores de los apóstoles y con el sucesor de san Pedro… Todavía una vez: el Espíritu Santo sopla donde quiere. Pero su voluntad es la unidad”.
“El Espíritu Santo quiere la unidad, quiere la totalidad - continuó todavía el Santo Padre-. Por eso su presencia se demuestra sobre todo en el impulso misionero. Quien ha encontrado lo que es verdadero, bello y bueno en su propia vida -el único verdadero tesoro, la perla preciosa!-, corre para compartirlo por doquier, en la familia, en el trabajo, en todos los ambientes de su propia existencia. Lo hace sin ningún temor, porque sabe que ha recibido la adopción como hijo; sin ninguna presunción, porque todo es don; sin desalientos, porque el Espíritu de Dios precede su acción en el “corazón” de los hombres y como semillas en las más diversas culturas y religiones. Lo hace sin confines, porque es portador de una buena noticia que es para todos los hombres, para todos los pueblos”.
Finalmente el Santo Padre dirigió a los Movimientos eclesiales y a las nuevas Comunidades la exhortación a ser, aún más, “colaboradores en el ministerio apostólico universal del Papa, abriendo las puertas a Cristo”, y concluyó su homilía invitando a rezar “para que la celebración de la solemnidad de Pentecostés sea como fuego ardiente y viento impetuoso para la vida cristiana y para toda la misión de la Iglesia”. (SL) (Agencia Fides 5/6/2006 Líneas: 81 Palabras: 1267)


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