Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Giuseppe (José) Freinademetz nació el 15 de abril de 1852 en Oies, un pequeño paraje de cinco casas entre los Alpes Dolomitas del norte de Italia, zona que en aquel entonces era llamada “Tirol del Sur” y formaba parte del imperio austro-húngaro. Bautizado el mismo día de su nacimiento, heredó de su familia una fe sencilla pero tenaz, y una gran laboriosidad.
Ya mientras cursaba sus estudios teológicos en el seminario mayor diocesano de Bresanone (Brixen) comenzó a pensar seriamente en las “misiones extranjeras” como una posibilidad para su vida. Ordenado sacerdote el 25 de julio de 1875, fue destinado a la comunidad de San Martino di Badia, muy cerquita de su casa natal, donde pronto se ganó el corazón de sus paisanos. Sin embargo, la inquietud misional no lo había abandonado. Apenas dos años después de su ordenación se puso en contacto con el P. Arnoldo Janssen, fundador de la casa misional que pronto se convertiría oficialmente en la “Sociedad del Verbo Divino”.
Con el permiso de su obispo, José llega a la casa misional de Steyl en agosto de 1878. El 2 de marzo de 1879 recibió la cruz misional y partió hacia China junto a otro misionero verbita, el P. Juan Bautista Anzer. Cinco semanas después desembarcan en Hong Kong, donde pasarán dos años preparándose para el paso siguiente: serán asignados a Shantung del Sur, una provincia con 12 millones de habitantes y sólo 158 bautizados.
Fueron años duros, marcados por viajes largos y difíciles, asaltos de bandoleros y arduo trabajo para formar las primeras comunidades cristianas. Tan pronto como lograba poner en pie una comunidad, llegaba del obispo la orden de dejarlo todo y recomenzar en otro lugar.
José comprendió pronto la importancia que tenían los laicos comprometidos para la primera evangelización, sobre todo como catequistas. A su formación dedicó muchos esfuerzos y preparó para ellos un manual catequístico en chino. Al mismo tiempo, y junto con Anzer que ya era obispo, se empeñó en la preparación, atención espiritual y formación permanente de sacerdotes chinos y de los otros misioneros.
Ocupó varios cargos de responsabilidad: administrador de las misiones, rector del seminario, director espiritual del primer grupo de sacerdotes chinos, superior provincial. Ejerció siempre su autoridad como un hermano mayor, respetado más por su ejemplo y testimonio de vida que por el cargo en sí.
Toda su vida estuvo marcada por el esfuerzo de hacerse chino entre los chinos, al punto de escribir a sus familiares: “Yo amo la China y a los chinos; en medio ellos quiero morir, y entre ellos ser sepultado”. En 1898 el trabajo incesante y las muchas privaciones cobraron su precio. Enfermo de la laringe y con un principio de tuberculosis, por insistencia del obispo y de sus hermanos en religión, pasó un tiempo en el Japón, en espera de recuperar la salud. Volvió a China algo recuperado, aunque no curado.
En el 1900, después de veinte años de arduo trabajo en China, el P. Janssen lo invitó a viajar a Steyl para la celebración de los 25 años de la Congregación. Freinademetz rechazó la invitación. Era el tiempo de la guerra de los “Boxers” contra los europeos. Las autoridades alemanas a ordenaron que los misioneros se retiraran al puerto de Tsingtau, para poderlos proteger. José decidió permanecer en la estación misional de Puoli, sabedor del peligro que corría. En esas circunstancias envió a un grupo de huérfanos del interior de la misión a la costa de Tsingtao, relativamente segura. Con los huérfanos iba una carta los verbitas en Tsingtao, en la que decía: “Ellos (los huérfanos) son absolutamente necesitados... Por favor, tengan la amabilidad de hacer algo por ellos. En las condiciones en que ellos se encuentran, no podemos dudar en incurrir en algunos gastos extras para salvar lo que todavía se puede salvar...”. Y agregó: “Creo que sería mejor vender los caballos”.
Cada vez que el obispo tuvo que viajar fuera de China, Freinademetz debía asumir la administración de la diócesis. A fines de 1907, mientras administraba la diócesis por sexta vez, se desató una epidemia de tifus. José, como buen pastor, prestó su asistencia incansable, hasta que él mismo contrajo la enfermedad. Volvió inmediatamente a Taikia, sede de la diócesis, donde murió el 28 de enero de 1908. Allí lo sepultaron bajo la duodécima estación del Vía Crucis del cementerio y su tumba se volvió pronto un punto de referencia y peregrinación para los cristianos.
Freinademetz supo descubrir y amar profundamente la grandeza de la cultura del pueblo al que había sido enviado. Dedicó su vida a anunciar el Evangelio, mensaje del Amor de Dios a la humanidad, y a encarnar ese amor en la comunión de comunidades cristianas chinas. Animó a esas comunidades a abrirse en solidaridad con el resto del pueblo chino. Entusiasmó a muchos chinos para que fueran misioneros de sus paisanos como catequistas, religiosos, religiosas y sacerdotes. Su vida entera fue expresión del que fue su lema: “El idioma que todos entienden es el amor”. (S.L.) (Agencia Fides 25/9/2003 Líneas: 59 Palabras: 850)