VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA a cargo de don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - “Iglesia Comunidad de amor”

jueves, 1 junio 2006

Ciudad del Vaticano ( Agencia Fides) - “Iglesia Comunidad de amor”. La segunda parte de la encíclica “Deus Caritas Est” tiene por título: “Caritas - El ejercicio del amor por parte de la iglesia
como «comunidad de amor»”. El termino Iglesia es usado en Deus Caritas Est (DCE) 88 veces, aunque con diferentes acepciones. El alto número dice ya mucho de la función determinante que la Iglesia, el concepto y sobre todo la realidad de Iglesia, tienen en el texto de Benedicto XVI.
En el mismo título apenas citado y en el número 19, emerge con claridad uno de los rasgos esenciales de la identidad de la Iglesia: ésta es “comunidad de amor”. Definición en la que el término “comunidad” indica principalmente la dimensión social, pública, no particularista del “fenómeno eclesial”. Sabemos bien todos cómo la “comunidad” deriva esencial e imprescindiblemente de la “comunión”: es la Iglesia de la Trinidad que sumerge en el Misterio del Dios trinitario sus propias raíces y se auto-concibe como “presencia divina en el mundo”, como hemos dicho con anterioridad: “familia de Dios en el mundo”.
Una comunidad así es llamada también “de amor”: es, en efecto, el Amor Trinitario, es Dios mismo, el que convoca al pueblo de Dios en la única comunión eclesial, haciendo del ejercicio de la caridad por medio de la Iglesia, la visibilidad de su mismo amor por los hombres. “Ves la Trinidad si ves el amor”, afirma Benedicto XVI citando a san Agustín (nº 19).
Por lo tanto, una Iglesia comunidad de amor cuyo amor es continuamente transformado por el Espíritu, que tiene como tarea esencial la convocación de todos los hombres en la única familia de Dios. He aquí la tarea misionera: la Iglesia no es una agencia de vago pacifismo o de un genérico ser buenos, ni una gran “Cruz Roja internacional”. Ella tiene una tarea en la historia: obedecer a la voluntad del Padre que quiere a todos los hombres reunidos en Cristo en una única familia.
Teniendo como fin la realización de la alta misión que Cristo mismo la asignó, la Iglesia “no puede descuidar el servicio de la caridad, así como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra… practicar el amor pertenece a su esencia” (DCE 22). El ejercicio activo de la caridad, no es el privilegio de unos pocos, ni tanto menos una subjetiva predisposición filantrópica sino que, como afirma el Papa, pertenece a la esencia de la Iglesia, a su identidad profunda.
La íntima naturaleza de la Iglesia se expresa en una triple tarea: kerygma-martirio (anuncio), leiturgia (sacramentos) y diakonia (caridad). Son tareas que se presuponen recíprocamente y no pueden ser separadas (DCE 25). Cuantas veces, para justificar razones pastorales, hemos creado en cambio estructuras totalmente impermeables, donde parece que el anuncio de Cristo pueda ser hecho sin una auténtica educación a la caridad y al servicio, sin una expresión caritativa de la fe o, más frecuentemente, lugares en los que el ejercicio de la caridad no se preocupa de anunciar el Evangelio, en nombre de un malentendido respeto por el otro que tiene sabor de relativismo. Ésta no es la Iglesia, sino una dimensión parcial (eiresis) y por lo tanto peligrosa, de su triple esencial identidad.
Pero, ¿cuáles son las características específicas de la caridad ejercitada por la Iglesia? Porque desde ellas es posible reivindicar una determinada identidad eclesial.
Sobre todo la Caridad cristiana es una “respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación” (DCE 31), por lo tanto la Iglesia está firmemente radicada en la realidad y en la historia, haciéndose capaz de ser fiel a aquella mirada tierna y compasiva de Cristo sobre todos los hombres. Para vivir una tal atención es indispensable que en la Iglesia “cuantos trabajan en las instituciones caritativas (…) se dedican al otro con una atención que sale del corazón” … “necesitan también y sobre todo una « formación del corazón »: se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro”.
Es la Iglesia experta en humanidad y capaz de actuar con el corazón, esto al más profundo nivel del yo, allí donde el Misterio está presente, actúa y se manifiesta. Si la caridad no debe ser un medio para el proselitismo, porque perdería su gratuidad, “no significa que la acción caritativa deba, por decirlo así, dejar de lado a Dios y a Cristo. Siempre está en juego todo el hombre. Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios”. (DCE 31). “La actuación práctica resulta insuficiente si en ella no se puede percibir el amor por el hombre, un amor que se alimenta en el encuentro con Cristo” (DCE 34). Es el encuentro del que el Papa habla en la introducción que he citado: el encuentro que abre a la vida un nuevo horizonte.
La Iglesia que manifiesta la propia esencia en el amor y en aquel ejercicio del amor que es la caridad, pone en el primer puesto la dimensión orante: el amor que no ama, no puede ser verdadero amor. La oración en la Iglesia es la primera forma de amor: “Ha llegado el momento de reafirmar la importancia de la oración ante el activismo y el secularismo de muchos cristianos comprometidos en el servicio caritativo” (DCE 37). La intención profunda de la Encíclica es una invitación a “vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo” (DCE 39).
La Iglesia es Iglesia de Santos. El testimonio de la caridad parte de ellos y penetra toda la comunidad de los creyentes y de entre ellos sobresale María, una “Mujer que ama” (DCE 41). Imagen de la Iglesia, María es para todos una invitación continua al amor, a través de la cual nuestra misma identidad de hombres y de cristianos es afirmada. Entonces, en extrema síntesis, así como despunta de la Encíclica “Deus Caritas Est”, la Iglesia es una comunidad de amor, con una gran tarea misionera, firmemente radicada en la realidad y en la historia, capaz de actuar con el corazón en una continua dimensión orante. Hay material suficiente para un profundo examen de conciencia sobre qué tipo de Iglesia vivimos, que Iglesia tenemos en mente y, sobre todo, que entiende cada uno de nosotros cuando, renovando la propia fe, afirma: “Creo en la Iglesia”. (Agencia Fides 2/6/2006 Líneas: 71 Palabras: 1084)


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