AFRICA/SUDAFRICA - “Vete al norte, joven”: la historia de los jesuitas en el África Austral

viernes, 28 abril 2006

Pretoria (Agencia Fides) - “Vete al norte, joven”. Fue la invitación con la que el entonces Obispo de Grahamstown, en la Provincia de Capo, Sudáfrica, acogió a los primeros misioneros jesuitas que se preparaban para comenzar su misión en el África Austral. Era el año 1879, la Iglesia católica acusaba un cierto retraso en la evangelización de África, motivada en parte por la supresión de la Congregación de los Jesuitas, que tuvo lugar en el 1773. La Compañía de Jesús fue reconstruida en 1814. Apenas restablecida la Congregación, junto a nuevas órdenes misioneras como, por ejemplo, los Padres del Espíritu Santo y los Misioneros de África, desplegó un programa de evangelización del continente africano.
La historia de la presencia jesuita en el África Austral ha sido evocada en una relación del P. Eddie Murphy (SJ), que tuvo lugar el 19 de abril en el Arrupe College (ver “IN TOUCH WITH CHURCH AND FAITH” NUMBER 69, 27 ABRIL 2006). En 1879, desde Grahamstown, donde el Obispo había puesto a su disposición una escuela, un grupo internacional de jesuitas, dirigido por el belga P. Herni Depalchin, que anteriormente había tenido alguna experiencia de trabajo misionero en la India, emprendió un camino (“trek”) de miles de kilómetros sobre carros arrastrados por bueyes, hacia Zambezi, recorriendo unos 15 Km. al día en las jornadas más favorables. “Los sacerdotes del grupo provenían de escuelas y parroquias y no todos estaban en buenas condiciones físicas para las duras pruebas que debían afrontar. Sólo los más fuertes sobrevivieron”, recuerda el P. Murphy. “El enemigo principal era la malaria. Los misioneros no tenían quinina, aunque en Livingstone se les había recomendado que no fueran nunca desprovistos de ella, y los jesuitas de la “vieja sociedad”, antes del 1773, habían descubierto “la corteza del jesuita” en América Latina como un remedio eficaz contra la malaria, pero los jesuitas del siglo XIX no lo conocían”, afirma el P. Murphy.
A pesar de estas dificultades los jesuitas consiguieron continuar su misión e incluso suscitar en Europa un vivo interés hacia su empresa. “Las cartas de los primeros misioneros publicadas en Europa (Bélgica, Francia, Alemania) tuvieron un éxito formidable, y muchos se ofrecieron voluntarios para unirse a la misión, y lo hicieron tan pronto que tuvieron que ser instruidos allí mismo”, recuerda el historiador jesuita.
Pero las condiciones continuaban siendo sumamente difíciles. “Los muebles de la misión estaban hechos de arcilla, porque allí no había madera. Pero los Padres no se lamentaban. Antes de salir de Europa daban ya por descontado la dura vida comunitaria para la que se habían ofrecido voluntarios”, afirma el P. Murphy. Dieron mucha importancia al estudio de las lenguas locales. “El P. Torrend aprendió el Tonga de algunas personas pertenecientes a la población Tonga antes de poner los pies en Tongaland (la actual Zambia). Su superior, el P. Sykes, lo llamaba el “loco inteligente”. Este hombre tocó realmente el corazón de la nación Tonga”, afirma el P. Murphy. “Para nosotros, jesuitas, estos son nuestros antepasados, nuestros muertos vivientes”, concluyó el jesuita. (L.M.) (Agencia Fides 28/4/2006. Líneas: 39 Palabras: 531)


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